La sala principal del restaurante se desarrolla sobre una terraza abandonada. El espacio se cubre con una estructura muy liviana y económica.
La estructura se pinta de blanco, así como los muros de medianera en ladrillo de las edificaciones adyacentes, para conferir el máximo de luminosidad, aumentar el confort climático y dar protagonismo a las varias tonalidades de verde de los elementos naturales.
Encima de la cubierta se posiciona un sistema de cables metálicos con el fin de soportar y permitir el crecimiento direccionado de plantas enredaderas que tienen la función de generar una capa ecológica y proyectiva en la parte alta del proyecto: una doble piel que permite bloquear los rayos del sol antes de llegar a contacto con los materiales artificiales y prevenir así el calentamiento del espacio interno.
No se utiliza entonces ningún tipo de sistemas -dispendiosos, contaminantes, antiecológicos- de aire acondicionado o de ventilación artificial.
La altura del espacio favorece la dispersión del aire caliente, que sube hacia los puntos más altos y sale con facilidad gracias a la ausencia de paredes cerradas. La presencia de fachadas permeables genera un flujo de aire constante que penetra en el interior de forma natural generando unas brisas que han definido “aire acondicionado natural”.
En la cubierta está previsto el espacio para posicionar paneles solares para producir la energía indispensable para el funcionamiento de la cocina y por iluminar el espacio en las horas nocturnas.
La fachada principal está constituida por elementos livianos, esbeltos y económicos, en madera, posicionados según un ritmo dinámico que es un homenaje a los grabados de los maestros japoneses Katsushika Hokusai e Utagawa Hiroshige.
El proyecto es dicotómico. La parte de abajo es estereotómica, para las actividades más privadas, como la preparación de los alimentos. La zona superior es más permeable y abierta. Aquí la arquitectura casi desaparece; se reduce a un sistema para el rápido crecimiento de los elementos naturales. Una arquitectura de contenedores escondidos -para las raíces de las plantas- y de líneas que se prolongan hacia al cielo, para controlar el crecimiento de las enredaderas.
Una de las áreas del pavimento, en cerámica esmaltada, proviene de la demolición de una antigua casa, así como los elementos quiebra soles en mimbre, provenientes de un viejo restaurante.
Las paredes de los servicios higiénicos se revisten de laminilla de oro con el fin de generar un tenue contraste con el blanco de los calados (utilizados para permitir el acceso de los flujos de aire al interior de los espacios más íntimos) y un sistema poético de brillos y de reflejos que quiere ser un homenaje a la maestría de los artesanos prehispánicos.
La altura del espacio favorece la dispersión del aire caliente, que sube hacia los puntos más altos y sale con facilidad gracias a la ausencia de paredes cerradas. La presencia de fachadas permeables genera un flujo de aire constante que penetra en el interior de forma natural generando unas brisas que han definido “aire acondicionado natural”.
En la cubierta está previsto el espacio para posicionar paneles solares para producir la energía indispensable para el funcionamiento de la cocina y por iluminar el espacio en las horas nocturnas.
La fachada principal está constituida por elementos livianos, esbeltos y económicos, en madera, posicionados según un ritmo dinámico que es un homenaje a los grabados de los maestros japoneses Katsushika Hokusai e Utagawa Hiroshige.
El proyecto es dicotómico. La parte de abajo es estereotómica, para las actividades más privadas, como la preparación de los alimentos. La zona superior es más permeable y abierta. Aquí la arquitectura casi desaparece; se reduce a un sistema para el rápido crecimiento de los elementos naturales. Una arquitectura de contenedores escondidos -para las raíces de las plantas- y de líneas que se prolongan hacia al cielo, para controlar el crecimiento de las enredaderas.
En la definición de los elementos del mobiliario se optó por la recuperación, rehabilitación y transformación de elementos de segunda mano: lámparas, mesas, sillas: reutilizadas, repintadas y posicionadas en el espacio de forma estratégica.
Una de las áreas del pavimento, en cerámica esmaltada, proviene de la demolición de una antigua casa, así como los elementos quiebra soles en mimbre, provenientes de un viejo restaurante.
Las paredes de los servicios higiénicos se revisten de laminilla de oro con el fin de generar un tenue contraste con el blanco de los calados (utilizados para permitir el acceso de los flujos de aire al interior de los espacios más íntimos) y un sistema poético de brillos y de reflejos que quiere ser un homenaje a la maestría de los artesanos prehispánicos.
La arquitectura entra en un proceso de desmaterialización. No existen volumen cerrados, ni vidrios. La piel es natural. Los elementos en madera de la fachada son el soporte para el crecimiento de las enredaderas, que atrapan las partículas aéreas contaminantes y producen oxígeno. La arquitectura es un medio para la oxigenación de nuestras ciudades, siempre más contaminadas.
En un medio urbano en el cual estamos acostumbrados al ruido, han intentado seguir los consejos del maestro Luis Barragán, y generar relax y silencio: un oasis fresco en el medio de una ciudad caliente, frenética, y caótica.
Con el paso del tiempo la arquitectura perderá importancia y dejará el protagonismo a los elementos naturales. Es un espacio que respira, en el cual deleitarse con la compañía de los amigos en un ambiente de total sosiego. Acoge los flujos de aire, las flores, las palmeras, pequeños pájaros, mariposas. Es una “arquitectura viviente” que se desarrolla con el tiempo y que contribuye a la oxigenación de la urbe.
Para más información visiten: Luca Bullaro Arquitectura
No hay comentarios:
Publicar un comentario