Su casa, remanso de paz, fuente de inspiración, templo de sus ideas y centro de reuniones. O eso espera que sea. Nos esmeramos en crear espacios originales, lugares a medida, personales en extremo y reflejo de nosotros mismos. Y sin embargo, vivimos siempre con el riesgo de caer en lo popular, creando espacios de catálogo. La casa, al fin y al cabo, se compone de elementos tipo, sea la entrada, la escalera, el baño, salón, dormitorio…. Pues bien, el estudio de arquitectura Jaa tiene un gesto tan personal a la hora de tratar estos espacios, que consigue dar forma a lugares que son más bien un festín para los sentidos; espacios que inspiran cotidianidad, acogedores y cercanos, sí, pero con un punto especial.
Juzguen ustedes.
Conservar y completar
El edificio se sitúa en una pequeña calle del distrito de Alcântara, en Lisboa. Se trata de una construcción típica lisboeta, con un agradable ritmo de fachada, molduras de piedra y aires costeros en tonos pastel. La parcela, de 7 metros de ancho y 22 de largo se encontraba ocupada en su totalidad por el edificio, que presentaba un estado al borde del desplome. La primera muestra de responsabilidad y sensibilidad fue la de conservar la valiosa fachada. Además, esto permitió aprovechar toda la altura del edificio, que de otra forma, tendría que haberse reducido para ajustarse a la nueva normativa.
La intervención propone una ocupación de los primeros 15 metros de profundidad, dejando los 7 restantes para un patio trasero. Además, añade un sótano de almacenaje y recupera la cubierta como espacio accesible, sumando el cielo y las vistas al catálogo de escenarios. El interior presenta una cadena de estancias enlazadas para dos viviendas, que disfrutan de los espacios exteriores en común.
Con luz y textura
Ya desde la entrada accedemos a un espacio casi onírico, de escala de blancos, luces y sombras. El revestimiento plástico de la pared crea una serie de reflejos que hacen que la luz natural del nivel superior resbale hasta este punto, atrayendo al visitante. La escalera juega con los conceptos de solidez y livianidad, combinando robustos peldaños de piedra con una montura al aire, anclados a perfiles metálicos laterales, a su vez invisibles, enrasados con el muro. Una muestra de maestría en el diseño y ejecución que no deja indiferente al observador.
Expresión en volumen
El esquema de distribución trata de agrupar los elementos servidores, baños, circulación e instalaciones, para dejar el máximo espacio libre de disfrute. Así, la estancia principal presenta un generoso volumen longitudinal en el que se suceden la cocina, comedor y salón, sin necesidad de distinguir funciones ni señalar los límites. El espacio nos conduce hacia el final de la estancia, donde un amplio ventanal que recoge toda la fachada posterior y enmarca la visión del patio y centro de manzana. La luz natural se busca también a través de un lucernario, ofreciendo un tamiz difuso que busca crear una atmósfera de calma y quietud. El pavimento de microcemento y la envolvente blanca constituyen un soporte neutro que pretende esconderse para dotar de protagonismo al espacio y contenido.
De luces y sombras
El patio se proyecta como continuación del interior, ya sea física o visual. La envolvente blanca y cortes limpios crean un espacio exterior casi escultórico en el que la cuidada vegetación y los planos de luz y sombra dan forma a una composición cercana al concepto de jardín japonés.
Cotidiano y singular
De vuelta al interior, apreciamos el detalle de las estancias, aquello que las convierte en lugares cercanos, humildes y cotidianos, independientemente de la majestuosidad del espacio que las contiene. El diseño ofrece generosos espacios de almacenamiento y superficies de apoyo en forma de mobiliario integrado, neutralizado por la envolvente. Todo queda expuesto en el perfil de la estancia, de manera que cada rincón es un nuevo escenario, y el ojo lo recorre, examinando el interiorismo con curiosidad.
Reflejos y tamices
El baño, sin embargo, se escapa de la lista de espacios cotidianos reconocibles. De acabados en bruto y aristas vivas, plantea entre otras cosas, una ducha de considerable altura libre, abierta a través del cristal a un tramo de escalera. El programa juega con las posibilidades de ocupación de espacios de determinadas medidas y un contorno definido, y con la continua cadena de espacios de de manera directa o indirecta, ofrecen un atisbo de las estancias próximas. El vapor de agua cubre el vidrio, convirtiéndose casi en un nuevo material que como un dosel, difumina el límite en un espacio y otro, sin renunciar a la relación visual.
Una habitación con vistas
El dormitorio, un espacio más terrenal (amén de las generosas dimensiones y las maravillosas vistas), disfruta de la luz directa del sol, que queda amortiguada sobre la alfombra de lana y las notas cálidas del mobiliario de madera. La envolvente blanca y las carpinterías de suelo a techo crean una estancia de afirmaciones absolutas y perfil rotundo. La fachada ofrece un original juego de escalas, con pequeñas aperturas que acompañan a los ventanales y enmarcan los tejados de la ciudad.
El baño, en la estancia contigua, se econde tras una puerta corredera del mismo acabado que las puertas de armario, presentando un plano limpio y uniforme, bañado de luz.
En clave de sol
La azotea, la última estancia del edificio, ofrece una visión de 360 gardos de la ciudad, y presenta un (cuidado) aspecto desenfadado. La baldosa del pavimento sufre los estragos del tiempo, aportando un alto grado de materialidad y realidad al diseño, que muestra también aquí una composición de volúmenes y formas definidas por los contornos de luz y sombra. Los elementos más básicos, el agua, la piedra y la luz conforman este espacio, envuelto en la panorámica de la ciudad. Un último lujo de acabados humildes, sin ostentaciones, cuando se mide con el cielo y sol de Lisboa.
Para más información visiten: jaa
Vía: habitissimo
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