“Es cuando duermo que veo claro”, decía el poeta. Pero todos también queremos ver claro mientras estamos despiertos. Cuando recibieron el encargo de rediseñar un centro óptico se imaginaron un espacio nítido, luminoso, comprensible y racional. Dejaron fuera la confusión y la ambigüedad, conscientes de la función que desarrolla la actividad que tenían que resolver.
Justo detrás del atrio nos encontramos con el espacio de atención y la tienda; también con el taller: una de las piezas clave de su proyecto. A partir del trabajo previo de conocimiento del cliente entendieron que, en esta óptica, el taller no puede ser una trastienda como lo ha venido siendo hasta ahora. Es por ello que, como en un restaurante con cocina abierta, lo han hecho participar del espacio central, sólo filtrado por un vidrio que acoge la mayor exposición de gafas de la óptica. Las piezas cerradas – gabinete óptico, despacho, almacén y servicios– las colocaron en la cola que forma el local en su parte posterior izquierda, de modo que les ayudan a regularizar su forma y a absorber la pérdida de cota que se produce en este ámbito.
Los vidrios ópticos iluminados o retro iluminados de la distribución así como los paramentos, confieren al espacio un carácter de nube luminosa. Tan sólo la estructura de madera recuperada y ampliada del atrio osa romper la pureza del blanco dominante: un espacio comercial de experiencia, conocimiento e innovación donde no hay dormir para ver claro.
Para más información visiten: Arnau Vergès Tejero
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