Responder a múltiples situaciones.
Originariamente, este quinto piso de un edificio plurifamiliar, con orientación suroeste, contaba con un espacio de estar-cocina-comedor, una gran habitación con vestidor y dos baños. En esta nueva etapa, la vivienda se planteó como «una segunda residencia para una familia numerosa que reside a escasos kilómetros, un pequeño apartamento accesible para abstraerse del día a día, un pequeño refugio para escapadas puntuales. Esta situación implicó la necesidad de que la vivienda respondiera a múltiples situaciones, ya sea para acoger a una pareja, un grupo de amigos o a toda la familia», explican los arquitectos.
Mirando al mar.
En consecuencia, la intervención tuvo como fin liberar el mayor espacio posible frente al mar, donde se disfruta de las mejores vistas, que se extienden hasta el frente marítimo de la Ciudad Condal. En la nueva distribución, los usos de paso, almacenaje y circulación de instalaciones se concentraron en un elemento central que, al mismo tiempo, organiza las diferentes estancias de la casa, segregando dos de las habitaciones. Este elemento vertebrador «se perforó diagonalizando la vivienda de tal manera que desde cualquier punto, por muy alejado que esté, se ve el mar, buscando dar sensación de amplitud y generando visuales cruzadas».
Espacios flexibles.
El resto de estancias no se proyectaron como espacios estancos sino como espacios flexibles capaces de convertirse, en un momento determinado, en habitaciones para dar cabida a toda la familia, pero que funcionan como espacios abiertos en el día a día.
Para destacar el elemento central, se utilizó la madera de roble que contrasta con las paredes y el resto de materiales neutros. El pavimento se resolvió con una tarima de roble natural, mientras que la terraza se pavimentó con cerámica artesanal, entroncando con la obra vista característica de la fachada del edificio.
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