Se les encargó una librería de venta de libros. Los requerimientos para el diseño fueron un pequeño depósito, una sección importante para libros infantiles, una cierta cantidad de islas y la necesidad (dentro de las mismas bibliotecas) de que existiera un sistema para mostrar los libros de frente.
Su propuesta fue cambiar el paradigma de zonificación de los locales, pensarlo en corte y no en planta como generalmente se proyecta. Aprovechando una altura de 5 m del cielorraso, pensaron en distribuir el sector de depósito en la zona alta de la biblioteca. En la zona central generaron, donde está el ojo del observador, un sistema para mostrar los libros de frente y, en la zona baja, de 90cm para abajo, el sector de niños. Así se logró abarcar toda la librería con las 3 premisas.
A la parte de niños se la pintó de un amarillo en degradé de adelante hacia atrás, lo que logró crear un recorrido y una fácil identificación de los niños con su sector.
En cuanto al lenguaje que se utilizó para hacer las bibliotecas, la idea era desestructurar el espacio con cubos de diferentes tamaños que se pudieran ir combinando y generando diferentes situaciones de exposición. Se pensó en una estructura de caños y madera ya que debía ser una estructura resistente a los 4,50 m de altura y a todo el peso de los libros. Es por eso que se usaron caños de 40x40 que conformaron macros cuadrados que contienen cubos de madera de fenólico de 30x30x30, 30x30x60, 30x30x90, 60x30x60 y 90x30x90 (estos últimos con tapa). La medida guía para realizar la modulación era de 30.
En este proyecto, trabajaron sobre el concepto conjuntamente con la diseñadora gráfica. Se buscó el origen de los libros en las letras y caracteres, por lo que se hicieron aplicaciones de distintas tipografías y caracteres en las tapas de los cubos. Para reforzar esta idea y como para generar un ícono dentro del local donde la gente pueda tomar pertenencia y sentirse atraído, recrearon una máquina de escribir a gran escala como una suerte de grada para que la gente se pueda sentar y disfrutar de la lectura.
Para la zona de la caja se utilizó un color negro para resaltar el fondo ya que es un lugar fuerte de exposición si hablamos de compra de impulso, al igual que el mostrador de caja, que tiene espacios de exposición con este mismo fin.
El local, que se cierra de noche con una cortina, se encuentra casi en su totalidad abierto al shopping.
Lo que querían lograr era que forme parte del paseo que la gente hace caminando por los pasillos y que, de alguna manera, caigan a la librería sin ninguna traba (como una puerta) que inhibe a la gente que simplemente quiere conocer. Se dejó un pequeño espacio de vidriera para tapar la zona de caja y comunicar últimos lanzamientos y terminar el gesto de la biblioteca.
Se dejó el cielorraso original del shopping pintado de negro pero, con la iluminación, se generó un plano de cielorraso virtual con 24 lámparas galponeras pintadas de negro por debajo y amarillo por arriba.
El piso se materializó con cuadrados de fenólicos que generan una trama parecida a la de los macro cuadrados de las bibliotecas.
La cartelería se resolvió con los mismos materiales de todas las bibliotecas e islas y se colgó en el ingreso con letras corpóreas para que formara parte del contexto. También se tuvo en cuenta a los niños; se generó, con otra tipografía más infantil y a la altura de ellos, un cartel de letras amarillas.
Como conclusión, el objetivo fue lograr con un solo gesto fuerte, que es el de una biblioteca de 4,5 m de alto que contempla todo el programa y da la vuelta al local entero incluso a la vidriera, un impacto y una necesidad de entrar a conocer.
Al fin y al cabo, lo que más importa en la arquitectura comercial es lograr que la gente quiera entrar al local.
Para más información visiten: Pablo Dellatorre, Estudio Montevideo
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