El arquitecto Pablo Serrano y la interiorista Blanca Elorduy, del estudio Dom Arquitectura, han ideado su propio estudio siguiendo unas premisas arquitectónicamente muy ortodoxas: funcionalidad y pragmatismo rigen el diseño de su nueva oficina. Aunque el pequeño local, reconvertido de almacén a despacho, también tiene sitio para alguna concesión más imaginativa.
Debido a las dimensiones ajustadas del espacio, un antiguo almacén de sólo 50 m2, la distribución se ha planteado de forma perimetral, apoyando las seis mesas de trabajo en la fachada exterior. Como archivo, una única estantería oscura recorre el local también de forma perimetral, actuando como elemento unificador.
El estudio se ha abierto visualmente al exterior -la calle y un jardín- gracias a la instalación de unas aberturas acristaladas de vidrio continuo sin montantes, sujeto con carpintería de hierro, que dota al espacio de una gran luminosidad natural. El hierro de la carpintería está pintado en el mismo color gris grafito oscuro que el mobiliario interior. Para posibilitar la graduación del exceso de luz y controlar la privacidad del espacio, se han colocado unos screens interiores del mismo color gris grafito.
Estéticamente, los arquitectos han querido escoger algunos referentes profesionales en la selección de colores: grafito-lápiz y blanco-papel dominan el cromatismo del estudio, limitado por unas paredes blancas aderezadas con una trama de líneas horizontales grises que se degrada de techo a suelo y consigue unificar la irregular planta del local. La iluminación, diseñada también por los propios arquitectos, consiste en una luminaria de papel de pergamino y perfiles de hierro que recorre las distintas mesas de trabajo como un camino iluminado. Unas cálidas lamparitas de sobremesa aportan el toque "doméstico" a las mesas de trabajo.
Y junto a este sobrio interiorismo, una pequeña concesión a la imaginación en el área más privada: el baño se ha pintado de color oscuro y las paredes se han decorado con líneas inspiradas en las cotas iniciales del propio plano. El lavabo, el modelo Urban Barcelona de la marca Roca, representa los edificios más emblemáticos de la ciudad. Y la lámpara, una reinterpretación en verde de la famosa Campari de Ingo Maurer, se ha convertido ahora en la Carlsberg de Dom Arquitectura.
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