Los hoteles instalados en edificios históricos a menudo pecan de frialdad. La necesaria conservación del patrimonio histórico suele contener los excesos, para caer en unos interiores impersonales. El hotel Abadía de Fontevraud, recién inaugurado, sustituye a un establecimiento anterior que cerró hace un par de años. Ocupa un edificio del siglo XII dónde estuvo enterrado nada menos que Ricardo Corazón de León y donde todavía hay recuerdos de su madre, la reina Leonor de Aquitania.
El estudio de arquitectura Jouin Manku ha proyectado este nuevo establecimiento hotelero en una de las ciudades francesas con más historia, Anjou, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. El proyecto ha sabido combinar una visión contemporánea con el necesario respeto por la historia. Todo ha sido diseñado para proporcionar el máximo confort al huésped, respetando los valores del entorno.
El nuevo hotel consta de 52 habitaciones, cada una distinta bien por la forma o el tamaño, pero en todas reina la tranquilidad. Uno de los objetivos del hotel es mantener el ambiente silencioso original de la abadía, un sosiego al que contribuyen los colores neutros de los muebles, la ropa de cama e incluso las toallas. Todo son líneas puras y, en algún caso, los colores neutros se ven rotos por una nota de color; azul petróleo, verde lima, amarillo o naranja, como guiños divertidos entre tanta sobriedad.
Los mismos tonos naturales se pueden encontrar en el restaurante que da al jardín del patio de clausura. Paneles y bancos en distintos tonos de gris forran las paredes, creando un ambiente moderno y, al mismo tiempo, austero. El efecto es que cada mesa está en un lugar privado, sin contacto con el entorno. En el techo, la iluminación se concentra en cada conjunto de mesas formando una especie de nube colgante de madera. Además de la sala capitular y el comedor, el restaurante también ha instalado mesas en el claustro. Estas mesas tienen como peculiaridad que todas miran hacia el jardín y llevan incoprorada una pequeña làmpara para iluminar en las cenas.
Estos mismos paneles forran las paredes de los dormitorios sobre los que se apoyan las camas. Las habitaciones parecen proteger a su huésped de toda amenaza exterior, del ruido y del frío. Un lugar donde refugiarse y descansar.
El hall está equipado con muebles de extrema sencillez, como los sofás de estructura de tacos de madera. Una de las estancias más vanguardistas es el iBar, instalado en la antigua capilla, donde historia y tecnología se dan la mano. La barra del bar es una inmensa tablet, una verdadera biblioteca digital que sugiere sitios cercanos qué visitar o explica hechos históricos relacionados con la abadía.
El estudio de arquitectura Jouin Manku ha proyectado este nuevo establecimiento hotelero en una de las ciudades francesas con más historia, Anjou, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. El proyecto ha sabido combinar una visión contemporánea con el necesario respeto por la historia. Todo ha sido diseñado para proporcionar el máximo confort al huésped, respetando los valores del entorno.
El nuevo hotel consta de 52 habitaciones, cada una distinta bien por la forma o el tamaño, pero en todas reina la tranquilidad. Uno de los objetivos del hotel es mantener el ambiente silencioso original de la abadía, un sosiego al que contribuyen los colores neutros de los muebles, la ropa de cama e incluso las toallas. Todo son líneas puras y, en algún caso, los colores neutros se ven rotos por una nota de color; azul petróleo, verde lima, amarillo o naranja, como guiños divertidos entre tanta sobriedad.
Los mismos tonos naturales se pueden encontrar en el restaurante que da al jardín del patio de clausura. Paneles y bancos en distintos tonos de gris forran las paredes, creando un ambiente moderno y, al mismo tiempo, austero. El efecto es que cada mesa está en un lugar privado, sin contacto con el entorno. En el techo, la iluminación se concentra en cada conjunto de mesas formando una especie de nube colgante de madera. Además de la sala capitular y el comedor, el restaurante también ha instalado mesas en el claustro. Estas mesas tienen como peculiaridad que todas miran hacia el jardín y llevan incoprorada una pequeña làmpara para iluminar en las cenas.
Estos mismos paneles forran las paredes de los dormitorios sobre los que se apoyan las camas. Las habitaciones parecen proteger a su huésped de toda amenaza exterior, del ruido y del frío. Un lugar donde refugiarse y descansar.
Una de las piezas más espectaculares del hotel es el antiguo refrectorio. Bajo las cùpulas góticas se extiende una larga mesa flanqueada por sillas plegables que pueden sujetarse como si fueran escaños de caro en unos paneles situados en las paredes de piedra.
El hall está equipado con muebles de extrema sencillez, como los sofás de estructura de tacos de madera. Una de las estancias más vanguardistas es el iBar, instalado en la antigua capilla, donde historia y tecnología se dan la mano. La barra del bar es una inmensa tablet, una verdadera biblioteca digital que sugiere sitios cercanos qué visitar o explica hechos históricos relacionados con la abadía.
Todo en el hotel ha sido concebido y diseñado para proporcionar una experiencia inolvidable, en un entorno sobrio, de lujo no ostentoso, donde hasta olor que se ha cuidado hasta el aroma que se percibe. Un hotel definido por una atmósfera que respeta los muros históricos que le rodean.
Para más información visiten: Hotel Fontevraud
Vía: Decoramus
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