DESCRIPCIÓN:
Seamos honestos, los gallegos son más conocidos por buenos que por guapos (hablando de restaurantes claro) y en el Montes de Galicia de Madrid no pretendían invertir esta relación, sino hacer su local famoso por todos los posibles motivos. Su mesa y su servicio contaban ya desde hace años con forofos incondicionales de esos que no se limitan a dar “likes” sino que comen bien y mucho, aunque pocos hubiesen podido recordar qué exactamente adornaba las paredes del sitio. Por esta razón a principios de 2015 sus dueños de toda la vida decidieron seguir cocinando y dejar que los diseñadores hicieran su parte para hacer del restaurante un lugar tan agradable a la vista como al paladar. Tras unos meses de proyecto y reformas el resultado se antoja “delicioso”
La idea de perderse en el mundo culinario gallego es atractiva. Sin embargo, en el antiguo local esto sucedía de manera quizás demasiado literal. Una enrevesada compartimentación separaba pequeños privados mediante paredes opacas en imitación a piedra, generando un laberinto algo sombrío que fue preciso eliminar. Por el contrario, la estrategia inicial de los interioristas consistió en “abrir” la distribución hacia un gran comedor que sienta a los comensales sobre bancos corridos, butacas y taburetes alrededor de pequeñas mesas cuadradas o grandes mesas redondas alternativamente. La privacidad se consigue a partir de paramentos verticales transparentes que dejan pasar la luz proveniente de falsos lucernarios salpicados del verdor y frescura a cargo de frondosas plantas trepadoras y colgantes dispuestas en la parte de alta de jardines interiores súper esbeltos. Adicionalmente y según conveniencia, los jardines alojan también mobiliario de almacenamiento y servicio útil para mantener al alcance del personal de sala la vajilla, mantelería y menús rediseñados bajo un nuevo sistema de identidad corporativa.
Los revestimientos fueron también actualizados, definiendo corredores que marcan claramente la circulación mediante el uso de terrazo manual de color gris. A cada lado de éstos pasillos de alto tránsito “alfombras” de madera con cenefas florales y geométricas inspiradas en los motivos decorativos de la cerámica de Sargadelos, delimitan los distintos comedores, alternando la calidez y uniformidad del roble con pavimentos porcelánicos estilo mosaico hidráulico de tonalidad predominantemente azul y en composición de “patchwork”. El catálogo de colores y texturas se ve ampliado por el uso de revestimientos verticales de cerámica manual esmaltada en un profundo y llamativo azul cobalto, mientras las tapicerías refuerzan este continuo contrapunto cromático entre frialdad y calidez, revistiendo respaldos en diferentes patrones decorativos que alternan el gris y el azul con la piel en color coñac o naranja para los asientos.
Los reflejos, la transparencia y los brillos metálicos presentes en cristaleras de jardines, botelleros y fachadas complementan la confortable opacidad de paredes móviles revestidas en trenzado manual de mimbre que promueven la privacidad, versatilidad y el aislamiento acústico de las zonas según su ocupación y a petición de los clientes.
Dichos paramentos hacen transición visual entre los coloridos pavimentos y los techos convenientemente teñidos de negro sobre los que se empotran toda la ventilación, las instalaciones acústicas y la iluminación técnica siempre cálida y focalizada. También desde aquí se desprenden importantes “chandelieres” de esféricas bombillas y estructura de hierro que coronan las mesas privilegiadas y añaden atractivo decorativo.
Aunque definitivamente la pieza principal del restaurante, el comedor no estaría completo si no contase con dependencias funcionales con las que se relaciona visualmente de forma directa y cuyo esquema de interiorismo respectivo ha comportado el mismo esmero y atención respondiendo a las mismas premisas de color y textura. Una “terraza” interior separa el comedor de la calzada, a modo de gran escaparte transparente, dispuesto tras una carpintería de vidrio y cuarterones de hierro, conjugando mobiliario y revestimientos de aspecto exterior con la luz natural que se cuela a través de los cristales durante el día o emana desde lámparas “marinero” de aluminio lacado esta vez en azul durante la noche. La cocina, visible a través de una gran ventana convenientemente abierta en el comedor, muestra toda su técnica pulcritud y aromático ajetreo entre destellos de acero inoxidable y el calor de sus brasas y fogones.
Un importante botellero profundo y transparente separa la recepción y el bar del comedor. Aquí los pavimentos ya descritos suben en cambio por las paredes, las cuales a su vez integran el mobiliario de almacenaje propio de una barra de servicio,la iluminación arquitectónica indirecta, y la rotulación interior rediseñada. Tras el mostrador, una chapa extorsionada de color oro retroiluminada sirve de telón de fondo a un botellero abierto con perfilería de hierro que exhibe y almacena de forma atractiva los licores que se sirven a partir de las 7 de la noche en una barra que se viste de “glamour” y brillo al accionar el interruptor. Bajo la barra confeccionada en cálida madera maciza, un líneal de cálido led baña de luz y hace menos frío el terrazo manual grisáceo que reviste el faldón a lo largo del cual se disponen taburetes tapizados en gris y azul que no son otros que las versiones altas de las butacas seleccionadas para el comedor. Sobre un perfil lumínico hecho a medida se describe el nombre del restaurante empleando la misma chapa curvada y soldada hacia una grácil y atractiva escultura tipográfica.
Bajo el haz de luz que proyecta, los clientes que llevan prisa puede degustar una tapa y una cerveza rápida. En el resto de local está todo dispuesto para dejar correr el tiempo y regodearse con plácida calma en los sabores y olores de la mejor cocina tradicional gallega, servida desde ahora en un espacio también gallego pero tremendamente contemporáneo, estilísticamente novedoso y siempre tan hospitalario y generoso como los oriundos de esta fantástica tierra.
Para más información visiten: Egue & Seta
Vía: Egue & Seta
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