Los maniquíes son esos bustos que generalmente encontramos en los escaparates de las tiendas, con la intención de mostrar la ropa de un forma más real, y fiel a cómo nos quedará cuando la pongamos sobre nuestro cuerpo.
Sin embargo últimamente se ha puesto de moda considerarlos una pieza más de decoración, y es cada vez más habitual encontrarlos en viviendas particulares, ya sea en vestidores, buscando una utilidad cercana a la de las tiendas, o en cualquier otra estancia, si buscamos un uso más decorativo.
En un vestidor, el maniquí puede servirnos para colocar en él una pieza destacada que por alguna razón no queremos guardar junto al resto de prendas en el armario. Esto es algo habitual cuando nos hemos esmerado con el planchado de una prenda que nos vamos a poner, y no queremos que se nos arrugue por "aplastamiento".
También es muy cómodo disponer de un maniquí en nuestra habitación cuando nuestro armario ropero está en otra estancia.
Podemos elegir por la noche la ropa que nos vamos a poner al día siguiente y colocarla sobre el busto, sin que tengamos que entrar a otro dormitorio y molestar a quien pudiera dormir en él.
En otras estancias los maniquíes cumplen funciones meramente decorativas, y aquí nuestra imaginación cobra especial protagonismo. Dependiendo del material en el que esté fabricado, podemos convertirlo en una corchera en la que clavar las notas de las cosas que tenemos pendiente hacer.
Aunque también hay ocasiones en las que el propio maniquí ya es en sí mismo un objeto decorativo por derecho.
Vía: Deco Estilo
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