La arquitecta Glòria Duran firma la ampliación del hotel Gran Claustre. Ella ha proyectado un nuevo edificio que dialoga con la sede original, un antiguo convento situado en el casco antiguo de la localidad de Altafulla (Tarragona). Esta ampliación, llevada a cabo con gran esmero y sensibilidad, dota al hotel preexistente de 19 nuevas habitaciones, un nuevo restaurante (Bruixes de Burriac), dos salas polivalentes y una zona de Spa.
El hotel Gran Claustre nació en 2004 gracias a la rehabilitación de un antiguo convento junto al castillo de los Marqueses de Tamarit. La ampliación, encargada a la arquitecta Glòria Duran hace ya un par de años, ha supuesto una edificación de nueva planta construida en un solar ocupado antiguamente por cuatro viviendas con frente a tres calles.
La nueva edificación responde a la unión de estas fincas, articulándose alrededor de un patio. Por su parte, el núcleo de comunicación vertical (escalera y ascensores) se adosa a la medianera. El acceso al hotel se produce tangencial mente (frente al hotel antiguo), y siguiendo la traza de la edificación.
Un muro de piedra seca nos introduce en el espacio de recepción. Perpendicularmente, y como telón de fondo, un estanque relaciona el espacio interior y el exterior, prolongándose en toda la longitud del patio. Ello crea dos zonas de estar de configuración similar. Su intencionada simetría crea un efecto de reflejo que potencia la sensación de “confusión” entre interior y exterior.
Una chimenea sirve como contrapunto vertical a la longitudinalidad del estanque y enfrenta dos elementos vitales, el agua como elemento exterior y el fuego como elemento interior. En esta planta además de la recepción, se sitúa el nuevo spa, con la zona de aguas y la zona de cabinas de tratamiento, una sala polivalente, los servicios de planta y la administración.
En la planta inferior, y con entrada independiente desde el exterior gracias al desnivel de las calles, se sitúa el restaurante. Aquí también el patio adquiere especial importancia, no sólo como organizador del espacio, sino como pozo de luz natural de esta planta sótano.
Para teatralizar esta fuente de luz, tanto el techo como el pavimento son de color negro. Un muro de piedra seca de nueva creación, que responde al origen de la medianera donde se adosa el patio, atraviesa hacia el interior.
El acceso desde la calle al restaurante se sitúa en una posición central, produciéndose por la puerta original de la fachada que se conserva. La entrada, en el interior, se desplaza hacia un extremo, provocando un recorrido tangencial y posibilitando la distribución de la sala alrededor del patio. Por su parte, la abertura horizontal de la cocina potencia esta directriz. Este recorrido queda definido gracias a un botellero de cristal; este sirve para separar la zona de servicios de la del comedor y, a su vez, define la alineación de la cocina y entrada. Este espacio queda remarcado por el cambio del pavimento, aquí de madera de nogal, así como al techo blanco y a distinta altura.
La elección del cristal en la definición de los materiales de cerramiento de la entrada, el pavimento de cristal negro del patio, el botellero y la ventana de la cocina responde también a la intencionada búsqueda de creación de reflejos. Todo ello permite una repetición de imágenes, especialmente la de las lámparas suspendidas del patio, en los espacios oscuros del interior.
Al final de esta planta, y en una zona totalmente interior, se ubica otra sala del restaurante. Para evitar la sensación de planta sótano y cerrado se ha creado un fondo a modo de gran ventana con la reproducción fotográfica de la imagen de la plaza exterior. La imagen se desdobla en dos planos iluminados; el del fondo, impreso sobre una lona opaca, y el delantero sobre un tul transparente, creando de esta forma un efecto de profundidad.
En las plantas primera y segunda se distribuyen las 19 nuevas habitaciones. Se accede a ellas a través de una pasarela sobre el patio, cubierta con un muro cortina. La visión de las cuatro grandes lámparas esféricas del patio, situadas a diferentes alturas, acusa la relación existente entre este hueco vertical y las cuatro plantas que conforman el nuevo edificio.
En el interiorismo de las habitaciones, por su parte, Glòria Duran se ha inspirado en los minerales y sus cualidades. Este leitmotiv ha guiado la selección de materiales, colores, tejidos, texturas y demás elementos decorativos.
Si en las habitaciones del edificio ya existente se juega con los colores (piedras, naranjas, marrones, berenjena…) en el nuevo proyecto los minerales y piedras preciosas toman el protagonismo y cada habitación se impregna del color y esencia de una de ellas. A elegir: amatista, malaquita, granate, fluorita púrpura, platino, turmalina azul, cobalto, turquesa, zafiro, basalto, azabache, cuarzo nieve, jade, rubí, ágata azul, ópalo blanco, ámbar, aguamarina y marfil.
