La vivienda, que cuenta con dos plantas, fue despojada de su estética propia de los años 80 y el diseño, que fue todo un ejercicio de contención, tuvo como fin conseguir un tranquilo telón de fondo donde disfrutar de la vida diaria. Este ambiente se construyó sobre una paleta neutra con suelos de madera de roble, elementos en madera de fresno victoriano (como la balaustrada de la escalera o algunas piezas de mobiliario), encimeras en tonos claros y una sencilla carpintería blanca, que en el caso de la planta baja se combinan para crear una cocina y un espacio de comedor minimalista y funcional.
El tocador y el baño también se renovaron. Las baldosas de mosaico de color aguamarina proporcionan un toque contenido de color, mientras que el mobiliario de madera de fresno se encarga de aportar el toque de calidez necesario en estas estancias. El baño también fue rediseñado para adaptarse a una generosa bañera y a una ducha separada que aprovecha la luz natural que entra por un tragaluz ya existente.
Concluye la arquitecta que “a través del uso de acabados suaves, geometrías simples y una cuidadosa planificación, se ha conseguido una casa que evoca una sensación de calma.”
Para más información visiten: Kitty Lee Architecture
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