
El espacio se encuentra en la planta superior de una hermosa fábrica que disfruta de vistas a un gran parque en el norte de Melbourne. Y aunque para ellos, la situación del apartamento era perfecta, el nacimiento de su primer hijo suponía tener que elegir entre mudarse a una casa más amplia en las afueras o reformar su querido apartamento. Ésta última opción fue el reto que aceptó Andrew Maynard.

Para llevar a cabo la reforma, los arquitectos partieron de una idea básica: si con un niño era imposible mantener una casa ordenada porque todo acababa tirado por el suelo… ¿por qué no hacer que el suelo se “tragase” el desorden? A partir de esta ingeniosa premisa, comenzó a desarrollarse todo el proyecto.
En el suelo de la habitación del niño, situada en la planta baja, se construyó una tarima elevada que esconde un gran espacio de almacenaje. Al mismo tiempo, la estancia se cerró con grandes puertas correderas que permiten abrir al espacio para que el niño esté en contacto con todo lo que pasa a su alrededor o mantenga su privacidad.

También en este piso, se situó un pequeño estudio y se replanteó el baño existente de manera que el mismo espacio se dividiera para dar paso a un segundo cuarto de baño. Ahora disponen de dos divertidos y funcionales baños. Y sobre todo, aparecieron armarios por todas partes. Estaba claro que el espacio no se podía agrandar pero sí se podía aprovechar al máximo.
Por otra parte, el mobiliario, la escalera y las paredes blancas (irónico el nombre de Black House) dan sensación de amplitud y contrastan con los suelos de madera natural.

Para más información visiten: Andrew Maynard Architects
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