jueves, 4 de abril de 2019

Transiciones de suelos para todos los gustos

Seguro que más de una vez en su vida doméstica ha tenido que enfrentarse al reto de cómo hacer para combinar dos suelos diferentes en casa sin que quede mal.
Las transiciones de suelos son el pan de cada día en cualquier vivienda. Para empezar, baños y cocinas suelen tener un suelo diferente (normalmente azulejo de toda la vida), mientras que en el resto de la casa suele haber tarima flotante, suelos laminados o madera de la buena.
Pero no es esa la única situación que puede plantearse: un caso muy común es cuando se quiere tirar un tabique sin cambiar todo el suelo… En esos casos, el hueco que deja el tabique “eliminado” hay que rellenarlo o disimularlo con algo y eso afecta al pavimento que tiene alrededor.
Otra razón muy común: uno compra una casa con un suelo de madera en muy buenas condiciones salvo en una estancia concreta donde (por ejemplo) hubo una humedad que hace irreparable el pavimento y convendría cambiarlo.
También podemos querer instalar distintos suelos en la casa “a propósito”, por ejemplo para marcar zonas y diferenciarlas del resto, como ocurre muchas veces con las entradas, especialmente si no tienen tabiques (marcar el suelo o el techo suele ser un modo habitual de “construir” un espacio virtual diferenciado mediante el efecto visual.
Por otro lado, también hay que pensar en las transiciones por puro sentido práctico: en grandes espacios, la madera y los laminados necesitan cada cierto tiempo juntas de dilatación para que no se abran, y aunque el suelo sea el mismo en toda la casa hay que pensar cómo tapar esas juntas que normalmente van en sentido contrario a la lama o si cambiar de orientación de la lama según las estancias.
Por último, también existen casas irregulares en las que si empezamos colocando las lamas en línea recta llegará un punto en que en otra se convierta en diagonal siguiendo la misma línea.
En fin, para todas esas ocasiones y para algunas más existen distintos modos de acometer las transiciones entre suelos y en este post vamos a ver que lejos de resultar un inconveniente lo podemos convertir en un aliado estético a efectos decorativos. ¡Vamos allá!

Transiciones entre suelos diferentes
El más común es el que combina un suelo porcelánico o de piedra (ej en baños y cocinas) con una madera o laminado (en el resto de la casa).
En estos casos lo más habitual es colocar sobre la junta de ambos suelos la típica pletina de unos 5cm que antiguamente solía ser de aluminio cromado o dorado (provocando un efecto bastante cantoso), pero que hoy en día se coloca en el tono y material al suelo laminado o de madera provocando un efecto mucho más estético.
Este tipo de pletinas suelen colocarse entre estancias separadas por una puerta, con lo cual el canto de la misma “esconde” la pletina cuando está cerrada. A pesar de ello tienen sus inconvenientes, pues con el tiempo suelen acabar levantándose por algún lado entorpeciendo la apertura o cierre de la puerta cuando ésta es batiente.
Si en cambio se prefieren metálicas, hoy en día existen pletinas mucho más estrechas y en metales más modernos como el cobre o el champán para marcar la junta y que parezca “hecho a propósito”.
Aunque la instalación de una pletina esta es la opción más fácil y recurrente, una solución mucho más práctica y estética (especialmente cuando no existe puerta entre el cambio de suelo) consiste en utilizar como transición una lama del mismo grosor y material del suelo de madera o laminado y colocarla a ras del suelo, de forma que ambos suelos queden al mismo nivel y la transición sea más visual que física…
Otra opción menos vista pero muy estética es provocar que la transición “se vea”, especialmente en el caso de que queramos enfatizar la separación entre estancias… En este caso podemos crear una especie de pequeño escalón del mismo material que uno de los suelos (o de otro distinto, ya que pretendemos que se note) de un ancho considerable.
El efecto estético es indudable, aunque a nivel práctico más de una vez tropezaremos con el escaloncito de marras, pero es una buena opción cuando hay que generar una transición entre dos suelos a distinto nivel.
Y por último, nos queda la opción de mantener el suelo a nivel pero sin transición alguna. Son esas ocasiones en las que el cambio de suelo se produce de manera directa, como un corte en la madera sin que exista pletina ni elemento intermedio (al menos percibido, ya que puede estar oculto).
El efecto en estos casos es como si colocáramos una alfombra directamente sobre el suelo, y suele ser habitual en cocinas abiertas y suelos continuos o de losetas de gran tamaño. Eso sí, hay que ser muy fino en la colocación…

Transiciones entre un mismo suelo de madera

No siempre las transiciones se hacen entre pavimentos distintos. A veces hay que hacerla en el mismo suelo, bien como comentamos antes a modo de junta de dilatación para espacios muy grandes o muy largos, bien porque tiramos tabiques y hay que rellenar los huecos o bien por alguna razón estética (por ejemplo para mitigar la sensación de pasillo largo cuando las lamas van todas en dirección longitudinal).

En estos casos, lo más habitual es utilizar el mismo material del suelo y marcar la transición con lamas rectas en sentido contrario a la línea de la lama habitual.

