El bienestar de los huéspedes es el objetivo principal de este hotel-boutique ubicado en una antigua casona de Hondarribia (Guipúzcoa). De modo que el diseño interior del mismo es fundamental para conseguir dicho objetivo.
Por ello, lo primero que hizo Aurora Polo, del estudio vasco Pensando en Blanco™, fue recuperar la esencia y la vitalidad de Villa Lorenea para que los huéspedes se sintieran cómodos y libres en todas las estancias, tal y como uno haría en su propia casa.
Villa Lorenea cuenta con un total de siete habitaciones repartidas en tres plantas. En la planta baja está el salón-comedor, la cocina, el aseo y dos habitaciones. En el primer piso, cuatro habitaciones más, todas ellas con baño propio. Y en el segundo, bajo la cubierta, una suite con vistas al mar Cantábrico en la que destacan sus vigas de madera y su mobiliario chill out.
Los materiales y el mobiliario han sido claves a la hora de dotar de personalidad a la casa. La madera en DM, el roble europeo y el hierro son los principales elementos utilizados. En cuanto a los muebles, si bien algunos han sido diseñados por la propia Aurora Polo, la mayoría (sillas butacas, taburetes, espejos y flexos) proceden de anticuarios y broncantes de Francia, Euskadi y Cataluña. La mesa del salón, por ejemplo, está hecha de tableros viejos reciclados y la acompañan ocho sillas diferentes cada una.
En cuanto a la arquitectura interior, se han respetado todas las aberturas al exterior de la casa para conectar con el jardín y la vegetación del entorno. De hecho, Lorenea significa ‘la casa de las flores’ en euskera.
Las ventanas, además, proporcionan un gran chorro de luz, contribuyendo a hacer las estancias más amplias y luminosas.
Otra de las características es que desde cualquier punto de las habitaciones se visualiza todo el espacio: la zona de descanso, la de trabajo y la de aseo.
Pero que todo el espacio esté abierto no significa que sea el mismo. Cada zona queda perfectamente separada del resto a través de los diferentes materiales utilizados para cada una de ellas.
Por ejemplo, el uso de celosías correderas y lamas americanas para esconder los baños del dormitorio, o para separar la recepción del salón principal.
También la cerámica del suelo ayuda a separar la estancia del baño del resto del dormitorio. Y todo ello sin que se pierda coherencia en el resultado final.
Por otra parte se han combinado maderas muy distintas para conseguir con este contraste “juegos de profundidad y perspectiva”.
El toque final para obtener un ambiente amplio y confortable proviene de una decoración minimalista, en la que destacan algunos guiños divertidos como unas sillas de estampado similar al de las cebras.
Puesto que los espacios son abiertos, había que tener cuidado en la elección del revestimiento de los baños para que no se perdiera el vínculo con el resto de materiales y tonalidades de la habitación. Los tradicionales revestimientos de cerámica, por ejemplo, hubieran roto la relación. De modo que Aurora Polo apostó por el microcemento para las paredes de los aseos.
Este material también para la poza de tres de los baños de las habitaciones, la cual puede ser utilizada tanto como ducha como bañera.
Para las escaleras del hotel, por su parte, se ha utilizado chapa metálica sin tratar, madera de roble y hierro.
El hierro también ha sido utilizado de manera singular en los marcos de las puertas.
Y un último detalle: el homenaje al artista Josef Albers a través de la chimenea del salón principal, hecha de ladrillos macizos, formando dibujos geométricos y sin juntas.
Les dejo la web del hotel: Villa Lorenea
Para más información visiten: Pensando en blanco
Vía: diarioDESIGN
Por ello, lo primero que hizo Aurora Polo, del estudio vasco Pensando en Blanco™, fue recuperar la esencia y la vitalidad de Villa Lorenea para que los huéspedes se sintieran cómodos y libres en todas las estancias, tal y como uno haría en su propia casa.
Villa Lorenea cuenta con un total de siete habitaciones repartidas en tres plantas. En la planta baja está el salón-comedor, la cocina, el aseo y dos habitaciones. En el primer piso, cuatro habitaciones más, todas ellas con baño propio. Y en el segundo, bajo la cubierta, una suite con vistas al mar Cantábrico en la que destacan sus vigas de madera y su mobiliario chill out.
Los materiales y el mobiliario han sido claves a la hora de dotar de personalidad a la casa. La madera en DM, el roble europeo y el hierro son los principales elementos utilizados. En cuanto a los muebles, si bien algunos han sido diseñados por la propia Aurora Polo, la mayoría (sillas butacas, taburetes, espejos y flexos) proceden de anticuarios y broncantes de Francia, Euskadi y Cataluña. La mesa del salón, por ejemplo, está hecha de tableros viejos reciclados y la acompañan ocho sillas diferentes cada una.
En cuanto a la arquitectura interior, se han respetado todas las aberturas al exterior de la casa para conectar con el jardín y la vegetación del entorno. De hecho, Lorenea significa ‘la casa de las flores’ en euskera.
Las ventanas, además, proporcionan un gran chorro de luz, contribuyendo a hacer las estancias más amplias y luminosas.
Otra de las características es que desde cualquier punto de las habitaciones se visualiza todo el espacio: la zona de descanso, la de trabajo y la de aseo.
Pero que todo el espacio esté abierto no significa que sea el mismo. Cada zona queda perfectamente separada del resto a través de los diferentes materiales utilizados para cada una de ellas.
Por ejemplo, el uso de celosías correderas y lamas americanas para esconder los baños del dormitorio, o para separar la recepción del salón principal.
También la cerámica del suelo ayuda a separar la estancia del baño del resto del dormitorio. Y todo ello sin que se pierda coherencia en el resultado final.
Por otra parte se han combinado maderas muy distintas para conseguir con este contraste “juegos de profundidad y perspectiva”.
El toque final para obtener un ambiente amplio y confortable proviene de una decoración minimalista, en la que destacan algunos guiños divertidos como unas sillas de estampado similar al de las cebras.
Puesto que los espacios son abiertos, había que tener cuidado en la elección del revestimiento de los baños para que no se perdiera el vínculo con el resto de materiales y tonalidades de la habitación. Los tradicionales revestimientos de cerámica, por ejemplo, hubieran roto la relación. De modo que Aurora Polo apostó por el microcemento para las paredes de los aseos.
Este material también para la poza de tres de los baños de las habitaciones, la cual puede ser utilizada tanto como ducha como bañera.
Para las escaleras del hotel, por su parte, se ha utilizado chapa metálica sin tratar, madera de roble y hierro.
El hierro también ha sido utilizado de manera singular en los marcos de las puertas.
Y un último detalle: el homenaje al artista Josef Albers a través de la chimenea del salón principal, hecha de ladrillos macizos, formando dibujos geométricos y sin juntas.
Les dejo la web del hotel: Villa Lorenea
Para más información visiten: Pensando en blanco
Vía: diarioDESIGN
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