
Para reflejar esa visión minimalista, Jelle Van Laer y Ben Depuydt eligieron volúmenes límpios, líneas rectas y un omnipresente color blanco, apenas roto por algunos elementos de mobiliario negros y un mueble de baño de color naranja que queda oculto en la parte posterior del local. También concedieron especial importancia a la utilización de diferentes materiales, la iluminación y los detalles finales.

La oficina se dividió en dos zonas por medio de un
panel central en cobre, que tiene como propósito ocultar parte del escritorio. Los clientes son recibidos frente a este volumen, mientras que detrás se localizan dos unidades de trabajo.
Todo el escritorio se llevó a cabo a partir de un volumen dividido en tres partes. Dos piezas sirven como espacio de trabajo y una tercera se ha destinado a mesa de reuniones.

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