Diseñada por el estudio Black Lacquer Design de la interiorista Caitlin Murray y ubicada en Manhattan Beach, esta vivienda de 125 metros aproximadamente, o más bien la propia Caitlin, nos da una clase maestra de aplicación del color en interiores. Multitud de tonos conviven en plena armonía, logrando espacios modernos con una estética minimalista que se apoya en el maximalismo.
Una de las zonas que más sorprende es el dormitorio principal. Un espacio generoso con un irreverente mural en el cabecero que se lleva todas las miradas, y que, a pesar de ofrecer suficiente color como para satisfacer al mismísimo Van Gogh, la interiorista no ha dudado en añadir más color en muebles y textiles.
El dormitorio es el principio, ya que cada espacio de la casa tiene su propia personalidad, con el color como hilo conductor, como vemos en los cuartos de baño.
En uno de ellos vemos una generosa dosis de colores, también en las paredes, en este caso gracias al papel Circus de la firma Cole & Son. Un papel con un estampado geométrico lleno de mucho color.
En el siguiente baño de los tres que dispone la vivienda, un papel pintado texturado en un tono similar al Ultra Violet, color Pantone de este año, domina el espacio, combinado con accesorios en cobre y rematado con un liso y alto rodapie blanco.
Para el último baño que nos queda por ver, la interiorista optó por revestir las paredes con cerámica tradicional, pero de formato geométrico hexagonal, en tonos azules y blancos, creando un atractivo y colorido mosaico.
Junto con el dormitorio principal y los tres baños, otro de los espacios que más color tiene es el recibidor, donde una pared de un azul profundo actúa de lienzo para tonos rojos y rosas, y, de nuevo, morados en la bonita alfombra jaspeada.
Las demás zonas, igual de elegantes, pierden algo de color y el estilo se serena.
Lo podemos apreciar en la gran cocina abierta al salon, con isla, donde los tonos neutros y negros son protagonistas absolutos, excepto por algunos toques de brillante cobre, como las lámparas colgantes Cooper ball de Tom Dixon.
En el salón, junto a la cocina abierta, separado por un muro a media altura, el color lo aportan los muebles. Un sofá en un bonito azul profundo tapizado en terciopelo, una mesa de centro redonda en color mostaza, y la silla Shell Chair de Wegner, con los cojines en rosa, todo sobre una alfombra, de nuevo jaspeada, en tonos fríos.
En la zona de comedor, el acento de color lo ponen la estructura de las sillas en rojo y el gran cuadro de arte abstracto encima del aparador de madera.
Otro de los dormitorios, con un inusual gris medio aplicado en paredes, pero con una pequeña dosis de color en las mesitas de noche amarillas y otros detalles.
En el último dormitorio, aunque no se ve entero, se aprecia una dosis mayor de color. Una paleta positiva y refrescante, pero con clase, que recuerda a la casa llena de color de la blogger londinense Geraldine Tan.
Y para finalizar, la salita, soberanamente elegante y llena de estilo, con el sofá Ploum presidiéndola.
En este caso son los tonos verdes los elegidos para este espacio: el sutil zócalo en verde agua de las paredes, la lámpara FLY en turquesa, diseñada por Ferruccio Laviani y comercializada por Kartell, y la alfombra de pelo en tonos verdes oscuros, junto con otros acentos.
Cada zona tiene su propia paleta cromática; una paleta con abundante color, pero todas las zonas se respetan entre sí; hay equilibrio y armonía en el conjunto. Esta casa llena de buenas vibraciones es una magnífica lección sobre cómo aplicar color en un interior.
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