El arquitecto Jesús de los Ojos, de Oaestudio, se embarcó en una aventura de tres socios -Antonio Calvo, Charo Chávez y Asami Hatano- con ganas de hacer algo especial para hacer realidad Matilda, un “salón de estar, comer y beber” en lo que fue un bar de copas de la ciudad de Valladolid.
Matilda propone comer a cualquier hora y de forma sana, y cambiando el estereotipo de la intimidad a la hora de degustar un plato. Por ello el centro del establecimiento, sobre el que gira todo, es una gran mesa común que invita a compartir nuestro tiempo con otros.
Fue diseñada y construida específicamente para Matilda, y dispone de un sistema de ruedas en uno de sus extremos que permite moverla a modo de carretilla (lo que de otro modo, debido a las grandes dimensiones del mueble, sería una tarea muy difícil). En el otro extremo se soporta sobre unos caballetes antiguos reciclados.
La recuperación de muebles, el presupuesto limitado y la intervención mínima en el espacio son otras claves de Matilda. El proyecto arquitectónico se hizo realidad de una manera prácticamente familiar: los allegados de los socios fueron los que pusieron cuerpo y alma para poder hacerlo realidad.
Ahora las antiguas paredes se encuentran revestidas de paneles de madera para dar al lugar el calor y la sensación hogareña escogidas. Sobre este panelado, un patrón de líneas de colores y listones de madera genera cierta vibración de aire nórdico en el interior.
La barra, también en madera, esta vez contrachapada, está cubierta de una lámina en verde hierba intenso, haciendo un guiño a la naturaleza. La paleta de color del local inspirada en los años 50 lo dota de ese aire cálido y especial necesario en el establecimiento, lo que también se refleja en el logo.
El resto del mobiliario es sencillo y en su mayoría proviene de Ikea: tres pequeñas mesas se despliegan en la pared del fondo, con taburetes de tipología clásica, y las lámparas de estilo industrial se han situado a baja altura para acentuar el aire de recogimiento.
Un local para sentirse como en casa y poder degustar, en la medida de lo posible, alimentos procedentes de proveedores locales que garantizan calidad y cercanía, y con productos de temporada. El mejor antídoto a las gélidas horas del invierno de la Meseta.
Para más información visiten: Matilda
Vía: diarioDESIGN
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