La expectación que ha generado la apertura del Isolina, en Lima (Perú), ha sido enorme. Por dos motivos: porque su propietario es el afamado chef José del Castillo y porque el local es un homenaje a las prácticamente desaparecidas, y por lo que se ve añoradas, tradicionales tabernas peruanas.
Y, encima, está situado, en el barrio de Barranco, uno de los vecindarios donde más se puede disfrutar del patrimonio cultural limeño. El resultado es un restorán moderno pero cuya apariencia y carta conservan el sabor más tradicional.
El estudio peruano Méctamo es el autor de la rehabilitación de una antigua casona barranquina, una edificación típica de estos lares, que ahora funciona tanto como restaurante como ejemplo de esta construcción con reconocimiento histórico y arquitectónico.
La clave para recuperar el espíritu de la casa pasaba, lógicamente, por recuperar la estructura original, datada de principios del siglo pasado. Esto implicaba conservar las paredes de adobe y la columna circular de madera situada en el centro de la primera planta. En la segunda planta se han conservado las paredes de quincha, una estructura compuesta por madera, caña, tierra y revestimiento de yeso.
La intervención ha requerido el refuerzo del eje central añadiendo dos columnas circulares metálicas en la primera planta. Arriba, por su parte, se han eliminado las partes opacas de las paredes de quincha.
La distribución es muy sencilla. Abajo está la tradicional barra y el bar, formado por un pequeño grupo de mesas. El acceso está diseñado para que el contacto con la calle sea muy directo. Una escalera muy visual, que rompe con la estética tradicional, nos lleva hasta la segunda planta, donde se ubica el comedor. Destaca el hecho de que los espacios están divididos siguiendo la línea de las antiguas habitaciones y estancias.
La estética, claramente, no podría ser otra que rústica: madera en columnas, mesas, sillas, y suelos; revestimientos de granito, lámparas metálicas, mosaicos en algunos suelos… El ambiente es por tanto muy tranquilo y hogareño. Ahora bien, cabe destacar la piel de tono gris que recorre parte de las paredes, rompiendo, al igual que la escalera, con el look vintage que impera en el local.
Igual que su carta. De hecho, el nombre del local ya es un homenaje a la tradición pues es como se llama la madre del chef. El recetario antiguo incluye platos típicamente criollos como el pan con pejerrey y el cebiche de corvina con chicharrón de pulpo, asó como postres clásicos como los guargüeros. El bar, por su parte, mantiene chilcano, un cóctel muy típico, pero se permite la licencia de reversionar otros clásicos como ‘El Capitán’.
“Isolina dará una oportunidad a los vecinos y futuros clientes de retomar la vida de barrio (…) Ojalá encuentre réplicas en el resto de la ciudad”, han reseñado las principales publicaciones del país.
Para más información visiten: Isolina taberna peruana, Méctamo
Vía: diarioDESIGN
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