Vibrante, colorido, activo, bullicioso, comercial… Estos adjetivos se pueden aplicar tanto al distrito de Karakoy, en Estambul, como a este loft situado en su corazón. El tradicional barrio comercial de la ciudad turca se ha convertido en zona hípster con sus galerías de arte, tiendas y hoteles; mientras que este piso, diseñado por el estudio Ofist, bien podría ser un restaurante o una galería de arte.
El resultado está hecho a propósito. Su localización y la personalidad del cliente – un hombre de 45 años – son los factores principales que han regido el proyecto.
Las keywords, las palabras claves, de este ático de 180 metros cuadrados son según el estudio turco: natural, neutro, práctico y confortable. Cierto. Pese a la predominancia de materiales crudos y un cierto aire masculino, respira ambiente hogareño al mismo tiempo que podría funcionar como restaurante pop-up.
Puesto que la casa está destinada a una sola persona, el proyecto se ha planteado como una sola unidad. Esto es: un espacio diáfano en el que la única división son las dos plantas que conforman el ático. Y casi que ni siquiera eso porque la mitad de la primera planta es de doble altura de modo que desde abajo se puede ver la parte de arriba y viceversa.
Tampoco hay una gran separación visual entre el dormitorio y el baño, las dos estancias de la segunda planta. A malas penas unos pocos paramentos, algunos de ellos traslúcidos.
Al tratarse de una sola unidad, tampoco ha requerido buscar diferentes ideas de diseño para cada estancia. El estilo es prácticamente el mismo en toda la casa, excepto en el corredor que conduce a la habitación de invitados de la primera planta.
Varios son los elementos que destacan en este proyecto. Uno de los principales son sus grandes vistas y, por ende, su luz natural. Las ventanas originales se agrandaron y se abrieron nuevas aberturas. Pero con dos particularidades: las de la planta primera están unidas y se deslizan hasta los extremos, de modo que si se abren todas, la fachada se convierte en una especie de balcón.
Y luego está la claraboya que se ha abierto en el techo de la doble altura, lo que permite luz y vistas tanto en el dormitorio como en el salón. Teniendo en cuenta el aire dramático que confiere la doble altura y que las vistas incluyen una iglesia armenia y la Torre Galata, no hace falta mucha más escenografía.
Pero la tiene. Porque otro elemento protagonista es la gran estantería que recubre una de las paredes que comparten las dos plantas. Hecha de barras de hierro, ocupa toda la superficie, a lo alto y a lo ancho. Esto significa que parte de la estantería da a la cocina, al salón y a la habitación, de modo que, según la zona de la casa donde estemos, es una librería, una despensa o un armario.
Por cierto, para contrarrestar el efecto de bazar, la pared opuesta se ha dejado lisa, con una pared de piedra.
Y si la casa es un mercadillo, la cocina bien podría ser un restaurante. Consta de tres partes y está situada en el medio de esta parte de la casa. Empieza con una mole de hormigón rematada con una estructura de hierro. Esta pieza reúne la encimera y la pila en la superficie, y la lavadora y otras máquinas debajo.
De manera adosada, pero a un nivel inferior, le sigue una mesa formada por otro bloque de hormigón de cantos vivos. Al estar unidos e incluir el mismo material hay continuidad pero bajándolo de altura separan el concepto comedor de cocina.
La última parte es un zócalo, también de hormigón, que soporta la escultural chimenea pero que, en un determinado momento, puede funcionar como un asiento extra. La línea longitudinal y la estética industrial del conjunto son los que recuerdan a la cocina de un restaurante.
La chimenea, que recorre la dos alturas, y está situada en el centro del ático es el tercer protagonista, seguido de la original – aunque no fácil – escalera.
Los materiales empleados también son más principales que secundarios. La piedra, en diferentes formatos, es omnipresente. Con ella se busca un efecto de desnudez, de sinceridad. Y no por ello la casa es fría. La superficie empleada en el baño recuerda a una segunda piel.
De todas formas, el ático gana calidez con una película de madera de irloko que nace en la pared de la fachada y sube hasta la segunda planta llegando a recubrir todo el techo, a modo de cabaña, sólo roto por las tuberías de acero inoxidable a la vista.
Por último, destacar el pasillo que lleva a la habitación de invitados, que con sus tonos ocres y las coloridas obras de arte expuestas bien podría ser una galería de arte.
Para más información visiten: Ofist
Vía: diarioDESIGN
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