Las frías cafeterías y los fast foods convencionales de los aeropuertos son cosa del pasado. La tendencia pasa por espacios más cálidos y de diseño más cuidado. El Adolfo Suárez Madrid-Barajas hace tiempo que ‘tomó esa pista’ pero ahora, no sólo suma uno más con el Pepito Grillo, sino que encima añade un Sandra Tarruella a sus instalaciones.
Situado en la segunda planta de la terminal T4 y con una superficie de más 600 metros cuadrados, es el restaurante más cercano al puente aéreo Madrid-Barcelona y la sala VIP.
La clientela que concurre por esta zona – mayoritariamente de perfil ejecutivo – condiciona el proyecto, ganado a través del concurso organizado por AENA en 2012 para Areas, la compañía de Food & Beverage y Travel Retail que gestiona la restauración del aeródromo madrileño.
El cliente ejecutivo puede permitirse una carta más elaborada y detalles como la degustación de vinos, de modo que el proyecto buscaba ofrecerle este servicio, y el diseño – como siempre – es la mejor tarjeta de invitación.
Richard Trenchs y Olga Pajares, del equipo de Tarruella, firman el interiorismo de este restaurante que destaca visualmente por sus volúmenes altos y su distribución por niveles.
Este juego topográfico busca atraer al cliente a través de la preparación y exposición de los productos, pues ello le permite ver los estándares de calidad que maneja el establecimiento.
Para ello han repartido la preparación de los productos calientes, fríos, los postres y las bebidas en varios puntos del espacio. De este modo “se polariza la actividad y su atractivo”, explica el estudio.
Básicamente hay dos niveles. A ras de suelo está la cocina a la vista, la zona de las ensaladas y los postres, una barra de mármol para las bebidas y cafés, y una estantería de hierro para los vinos.
El cliente puede comer en la barra de la cocina sentado en taburetes o en la zona de los comedores, repartidos sobre una plataforma con diferentes tipos de acceso. Está frente a la cocina y tiene integrada la barra de mármol.
Hablamos de comedores en plural porque el espacio se divide en pequeñas áreas organizadas por diferentes tipos de mesas y asientos: mesas individuales, circulares y rectangulares para grupos pequeños, y comunitarias con bancos corridos.
Aunque los que realmente limitan el espacio son los pórticos de hierro. Son multifucionales: actúan de barandilla, crean la falsa ilusión de un techo y sirven además para potenciar la altura y reforzar la iluminación. Y todo ello “sin interferir en la percepción global del espacio”.
Madera y hierro son, pues, los materiales que más destacan, otorgando una ambientación acogedora pero con un punto de sofistificación al que también contribuyen el deployé de las estanterías, el mármol de la barra y el gres porcelánico del suelo.
Destaca la madera de roble en el suelo de la plataforma, la cual se dispone en sentidos opuestos, creando un juego de lamas que sube por la pared y crea un mural como telón de fondo.
El diseño se completa con un mobiliario acabado en sillas y taburetes de madera y cuero, bancos corridos de piel y cemento, mesas con sobres de roble y muebles de hierro y roble.
El hierro y el cuero crean un tono carbón que aporta elegancia y seriedad al conjunto, el cual, a su vez, se fusiona cromáticamente con el techo de lamas de madera y las vigas amarillas de la terminal.
La iluminación, por último, también se divide en dos formas: una más fría, escondida en los pórticos de hierro, y otra más cálida con lámparas de madera repartidas en bancos y barras.
Como detalle, destacar las pantallas electrónicas de la cocina que anuncian los platos del día en un guiño a los paneles de información de los vuelos.
Para más información visiten: Pepito Grillo
Vía: diarioDESIGN
No hay comentarios:
Publicar un comentario