El reto al que se enfrentaron Frédric Clairoux y Julie Lafontaine (Clairoux) fue el de transformar esta residencia unifamiliar en un espacio contemporáneo, donde también hubiera cabida para los recuerdos familiares que han acompañado a sus propietarios desde hace décadas.

En el exterior, se apostó por recrear el llamado “estilo de la pradera”, mediante líneas horizontales y poniendo en evidencia la belleza de la madera. La búsqueda de espacios amplios guió el diseño de los espacios interiores, que fueron abiertos en busca una extroversión arquitectónica.
En la fachada sur, se abrió una ventana de suelo a techo que inunda de luz natural las dos plantas de la casa. El espléndido paisaje circundante invitó a abrir una abertura en la esquina sureste, en el corazón de la sala de estar, proporcionando una impresionante vista del arroyo cercano.

Los diseñadores quisieron evitar la yuxtaposición blanco-negro tan utilizada durante los últimos años. Como ellos mismos explican su objetivo ha sido “crear un espacio elegante y contemporáneo para dar una nueva vida a un legado arquitectónico del siglo anterior”, donde los muebles y accesorios se eligieron junto a los propietarios de la vivienda. Y añaden “una casa tiene vida y carácter, es algo que siempre está evolucionando, así algunos toques de diseño se añadirán con el tiempo”.
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