martes, 10 de noviembre de 2015

Buenavista Suites: el refugio lanzaroteño que quiso ser volcán.

Un entorno único en el mundo, La Geria y el Parque Nacional de Timanfaya, demandaban la máxima sensibilidad en este proyecto: Buenavista Suites. En él, el arquitecto lanzaroteño afincado en Berlín Néstor Pérez Batista hace un lúcido homenaje a sus raíces y ensalza la tradición de la arquitectura local. Al mismo tiempo, difumina totalmente los límites entre exterior e interior mediante un juego de estratégicas aberturas que construyen el paisaje. ¿Quién mejor que él para explicarlo?

Mayca y Gonzalo R. Bethencourt, propietarios de la finca, mostraron su deseo de establecer una nueva relación visual entre las edificaciones existentes y su entorno desde la base del respeto a la cultura del territorio. Con este reto arranca esta renovación, a cargo del arquitecto lanzaroteño con estudio en Berlín Néstor Pérez Batista.
Situada en La Geria, zona vitivinícola conocida por la singularidad de su paisaje volcánico, y al oeste del Parque de los Volcanes y del Parque Nacional de Timanfaya, esta finca combina el programa residencial con la actividad vinícola y ecológica.
“El paisaje circundante es el argumento central de este proyecto” señala Néstor Perez Batista, el autor de este singular trabajo. Así, uno de los principales retos fue “conseguir que la edificación estableciera una relación estrechísima e imprescindible con el paisaje, de modo que una fuera la extensión del otro, y viceversa”.
Los antiguos establos y almacenes se levantan cerca de la edificación principal dando fachada al norte de la finca y dispuesta en dirección este-oeste. Los requisitos de los clientes incluían dos suites, divididas en dos zonas principales: zona de dormitorio-baño, y zona de estar-cocina, con una superficie aproximada de 40 metros cuadrados cada una.
La primera estancia, al oeste, alberga el salón-comedor de 22 metros cuadrados. La segunda, central-oeste, alberga el dormitorio-baño de aproximadamente 25 metros cuadrados. Ambas tiene una altura de 3,50 metros.
Siguiendo la lógica inmediata, el programa se distribuye en las estancias ya existentes repartidas a lo largo del eje longitudinal este-oeste de la edificación, cuyas proporciones y alturas se adaptan a su uso específico.
Cada espacio se idea de manera individualizada, pero a la vez estratégicamente conectado a sus espacios vecinos y al paisaje, creando así un todo conjunto. Esta estrategia busca apropiarse de los espacios exteriores y, con ello, que pasen a ser una estancia más de la unidad residencial.
La tercera estancia, central-este, alberga un dormitorio-baño de 20 metros cuadrados. Y, la cuarta, al este, alberga el salón-comedor, de aproximadamente 25 metros cuadrados, con una altura de 3,80 metros.
La composición de huecos intenta crear una cierta ambigüedad sobre qué es interior y exterior; al mismo tiempo, el arquitecto ha logrado que las habitaciones se diferencien a través del paisaje que se construye con sus vistas.
El cuidado detallado de aspectos como la iluminación, la geometría espacial, el confort térmico y la privacidad de las estancias permite que la unidad se experimente en su conjunto, proporcionando una gran variedad de condiciones y características espaciales diferenciadas.
Los huecos enfatizan la sensación de apertura y transparencia, evitando a su vez romper la continuidad espacial y las relaciones fluidas que se establecen con el paisaje.
Los espacios eligen arraigarse en el paisaje, completarlo, al maximizar las conexiones entre el interior y el exterior, desdibujando una frontera que permite una fuerte conexión con el lugar.
Para ello, se utilizaron sólo los materiales naturales de la edificación existente y de la arquitectura tradicional de la isla: piedra, madera, barro, cemento, cal y vidrio.

Vía: diarioDESIGN






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