Los propietarios de esta vivienda, situada en el barrio de Sarriá, en Barcelona, buscaron con esta reforma reorganizar el espacio y disponer de una cocina conectada con el salón comedor, pero con la posibilidad de cerrarla cuando fuera necesario mediante una gran puerta corredera.
El proyecto, desarrollado por el arquitecto Martí Font y el estudio de interiores Clysa, ha apostado por el color blanco, que se intensifica con la abundante luz natural que entra a través de dos ventanales y de una puerta acristalada de salida a un balcón exterior.
El espacio se ha equipado con mobiliario del programa Line blanco seda mate de Santos, distribuido en dos frentes paralelos separados por una isla en la que se integra una mesa alta de madera envejecida de pino natural. Esta distribución está orientada a “extraer la máxima funcionalidad y capacidad del espacio sin llegar a recargar el ambiente. De esta forma, se consigue que la cocina resulte cómoda y agradable no solo para trabajar, sino también para los momentos de ocio”.
La gran isla ha sido elegida para albergar una amplia superficie de trabajo, la zona de cocción con una placa de inducción y un teppan yaki, y varios espacios de almacenaje. En esta zona destaca, por su discreción, la campana encastrada en el techo que deja libre de obstáculos visuales el centro de la cocina. Alrededor de la isla y de la mesa adjunta se ha dejado el suficiente espacio de circulación y de trabajo para que varias personas pueden moverse o trabajar sin molestarse.
En el conjunto de la cocina, la isla y la mesa proporcionan un bello contraste de color y texturas, convirtiéndose en el punto focal de atención.
El resto del programa funcional se distribuye en los extremos de este volumen central: el fregadero y el frigorífico ocupan la pared más cercana a la zona de cocción, mientras que en la pared más cercana a la mesa, se ubica un espacio de almacenaje y electrodomésticos. De esta manera, se evitan desplazamientos y pérdidas de tiempo innecesarias.
La parte central del área de fregado está compuesta por tres muebles bajos: un módulo con puerta y estantes que alberga el sistema de osmosis, un lavavajillas totalmente integrado y un portafregadero que, en solo 60 centímetros de ancho, ofrece cubos de reciclaje y un cajón interior para organizar accesorios de limpieza. Sobre esta composición, apilados de dos en dos, se disponen cuatro armarios altos horizontales con apertura abatible.
En el extremo opuesto de la cocina, dos muebles columna acogen una caldera, un horno, un microondas y varios módulos de almacenaje,todo ello de manera organizada y en un espacio muy reducido. La encimera que cubre estos muebles se equipa con tomas de corriente para pequeños electrodomésticos, resultando una zona de trabajo perfecta para preparar un desayuno. Para dar una continuidad, ésta y el resto de encimeras son el modelo blanco Zeus de Silestone.
A continuación y fuera del espacio de cocina, se ha ubicado una gran despensa con dos columnas portaprovisiones. El seguir la misma estética que en el resto del mobiliario ha permitido que no desentone en esta zona de acceso a la vivienda, incluso cuando la puerta corredera está cerrada.
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