Se rellenaron las ventanas y puertas interiores que no eran necesarias y se crearon nuevas aperturas mediante refuerzos estructurales en los muros de carga. Finalmente, las paredes existentes, el techo de gran altura y el nuevo pavimento continuo se pintaron de blanco; unificando las texturas materiales formadas por piedra, cerámica, mortero, plástico, hierro y acero en un entorno único que parece estar cubierto de nieve. El resultado es un escenario abstracto donde la ausencia de materia, la luz y el tiempo entran en sintonía.
El programa de las oficinas está definido por la estructura del edificio, que establece un espacio intermedio entre la calle y tres estancias. Cada habitación tiene una función diferente y la dimensión de su apertura determina la incidencia de luz natural y su grado de privacidad. La primera sala es un lugar separado con una mesa de 2,70 metros de largo que recibe mucha luz natural debido a su gran marco de entrada. La segunda consiste en una sala de reuniones prácticamente cerrada con una abertura de altura reducida que fomenta la comunicación entre las personas en un ambiente privado. La tercera estancia concentra las zonas húmedas de la cocina y el baño. El juego de los tres umbrales del muro estructural crea la percepción de tener una fachada interior vista desde el espacio semi-exterior.
La segunda estrategia de diseño inventa un nuevo sistema escultórico inspirado en el Torii; un símbolo tradicional de la cultura japonesa que representa la puerta que señala la transición de lo profano a lo sagrado, generalmente situado en la entrada de los santuarios sintoístas. La reinterpretación de este elemento se repite para construir una forma que existe entre lo abstracto y lo concreto, dando origen a una estructura auto-portante que difumina los límites entre el interior y el exterior. La ordenada geometría genera una zona de trabajo interior y dos pasillos exteriores que proporcionan una mayor sensación de privacidad desde la calle. La transparencia entre estos espacios varía según el punto de vista del espectador, dando lugar a diferentes experiencias visuales mientras se recorre las oficinas. De esta manera, el translúcido camino de Toriis aumenta la profundidad visual del espacio, creando un entorno en armonía natural que estimula la interacción de los trabajadores.
Los elementos fijados entre los pórticos de madera estabilizan las cargas horizontales del sistema y satisfacen los requisitos funcionales del estudio multidisciplinar. Tres mesas de 3,40 metros de largo organizan el área de trabajo siguiendo el ritmo de los Toriis. Los estantes, que parecen estar colocados aparentemente al azar en diferentes alturas, crean una composición estética dinámica y dan soporte a los libros, maquetas y macetas. En niveles más altos, las barras de acero sostienen los focos de luz. La flexibilidad del sistema permite a los trabajadores modificar la colocación de mesas y estantes, abriendo nuevas posibilidades de diseño que respondan a las futuras necesidades de los usuarios sin alterar el concepto inicial del proyecto.
Para más información visiten: Román Izquierdo Bouldstridge
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