

El espacio es rico en formas singulares (arcos, bóvedas…) que recuerdan a las antiguas iglesias medievales y que la arquitecta, con su especial sensibilidad, ha sabido potenciar, creando al mismo tiempo un espacio muy contemporáneo.
Para ello utiliza el color blanco, con el que da continuidad a todo el proyecto, magníficas carpinterías metálicas en gris, que conjugan perfectamente con el omnipresente blanco, y un mobiliario minimalista de líneas puras y colores suaves acorde con el espacio.
El apartamento tiene dos zonas muy diferenciadas. Una primera, donde se sitúa la sala de estar, la terraza la cocina y un cuarto de baño, y donde la luz y las grandes aberturas son las protagonistas. Además, la sala y la terraza se pueden unificar a través de una gran puerta corredera, creando un gran espacio con vistas a los tejados de Roma.

No obstante, esta diferenciación no impide que encontremos un espacio fluido donde no hay discontinuidad, algo que seguramente debe agradecerse a la no existencia de puertas que obstaculicen la relación entre los espacios principales.

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