El concepto de viaje es el que atraviesa todo el interiorismo. No solo por tratarse de un hotel, donde se alojan personas en tránsito, sino porque entrar en él es también viajar en el tiempo: a través de distintas estéticas y a través de la historia migrante de la familia fundadora, arribada a Chile en el legendario Winnipeg en 1939. A través del diseño de interior se buscó dar vida a una geografía con reminiscencias caribeñas, a ratos con guiños europeos clásicos y a ratos simplemente ficticia; un espacio onírico, que alude a una naturaleza prístina y voraz.
En esta búsqueda se potenciaron diferentes estéticas latinoamericanas en combinación con estilos como el Art déco, elementos europeos como las boiseries de madera y ciertos objetos de bronce. Los pisos de cerámico y muros de mosaicos remiten a un clima húmedo propio de Centro América, generando una sensación fresca. Se trajeron de Francia murales pintados a mano que evocan exóticos paisajes. Todo esto, potenciado con un uso atrevido del color que contribuye a esta atmósfera singular de geografía inclasificable, convirtiendo al Hotel Bidasoa en un lugar de encuentro, con una función activa en la ciudad de Santiago.
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