Uno de los fenómenos globales vinculados al progreso –mayor nivel de desarrollo de los países- es el de los hogares unipersonales, para usuarios singles. Vivir solo es un nuevo modelo alimentado por el incremento de la esperanza de vida, de la emancipación de la mujer y del número de jóvenes y profesionales que no quieren compartir. Desde TallerDE2 Arquitectos han estudiado esta nueva tipología para adaptarla al piso de un cliente en Madrid, ensayando una respuesta que explora los potenciales de esta realidad, a la que han bautizado Pop-Up House.
Pop-Up House es una intervención integral en una vivienda de un edificio residencial madrileño de mediados del siglo XX, para un usuario recién emancipado. Para adaptar el inmueble a las necesidades de su nuevo propietario, Arantza Ozaeta Cortázar y Álvaro Martín Fidalgo comenzaron por deshacerse de lo prescindible vinculado a una domesticidad que ha quedado obsoleta.
La principal inspiración ha sido el artista Toland Grinnell, y su exposición Pied-a-terre, en la que introdujo todos los elementos de un apartamento para dos en maletas, cada una con una función determinada, desde la cama hasta el fregadero de la cocina. A partir de ese concepto han definido las unidades infraestructurales de una vivienda unipersonal como elementos funcionales que al abrirse ocupan el espacio necesario para ser habitadas.
Los equipamientos asociados a una habitación tradicional se independizan y se dispersan, ofreciendo nuevas oportunidades domésticas. Se deja de hablar de un aseo como suma de elementos encerrados en una habitación, para pasar a hablar de una ducha, un lavabo, un inodoro, un espejo, un armario, etc., de manera independiente. Con estos componentes individuales se abre un catálogo de posibilidades; aquí, el cliente interactúa cuando escoge, descarta y redefine.
En la vivienda convencional previa, poco más del 50% de la superficie útil estaba destinada a espacio disponible, encorsetado en habitaciones; con la nueva configuración, el usuario dispone del 77% de la superficie útil para apropiarse libremente, mediante 54 unidades estructurales, ensambladas para generar un elemento estético, denso y operativo. Al infiltrar este suplemento individual e interactivo –cómplice- en la vivienda, éste necesariamente se enreda en una especie de laberinto que confunde a quien se adentra en él, lo rodea a la vez que lo expulsa.
Este elemento aglutinador no se mueve, se despliega. Queda anclado a las acometidas del edificio dejando un espacio genérico a su alrededor -laboratorio de experiencias, relaciones, tolerancias, superposiciones, multiplicidades. Este espacio se activa al accionar el (in)mueble infraestructural. Al abrirlo y cerrarlo, desplegarlo y contraerlo, deslizarlo y abatirlo, la vivienda se reestructura, se expande, se fragmenta, se conecta, se aísla. Aquí la habitación no contiene un armario, sino que el armario contiene una habitación.
Esta infraestructura se construye con un único material económico y versátil, el panel de fibras orientadas. Mientras el exterior es uniforme, con una imagen única donde sólo los tiradores especializados revelan los mecanismos de apertura de cada dispositivo, los interiores del (in)mueble son singulares. Baldosas y papel rompen la monotonía de la madera, aportando el color y el diseño propios de los elegantes forros de una maleta clásica.
Para más información visiten: TallerDE2 Arquitectos
Vía: diarioDESIGN
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