El primero de los espacios se corresponde con la zona de mayor superficie, la de exposición y venta. Esta parte de la óptica se entiende como “una pequeña plaza anexa a la vía pública”, que se beneficia de la luz natural que atraviesa los paramentos acristalados y se abre a los transeúntes. Esta “plaza” se articula en torno a un volumen central, como si se tratata de un quiosco tradicional, que genera a su alrededor otros espacios que responden a parte del programa requerido.
Explica el estudio de arquitectura e interiorismo que en “este volumen, caja, ubicamos el corazón del programa donde se genera y manipula el producto luego expuesto, el taller. Un taller que se expone al público para ver y ser visto a través de un gran ventanal”.

La segunda zona, de carácter más privado, organiza de forma más convencional las consultas, baño, almacén, sala de espera y escalera.
Organizados los interiores del establecimiento y siguiendo la sencillez y claridad de su planteamiento, los materiales elegidos se reducen a un número mínimo “para enfatizar y dar valor al producto expuesto”. Madera de roble natural en la caja-taller y sillas; aglomerado tipo DM, lacado en blanco, para el mobiliario (mesas de atención a los clientes y mostrador); celosía blanca vertical retroiluminada para la exposición del producto; y, para finalizar, un linóleo blanco roto en todo el pavimento para unificar todos los espacios.

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