Para más información visiten: Glòria Duran, Hotel Gran Claustre
Vía: diarioDESIGN
El hotel Gran Claustre nació en 2004 gracias a la rehabilitación de un antiguo convento junto al castillo de los Marqueses de Tamarit. La ampliación, encargada a la arquitecta Glòria Duran hace ya un par de años, ha supuesto una edificación de nueva planta construida en un solar ocupado antiguamente por cuatro viviendas con frente a tres calles.
La nueva edificación responde a la unión de estas fincas, articulándose alrededor de un patio. Por su parte, el núcleo de comunicación vertical (escalera y ascensores) se adosa a la medianera. El acceso al hotel se produce tangencial mente (frente al hotel antiguo), y siguiendo la traza de la edificación.
Un muro de piedra seca nos introduce en el espacio de recepción. Perpendicularmente, y como telón de fondo, un estanque relaciona el espacio interior y el exterior, prolongándose en toda la longitud del patio. Ello crea dos zonas de estar de configuración similar. Su intencionada simetría crea un efecto de reflejo que potencia la sensación de “confusión” entre interior y exterior.
Una chimenea sirve como contrapunto vertical a la longitudinalidad del estanque y enfrenta dos elementos vitales, el agua como elemento exterior y el fuego como elemento interior. En esta planta además de la recepción, se sitúa el nuevo spa, con la zona de aguas y la zona de cabinas de tratamiento, una sala polivalente, los servicios de planta y la administración.
En la planta inferior, y con entrada independiente desde el exterior gracias al desnivel de las calles, se sitúa el restaurante. Aquí también el patio adquiere especial importancia, no sólo como organizador del espacio, sino como pozo de luz natural de esta planta sótano.
Para teatralizar esta fuente de luz, tanto el techo como el pavimento son de color negro. Un muro de piedra seca de nueva creación, que responde al origen de la medianera donde se adosa el patio, atraviesa hacia el interior.
El acceso desde la calle al restaurante se sitúa en una posición central, produciéndose por la puerta original de la fachada que se conserva. La entrada, en el interior, se desplaza hacia un extremo, provocando un recorrido tangencial y posibilitando la distribución de la sala alrededor del patio. Por su parte, la abertura horizontal de la cocina potencia esta directriz. Este recorrido queda definido gracias a un botellero de cristal; este sirve para separar la zona de servicios de la del comedor y, a su vez, define la alineación de la cocina y entrada. Este espacio queda remarcado por el cambio del pavimento, aquí de madera de nogal, así como al techo blanco y a distinta altura.
La elección del cristal en la definición de los materiales de cerramiento de la entrada, el pavimento de cristal negro del patio, el botellero y la ventana de la cocina responde también a la intencionada búsqueda de creación de reflejos. Todo ello permite una repetición de imágenes, especialmente la de las lámparas suspendidas del patio, en los espacios oscuros del interior.
Al final de esta planta, y en una zona totalmente interior, se ubica otra sala del restaurante. Para evitar la sensación de planta sótano y cerrado se ha creado un fondo a modo de gran ventana con la reproducción fotográfica de la imagen de la plaza exterior. La imagen se desdobla en dos planos iluminados; el del fondo, impreso sobre una lona opaca, y el delantero sobre un tul transparente, creando de esta forma un efecto de profundidad.
En las plantas primera y segunda se distribuyen las 19 nuevas habitaciones. Se accede a ellas a través de una pasarela sobre el patio, cubierta con un muro cortina. La visión de las cuatro grandes lámparas esféricas del patio, situadas a diferentes alturas, acusa la relación existente entre este hueco vertical y las cuatro plantas que conforman el nuevo edificio.
En el interiorismo de las habitaciones, por su parte, Glòria Duran se ha inspirado en los minerales y sus cualidades. Este leitmotiv ha guiado la selección de materiales, colores, tejidos, texturas y demás elementos decorativos.
Si en las habitaciones del edificio ya existente se juega con los colores (piedras, naranjas, marrones, berenjena…) en el nuevo proyecto los minerales y piedras preciosas toman el protagonismo y cada habitación se impregna del color y esencia de una de ellas. A elegir: amatista, malaquita, granate, fluorita púrpura, platino, turmalina azul, cobalto, turquesa, zafiro, basalto, azabache, cuarzo nieve, jade, rubí, ágata azul, ópalo blanco, ámbar, aguamarina y marfil.
Para más información visiten: Glòria Duran, Hotel Gran Claustre
Vía: diarioDESIGN
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