lunes, 30 de noviembre de 2015

El sueño de una pareja francesa de escaparse a vivir en el Borne.

Suponga que le encanta Barcelona y que, aunque no viva en ella, puede escaparse a visitarla cada mes. Pero no a un hotel. Por este estilo de vida ha apostado una pareja francesa, que ha invertido en una propiedad digamos ‘coqueta’ en uno de los barrios con más alta densidad de cool por metro cuadrado en la ciudad condal. La rehabilitación, ingeniosa, lúcida, bien pensada y aprovechada, la encargaron al estudio Egue y Seta. He aquí la memoria de una gran reforma.

Este matrimonio francés de mediana edad, aunque ama París por sobre todas las cosas, también adora huir de él: querían cambiar Sena por Mediterráneo, omelette por truita y a Edith Piaff por Peret. Durante los últimos diez años y cada vez que han podido, J.P. y Marie han estado viniendo a Barcelona a dejarse las suelas sobre los adoquines del Borne y a descubrir sus terracitas y pequeñas tiendas.
Y una tarde, toparon con una pequeña y desconocida placita para la mayoría, rodeada de calles estrechas peatonales y añeja como su nombre: Sant Agustí Vell. De vuelta a su hotel y revisando las fotos en la pantalla de la cámara Marie leyó un cartel que ponía “en venda” en uno de los balcones que miraba sobre la plaza. Se lo mostró a su marido… y la siguiente sesión de fotos que se produjo por aquellos lados es la que mostramos en este reportaje.
O sea que esta es la segunda residencia de esta pareja, con una sola habitación de invitados -para alojar al eventual amigo que se apuntó al viaje a última hora (con su baño privado)-. Así, la cocina, el salón y el comedor dejan de ser por fuerza habitaciones pequeñas, oscuras o separadas y con el cambio se integran fácilmente en una única y amplia estancia, llena de luz y versatilidad.
Espacios y palabras como vestíbulo, antecámara, recibidor, foyer… A día de hoy, sólo significan metros cuadrados desperdiciados que sin duda están mejor empleados si se les suman a la extensión útil de espacios con una clara vocación práctica. A saber, comer, disfrutar, compartir… en vez de “sólo pisar y pasar”.
Aunque el estudio remarca “no haber inventado la madera para este proyecto ni haber sido los primeros en colocarla en suelo” la combina con un mosaico hexagonal que, a su vez, delimita el área destinada para la cocina y aguanta mejor el fregado. También emplea la madera en dos tonalidades (una más oscura y otra más clara) según la cantidad de luz natural que reciben las dos mitades de la casa, pública y privada, en un criterio hasta ahora menos explotado.
Siguiendo las lamas de madera que nacen bajo una alfombra de la zona del sofá se va la vista y los pies desde el sofá hasta la mesa del comedor, rodeada de sillas e iluminada por un par de lámparas colgantes en forma de batidor.
Pero no todo han sido sonrisas, en este proyecto. Tirar abajo los tabiques necesarios para conseguir esta estancia ha costado Dios y ayuda, en forma de un terco arquitecto y 10 obreros armados con puntales de hierro y una viga del tamaño de un cañón (que se pintó, como todo el techo abovedado, en blanco).
A la hora de distribuir el espacio privado, se empezó por ubicar los baños en función de acuerdo a las bajantes existentes. El espacio libre resultante quedó casi automáticamente definido y divido en dos mitades que el estudio se permitió modificar apenas ligeramente para permitir que cada uno de los ocupantes de las habitaciones pudiese asomarse por una ventana real, pero con aislamiento doble, rotura de puente térmico, acústico y hechas en pino melis ignifugo e hidrófugo (para dormir tranquilos).
En el dormitorio de la pareja propietaria, media pared cabecero se ha revestido en papel pintado con motivos decorativos sobre una textura de cemento gastado.
Varios metros de iluminación lineal e indirecta bañan las paredes de ladrillo visto, empapeladas, o alicatadas con mosaicos hidráulico tradicional o de azulejo rectangular colocado en sentido oblicuo. La calidez de la luz cae en un gradiente amarillento en sentido contrario al que en la ducha asciende desde el blanco puro hasta el verde azulado o azul acuoso.

Para este proyecto el estudio Egue y Seta ha confiado en los mecanismos de la serie Living light de Bticino. Esta serie une diseño y tecnología para conseguir una estética elegante, con acabados y superficies para satisfacer todos los gustos estéticos. Las placas escogidas por el estudio para la vivienda han sido de forma cuadrada y acabado Tech, que combinan a la perfección con el resto de la atmósfera del apartamento.

En las paredes algunos espejos murales “ocultan” el único pero generoso armario de la casa y reflejan el efecto indirecto y lineal de la iluminación general, mientras el espejo sobre el lavamanos enfrentado lo multiplica sin parar. Y es que así son los propietarios: tienen más maletas que cajones, guardan poco, viajan mucho y son felices en francés y en catalán.

Para más información visiten: Egue y Seta
Vía: diarioDESIGN













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