El Barrafina es uno de los bares de moda en la capital inglesa. Y tiene mérito porque es una cadena de tapas formada por tres locales, todos situados en la capital británica Su éxito es tal que el segundo Barrafina ha llegado a situarse en el primer puesto de la lista del mejor restaurante del Reino Unido según la revista Restaurant, la misma que le ha otorgado este año al Celler de Can Roca la distinción del mejor restaurante del mundo.
El mérito del Barrafina, por cierto, es triple. Para empezar, Nieves es la primera chef femenina que consigue dicho premio. Por otra parte se trata de una cadena de bar de tapas que no admite reservas, una imagen muy alejada de los locales que compiten en estas listas. Y por consiguiente, ha roto el escenario tradicional de los restaurantes galardonados, al permitir que los comensales estén más cerca del lugar donde se prepara la comida.
Su éxito también se refleja en cada local que inaugura. El tercero, en este caso, tiene una cocina tres veces más grande que la primera y da cabida a veintinueve clientes, entre los taburetes de la barra y dos mesas para grupos.
Si Nieves se encarga de proporcionar auténticas croquetas de bacalao, el reputado estudio del arquitecto Andy Martin es el responsable de la estética del lugar. Todos los Barrafina siguen las mismas directrices pero con cambios sutiles. En todo caso, el espacio siempre conserva el sabor de un bar de tapas pero con look clásico español, tal y como lo entiende el arquitecto inglés.
El último Barrafina está situado en el bajo de un edificio que da a dos calles y está clasificado como Edificio Catalogado, lo que ha implicado respetar ciertos parámetros de cara a transformarlo en restaurante.
La cocina y la barra continúan siendo el eje del diseño pero esta vez adquiere su propia personalidad con el tratamiento que le han dado a las paredes. Puesto que había que conservar el muro de piedra, a Martin se le ocurrió una solución para distinguir la zona de la barra del pequeño comedor donde están las dos grandes mesas.
En este segundo espacio ha creado una especie de caja dentro de la habitación, de modo que cuando uno echa un vistazo por cualquiera de los dos grandes ventanales, lo que ve es un muro de ladrillo. Mientras que en la zona principal, donde está la barra, las aperturas originales del muro de piedra dan directamente a la calle.
Otra variación es la introducción de nuevas formas y tejidos para el mobiliario. La combinación de los colores rojo y blanco, con tres materiales nobles – madera, acero, piel y mármol – junto con las alfombras del comedor marca todo el diseño.
La zona de la barra tiene el mismo aspecto que podría tener un bar en España. Sólo cuando uno mira por las ventanas, aterriza en Inglaterra. Incluso la propia puerta de acceso tiene aspecto bristish. Pero una vez traspasada, destacan la barra de mármol bicolor con acabados de acero, la combinación del rojo y el metal en los taburetes, la cocina de acero, el muro de piedra a la vista y el brillante suelo de mármol.
En el comedor hay una parte de la cocina abierta. El rojo se convierte en el protagonista al estar presente en la mitad de la pared, el forro de las sillas, las alfombras y los cuadros colgados. El blanco y la madera lo acompañan en esta estancia. La madera, por cierto, está presente tanto en el mobiliario como en el suelo.
De cara a la iluminación, la escayola del techo del comedor está compuesta por dos alturas, formando una especie de grandes huecos. Esto permite esconder un poco los conductos y colocar luces que iluminen el interior de estos recovecos.
La vegetación es poca pero no se nos escapa el bonsái de naranjo. Lo dicho, como si uno estuviera en casa.
Para más información visiten: Barrafina, Andy Martin Architecture
Vía: diarioDESIGN
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