
Antes de entrar en una sauna deberemos darnos una ducha con agua caliente y jabón, y una vez fuera de la ducha ya podemos entrar en la sauna sin siquiera esperar a secarnos.
Una vez dentro buscaremos la mejor forma de relajarnos. Podemos sentarnos o tumbarnos en los bancos, y deberemos hacerlo sobre una toalla para evitar quemarnos. En la medida de las posibilidades de la sauna, nos sentaremos en el banco intermedio o superior, ya que colocarse en el banco inferior sobrecarga el corazón.


Una vez fuera deberemos volver a tomar una ducha, en esta ocasión de agua fría, comenzando por los pies e ir subiendo hacia el centro del cuerpo. Esta ducha nos refrigerará el organismo y el contraste de temperaturas hará que aumente la circulación sanguínea por la superficie corporal. Después es recomendable descansar durante 10 o 15 minutos.
Los beneficios de la sauna:

Ayuda a reducir la celulitis y adiposidades, agua y desechos atrapados en receptáculos bajo la piel.
Contribuye a que los vasos sanguíneos periféricos se dilaten, aliviando y curando las lesiones en músculos y tejidos blandos.
Reduce el estrés y la fatiga, relajando los nervios crispados y los músculos anudados.
Quema calorías.
Mejora la piel, arrastrando células muertas e impurezas.
Potencia la aplicación de lodos, fangos y cremas, asegurando una mayor penetración.

El aumento de circulación sanguínea estimula las glándulas sudoríparas, liberando toxinas acumuladas, así como alcohol, nicotina, sodio, ácido sulfúrico y colesterol.
Actualmente, en el mercado hay una amplia gama de saunas tanto para el exterior de su casa como para el interior, es cuestión de buscar la que mejor se adapta a nuestras necesidades y a las dimensiones de nuestro hogar, y disfrutar de ella y de sus beneficios.
Vía: Deco Estilo
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