Explica el arquitecto que el diseño de la vivienda se planteó como un “verdadero desafío”: la idea era organizar un espacio abierto, actual y flexible como su propietario, bañado por la luz del sol y con un mobiliario mínimo pero que resolviera las necesidades propias de la vida cotidiana de una persona joven.
Originalmente, la casa contaba con una zona de entrada, un baño, una sala y un dormitorio. La reforma eliminó los dos tabiques, que mantenían aislados la estancia principal, la habitación y el recibidor, para crear un ambiente abierto pero “controlado” a voluntad mediante puertas correderas y armarios que separan el vestíbulo del dormitorio. La eliminación de las dos paredes también ha servido para dejar paso libre a la luz.
Las paredes y el suelo del apartamento, que tiene una superficie de 43,72 m², se unificaron bajo el color blanco, un color que proporciona amplitud y luminosidad, aunque se buscaron detalles que rompieran esa uniformidad. Con este motivo, los paneles utilizados para las puertas correderas (divisorias y del armario) están decorados con un patrón geométrico en relieve, que aporta dinamismo a los interiores de la vivienda.
Aunque formen parte de un mismo ambiente, la zona de día y la de noche tienen sus propias personalidades y funciones. La cama sin cabecero se ha situado en el centro de la habitación y un gran espejo amplía visualmente la estancia, mientras que el sofá en forma de L se ubicó en una esquina, bajo la ventana de la fachada, creando una zona de estar pero sin ocupar un excesivo espacio, teniendo en cuenta las dimensiones reducidas del apartamento.
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