La lámpara halógena es una variante de la lámpara incandescente, en la que el vidrio se sustituye por un compuesto de cuarzo, que soporta mucho mejor el calor (lo que permite lámparas de tamaño mucho menor, para potencias altas) y el filamento y los gases se encuentran en equilibrio químico, mejorando el rendimiento del filamento y aumentando su vida útil.
Algunas de estas lámparas funcionan a baja tensión (por ejemplo 12 voltios), por lo que requieren de un transformador para su funcionamiento.
La lámpara halógena tiene un rendimiento un poco mejor que la incandescente: 18, 22 lm/W y su vida útil se aumenta hasta las 2000 y 4000 horas de funcionamiento.
La lámpara halógena tiene un filamento de wolframio dentro de una cobertura de cristal de cuarzo con gas halógeno en su interior, que permite que el filamento pueda alcanzar altas temperaturas sin deteriorarse, produciendo mayor eficiencia y una luz más blanca que las bombillas comunes, además de radiar luz ultravioleta.
Por esta razón no se deben utilizar las bombillas o lámparas halógenas para lámparas de mesa que se utilicen como iluminación para la lectura u otras actividades similares. Hay que evitarlas debido a que los rayos ultravioletas o luz ultravioleta que ellas emanan inciden negativamente sobre el cristalino aumentando las posibilidades de acelerar el proceso degenerativo que conduce a la presencia de cataratas. Este efecto negativo, producido por las lámparas halógenas de mesa para la lectura, se potencia por razón de su cercanía a los ojos, lo cual incluye el reflejo de los rayos ultravioleta o luz ultravioleta proveniente de las hojas que se estén leyendo o de los otros elementos con los cuales se esté trabajando. (Para impedir perjuicios en la visión, (esto incluye a los escolares para hacer sus trabajos o tareas) las lámparas para lectura deben tener lámparas de incandescencia corrientes, que son los bombillos o focos esféricos clásicos que se han utilizado para la iluminación de las habitaciones de las casas. También se pueden utilizar las modernas de bajo consumo que tienen el balastro electrónico y no producen vibración de la luz).
Otro problema que tienen es la elevada temperatura que alcanzan, lo que obliga a tomar precauciones para evitar quemaduras si se manipulan encendidas. Asimismo, debe evitarse tocar la ampolla de una de ellas con los dedos, ya que la grasa presente en la piel al calentarse puede dañar (desvitrificar) el cuarzo hasta el punto incluso de destruir la lámpara (por ello, numerosas lámparas halógenas llevan otra ampolla de cristal sobre la propia, permitiendo así su manipulación)
Algunas de estas lámparas funcionan a baja tensión (por ejemplo 12 voltios), por lo que requieren de un transformador para su funcionamiento.
La lámpara halógena tiene un rendimiento un poco mejor que la incandescente: 18, 22 lm/W y su vida útil se aumenta hasta las 2000 y 4000 horas de funcionamiento.
La lámpara halógena tiene un filamento de wolframio dentro de una cobertura de cristal de cuarzo con gas halógeno en su interior, que permite que el filamento pueda alcanzar altas temperaturas sin deteriorarse, produciendo mayor eficiencia y una luz más blanca que las bombillas comunes, además de radiar luz ultravioleta.
Por esta razón no se deben utilizar las bombillas o lámparas halógenas para lámparas de mesa que se utilicen como iluminación para la lectura u otras actividades similares. Hay que evitarlas debido a que los rayos ultravioletas o luz ultravioleta que ellas emanan inciden negativamente sobre el cristalino aumentando las posibilidades de acelerar el proceso degenerativo que conduce a la presencia de cataratas. Este efecto negativo, producido por las lámparas halógenas de mesa para la lectura, se potencia por razón de su cercanía a los ojos, lo cual incluye el reflejo de los rayos ultravioleta o luz ultravioleta proveniente de las hojas que se estén leyendo o de los otros elementos con los cuales se esté trabajando. (Para impedir perjuicios en la visión, (esto incluye a los escolares para hacer sus trabajos o tareas) las lámparas para lectura deben tener lámparas de incandescencia corrientes, que son los bombillos o focos esféricos clásicos que se han utilizado para la iluminación de las habitaciones de las casas. También se pueden utilizar las modernas de bajo consumo que tienen el balastro electrónico y no producen vibración de la luz).
Otro problema que tienen es la elevada temperatura que alcanzan, lo que obliga a tomar precauciones para evitar quemaduras si se manipulan encendidas. Asimismo, debe evitarse tocar la ampolla de una de ellas con los dedos, ya que la grasa presente en la piel al calentarse puede dañar (desvitrificar) el cuarzo hasta el punto incluso de destruir la lámpara (por ello, numerosas lámparas halógenas llevan otra ampolla de cristal sobre la propia, permitiendo así su manipulación)
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