Esta opción crea una especie de “corte visual” pero al ser del mismo material pasa más o menos desapercibido en el conjunto de la decoración.
Las transiciones rectas también suelen ser habituales en combinación con suelos en espiga. En estos casos el corte se nota más porque además de la orientación cambia el formato de la transición.

Por último, una opción menos habitual y creativa es generar una “zona de transición” más ancha que la clásica lama habitual y generar en ella un dibujo distinto al resto de las lamas. De este modo creamos la sensación de “zona de descanso” entre una y otra estancia.

El cambio de orientación como transición

A veces la transición entre dos suelos de dos estancias distintas no se hace a base de lamas sino a base de un cambio de orientación del propio suelo.

Lo más habitual en estos casos es el cambio de orientación de las lamas a 90º (es decir, de longitudinal a transversal o viceversa). Así, en unas estancias la lamas van en un sentido y en otras en otro.

A veces también se utiliza la diagonal, que puede quedar muy creativa.
Otra opción muy común es pasar de un suelo de espiga a otro recto, ya sea de forma directa (el cambio de orientación a la lama recta no lleva a su vez transición intermedia)… o de forma indirecta, en cuyo caso el cambio de orientación va precedido de una lama en dirección contraria a la de la otra estancia.

Transiciones de suelos con incrustación

Una forma muy original, curiosa y atrevida de unir dos suelos es incrustando unos sobre otros.

En estos casos no hay una transición “recta” como en los anteriores, sino que un suelo se mezcla con otro sin que se pueda trazar una línea fija.

Este tipo de transiciones no se veían de 10 años para atrás, por lo que es algo relativamente nuevo.

Lo más habitual es la unión entre lamas rectas y azulejo con formato hexagonal
No obstante cualquier otro azulejo de formato diferente al clásico cuadrado o rectangular puede valer, como los de ondas japonesas o los de forma más clásica.
En cualquier caso, la incrustación de suelos no es dominio exclusivo del azulejo. También las lamas pueden combinarse entre sí o con otros suelos como el microcemento o el hormigón.

Transiciones parciales

En ocasiones nos apetece marcar de forma distinta un suelo dentro de otro. Por ejemplo para crear “alfombras” de baldosa hidráulica dentro de un suelo de madera, o para combinar en un mismo baño dos azulejos distintos con el fin de marcar una zona concreta.
En estos casos, la idea es que la junta se vea lo menos posible, A veces se utiliza una fina tira metálica entre ambos suelos y en otras se escoge el azulejo o su combinación del mismo tamaño que el resto del suelo para que las juntas queden al ras con la terminación del otro.
Cuando la combinación es entre dos suelos de material porcelánico (dos azulejos distintos) la combinación es más fácil de ejecutar, ya que la simple lechada basta para realizar la junta.
Otras veces lo que se quiere es marcar un área curva dentro de un suelo recto, habitualmente para generar un “efecto entrada” en aquellas viviendas en las que uno entra directamente al salón o para que al entrar de la calle hagan las veces de felpudo y se deje la suciedad ahí antes de pisar la madera.

En estos casos la colocación es más complicada y suele requerir la instalación de una junta metálica moldeable que defina el contorno.

Transiciones de tres suelos

Aunque no es lo habitual, una forma de crear una transición entre dos suelos es utilizar un tercero distinto o un formato de colocación o color diferente a los otros dos.

De este modo, en lugar de tratar de disimular la junta, se ensalza como motivo decorativo.

Entre los materiales, todos los que se nos ocurran: mármoles, piedra, metal, madera… La clave está en buscar algo completamente diferente a los otros dos pavimentos y buscar un color que contraste.

Transiciones creativas

Si en las transiciones anteriores se busca originalidad, también puede conseguirse sólo con dos suelos pero dispuestos de forma mezclada y contrastando con el color.

Falsas transiciones

A veces nos encontramos con un suelo que parece hecho de dos materiales distintos cuando en realidad es el mismo. Son efectos visuales que se buscan a propósito por distintos motivos.

¿El truco? De lo más sencillo: ¡pintarlos!

Escaleras y ribetes

Cuando tenemos una escalera en casa y un suelo de madera o asimilado, inevitablemente el sentido de la lama cambiará en algún momento.
En este sentido, ya sea un suelo en espiga o en línea recta, la única forma de realizar la transición es asumir el cambio de sentido (que puede quedar igualmente muy estético) y, o bien forrar la tabica del mismo material o dejarla en otro color (blanco habitualmente) para disimular el cambio.
Por otro lado, a veces la transición entre suelos o formatos la podemos hacer en el borde anexo a la pared. Esto es muy habitual cuando cambiamos rodapiés o cuando los radiadores han goteado y estropeado un suelo de madera y hay que cambiarlo.
En estos casos, funciona tanto un suelo distinto como el mismo suelo en recto separado con una junta.

En fin, como podrá comprobar, el que en una misma vivienda haya distintos suelos no debe verse como un drama, sino como algo que podemos utilizar a nuestro favor si las transiciones de suelos las elegimos de la forma adecuada. ¡La imaginación al poder!

Vía: Decofilia















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