Establecido en una antigua finca de la isla, Menorca Experimental es una alternativa para encontrar la calma y la tranquilidad entre el bullicio turístico que las Baleares acogen en la temporada alta. El hotel se alza sobre una parcela de 30 hectáreas de terreno verde, aprovechando como estructura una finca agrícola del siglo XIX.
Un espacio paradisíaco repleto de calma y diseño
El complejo, que ha sido cuidadosamente restaurado por un equipo de artesanos y expertos locales y diseñado por la interiorista francesa Dorothée Meilichzon, está rodeado de pinares, arbustos de enebro y flores silvestres.
El punto de partida del proyecto era una casa de estilo paladino situada en lo alto de un acantilado y rodeado de un conjunto de villas agrícolas encaladas. Con esa premisa, Meilichzon, que tiene su propio estudio de diseño en París, concibió un agroturismo de ensueño. «El tipo de sitio donde artistas como Picasso o Miró podrían haber pasado sus veranos». El resto es un espacio lleno de detalles cuidados al milímetro, tonos terracota y una decoración colorida.
Menorca Experimental consta de 43 habitaciones que inspiran con sus accesorios e interiorismo. Meilichzon se encargó de recurrir a artesanos y fabricantes de todo el mundo para que el aspecto interior de cada habitación fuera único y armonioso con el resto de los espacios del resort.
Si se analiza la estructura, el hotel mantiene el esqueleto principal y original de la finca antigua. Elementos nobles como las vigas de madera, las contraventanas o las tejas han quedado expuestas, transmitiendo la esencia del edificio de origen.
Interiorismo, personalidad y armonía
En cuanto a mobiliario, el espacio está ocupado por muebles empotrados de hormigón, formas circulares y arquitrabes de colores. Casi cada pieza de mobiliario es personalizada y ha sido fabricada artesanalmente por profesionales locales, a partir de los diseños de la interiorista francesa.
Los espacios interiores del resort de agroturismo son muy abiertos, algo que genera una sensación de ligereza visual y de tranquilidad. La piedra seca rústica, los suelos de madera local encerada y tallada de una manera específica, junto con los azulejos de terracota vidriados a mano, protagonizan la estética de la mayoría de las zonas del hotel.
La paleta interna de tonos azul pastel, amarillos dorados y terracota compensa la pulcritud blanca de la fachada exterior de Menorca Experimental.
Por otra parte, cada habitación tiene un panel modernista en la pared que, acompañado de cabeceras de cama enmarcadas con un borde de yeso, le da un toque único y personalizado. Funciona como distinción y unifica todos los dormitorios.
Los suelos sí que difieren de una habitación a otra, generando una mezcla ecléctica entre baldosas de terracota con motivos distintos y suelos pintados y bien pulidos.
Aparte, hay varios elementos personalizados que evocan exclusividad y carácter al espacio, incluyendo lámparas de gran tamaño diseñadas por Lea Munsch y hechas de arcilla; obras gráficas de Karel Balas como una serie de ilustraciones inspiradas en los dibujos a tinta de Miró y Picasso; o mantas tejidas a mano en Marrakech por LRNCE, que usan la misma paleta de colores que Meilichzon ha escogido para el hotel.
Finalmente, aparte del edificio principal, Menorca Experimental consta de nueve villas privadas. Cada una de ellas cuenta con su propia piscina, lo que permite un aislamiento más íntimo.
Las hamacas bordean una piscina comunitaria en un área rodeada de bajos muros de piedra. En cuanto a los terrenos del agroturismo, se prestó especial atención a la restauración de los huertos y a cuidar un jardín que suministra los productos para el restaurante y el bar de cócteles. Y si la calma y entorno repleto de naturaleza del complejo no es suficiente, hay varios senderos de piedra natural que conducen a la playa más cercana.
Fotografías: Karel Balas.
Para más información visiten: CHZON Dorothée Meilichzon
Vía: Diariodesign
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