Tras su fachada de aspecto hermético y sobrio, esta casa de 300 m2 diseñada por el arquitecto Thomas Balaban esconde una rica complejidad espacial. El principal reto consistió en llevar luz natural a los espacios de vida ya que, al encontrarse a muy poca distancia de las dos casas vecinas, la entrada de luz diurna se limitaba a su parte central.
Para conseguir la máxima exposición solar directa y con la preocupación de mantener la privacidad, se excavaron dos volúmenes en los laterales de la vivienda para llevar la luz al corazón de la casa.
En la intersección de ambos, se creó un patio central, de forma que cada habitación tiene acceso a la luz natural y a un espacio privado exterior, orientado de acuerdo a la hora del día en que se utilizará la estancia. Los grandes ventanales de esta zona permiten contemplar el movimiento de las personas en su ir y venir por la casa en una experiencia casi teatral.
Además de permitir la entrada de luz, el patio también
sirve para crear una ventilación natural eficiente.
Por otra parte, la fachada acristalada orientada al sur maximiza la captación de luz solar directa en invierno y los suelos radiantes de hormigón también se utilizan como una pequeña masa térmica, ayudando a mitigar las fluctuaciones de la temperatura exterior.
En el exterior, la casa es sobria, ligera y monocromática, haciendo hincapié en la forma general frente a los detalles. Para unificar la estética, los arquitectos buscaron un material en un color natural que pudiera servir para los techos y las paredes como ha sido el aluminio.
Alrededor de las puertas y ventanas se utilizaron paneles planos de hormigón pintados para que coincidieran con el color del revestimiento metálico. En contraste con la frialdad de las superficies verticales, algunas de las terrazas están revestidas de cálidas tarimas de ipé.
En contraste con la complejidad espacial creada por el patio central, el interior se mantiene uniforme con toques cálidos que aparecen en la carpintería y la escalera central. Los suelos de hormigón pulido de color claro y las paredes blancas desplazan el foco de atención hacia la colección de arte y objetos de diseño de los propietarios. La sala de estar, el comedor y la cocina se encuentran en la segunda planta, con el fin de disfrutar al máximo de la luz y la privacidad.
La elegante cocina está organizada en torno a dos elementos: una isla y una zona de almacenamiento en la pared, ambas construidas a partir del mismo material: roble blanco con tratamiento térmico. El intenso color chocolate de la madera rompe con los tonos de las paredes y el suelo gris pálido.
Otros puntos de contraste se encuentran en los tonos más oscuros de los cuartos de baño y en la vegetación cambiante, visible a través de las ventanas. Estos momentos arquitectónicos contribuyen a consolidar el carácter de la casa.
Para más información visiten: Thomas Balaban
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