La terminal de la TWA en el aeropuerto de FK de Nueva York fue un giro radical con respecto a lo que eran los aeropuertos hasta la década de los 60, hasta entonces oscuras "cajas de zapatos" (y en realidad lo seguirían siendo hasta que Norman Foster diseñara el luminoso aeropuerto de Stansted en 1992). Pero por muy moderno que resultase, el genial edificio de Eero Saarinen acabó por sucumbir al paso del tiempo y cerró en 2001; su infraestructura quedó obsoleta para recibir a la nueva flota de aviones comerciales y quebró la aerolínea que le dio su nombre. Pero un monumento histórico –así fue declarado en 1994– no podía quedar abandonado en el olvido y se ha rescatado como hotel.
Abrió sus puertas el pasado 14 de febrero. El edificio original de 1962 sirve de vestíbulo y alberga seis restaurantes, ocho bares, tiendas y una piscina en la azotea, mientras que dos nuevas alas acogen las habitaciones. Los interiores actualizan el interiorismo sesentero con mobiliario del propio Saarinen, carteles retro de la TWA, teléfonos de rueda como los de antaño y vistas de las pistas de aterrizaje a través de ventanas que recorren todo el alto y están insonorizadas frente al atronador ruido del despegue de los aviones.
Su estructura neofuturista sigue sorprendiendo por su originalidad, con su techo alado y diseño abierto y fluido que evoca la sensación de volar. La moqueta y los tapizados rojo intenso han recuperado su fulgor. El hotel también conserva el clásico panel mecánico Solari para anunciar despegues y aterrizajes, la gran plataforma de observación y un museo dedicado a la cultura "jet", con uniformes, artículos para volar y otros recuerdos de un época rebosante de optimismo. Quien no tenga la opción de recorrer sus instalaciones le queda como consuelo las imágenes que se grabaron de ella en la película de Steven Spielberg Atrápame si puedes (2002).
Para más información visiten: TWA Hotel
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