La oferta que tiene el local es de comida urbana típica de Monterrey, pero con una presentación más elaborada y preparada para ser degustada con tiempo y comodidad. Como definen sus propietarios, se trata de “slow food”.
A nivel de diseño se ha generado un juego de escalas en el que volúmenes de distintos tamaños y colores delimitan desde el techo diversas estancias. Estos volúmenes, ausentes de ornamento y escala, ofrecen desde el exterior una percepción de mayor altura al local.
De igual manera ocurre con la distribución, logrando transmitir la existencia de recorridos y rincones que necesitan ser explorados para encontrar los límites del local. En este juego de desdibujar límites adquieren especial importancia las celosías cerámicas, generando transparencias y profundidades inexistentes para dar la sensación de encontrarse en un entramado mucho mayor de lo que es realmente.
Con este trabajo de escalas, de difuminar los límites, generar recorridos, establecer situaciones espaciales y ambientes diferenciados, se ha pretendido introducir la ciudad en el interior del local. Una “ciudad” con su propia identidad de marca y con un sistema propio para conquistar el espacio, que podría crecer o disminuir a gusto del cliente porque sus límites no definen el proyecto.
La composición de color juega un papel fundamental para generar ese universo propio, opuesto a la realidad exterior, y que anticipa al usuario una experiencia distinta y que no necesita vincularse a la ciudad de Vigo, sino a Monterrey.
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