A Guarda es un municipio del sudoeste de Galicia y la población más meridional de la provincia de Pontevedra (España), con un marcado paisaje Atlántico donde las olas baten con fuerza contra las rocas situadas a los pies de esta casa. En un principio, sus propietarios pensaron hacer sólo pequeños cambios para convertirla en una segunda residencia, pero las posibilidades que ofrecía y la belleza del paisaje acabó convenciéndoles de que tenía que ser su hogar habitual.
La idea era transformar la vivienda en un universo atemporal. Un espacio rico y complejo, con vistas cruzadas, donde los límites se diluyen para permitir que los habitantes se relacionen en todo momento, incluso cuando se encuentran en distintas estancias. Y también flexible, para adaptarlo fácilmente a los cambios que puedan sobrevenir en el futuro.
La propuesta de Castroferro Arquitectos situó en una espina central un núcleo que alberga las estancias húmedas y los vestidores de la casa. De esta manera, la zona de día se articula hacia el Oeste, disfrutando de las magníficas vistas que ofrece el océano en A Guarda. Cuatro costillas de madera de roble sirven para generar cinco zonas (la cocina, el comedor, la zona de chimenea, la sala de estar y una última sin uso definido, tratada como un lugar de transición entre espacios) con un espacio similar y alta flexibilidad, capaces de ajustarse a las necesidades de los usuarios.
Relación visual abierta.
La relación visual que se da entre estas zonas se amplía a la planta alta, donde se ha situado una oficina, conectada con una escalera tratada como otra pieza del mobiliario, ya que sirve como elemento de almacenaje. “Su ubicación más elevada le confiere cierta independencia, que resultaba necesaria dada su función. Aún así, se establece una integración espacial total con la planta baja, reafirmada por las costillas que pautan la vivienda”.
El interiorismo de la zona de día, como sucede en toda la casa, se resuelve con los mínimos elementos, tanto a nivel de materiales como de mobiliario. Los primeros se reducen a tan solo tres: el color blanco, el roble y el hormigón pulido del suelo. Por su parte, los muebles se limitan a los estrictamente necesarios para satisfacer las necesidades actuales de los propietarios, que deseaban iniciar esta nueva etapa vital sin sobrecargas, descubriendo poco a poco las posibilidades y exigencias de cada espacio.
La zona de noche, orientada a este y con la presencia del monte de Santa Tegra como referente, recoge cuatro de los espacios definidos por la estructura de costillas de roble: una suite principal independiente, dos habitaciones infantiles en el centro y una cuarta estancia sin definir. Estos espacios pueden conectarse entre ellos pudiendo, también en esta zona, generar un mayor abanico de opciones presentes y futuras que la simple disposición de dormitorios independientes.
Para más información visiten: Castroferro
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