sábado, 23 de abril de 2011

Redescubre el Celler de Can Roca en Girona, escogido como segundo mejor restaurante del mundo


Recién seleccionado como el segundo mejor restaurante en la prestigiosa lista de S. Pellegrino World´s 50 Best Restaurants, el Celler de Can Roca fue renovado completamente hace unos años por Sandra Tarruella e Isabel López, en colaboración con Richard Trenchs. El proyecto arquitectónico fue en su día casi tan aclamado como el propio restaurante. Si aún no conoce el impresecindible Celler de Can Roca en Girona, le invitamos a descubrirlo.





 Fundado por los tres hermanos Roca en 1986, el ahora mundialmente reconocido restaurante comnezó su andadura en un primer establecimiento situado en un adosado junto a la casa familiar. En el año 1992, los propietarios adquirieron la Torre de Can Sunyer, donde se habían celebrado hasta entonces comida tipo banquete. El traslado a la Torre, donde se encuentra ahora el nuevo Celler de Can Roca, no sólo fue un canbio físico y arquitectónico, sino que los tres hermanos dieron entonces una nueva dimensión gastronómica al que había sido un establecimiento popular. Una evolución hacia la alta cocina que les ha llevado a alcanzar un reconocido puesto entre los mejores restaurantes del mundo.


Una vez ubicado en la Torre de Can Sunyer, que data del año 1911, el restaurante fue ampliado en dos ocasiones: en 1994 se construyó la gran sala triangular con vistas abiertas a la calle y en 1999 un nuevo porche se instaló en el jardín posterior. Los dos nuevos volúmenes fueron conectados a la antigua torre a través del porche original de la antigua casa.

El proyecto arquitectónico tomó el número tres como definición de algunos de sus rasgos característicos: el nuevo restaurante regentado por los tres hermanos Roca contaría con 3 edificios principales (la torre, la nueva sala y el porche), tres jardines y una nueva y espectacular gran sala de planta triangular.

Se buscó conectar todos los nuevos espacios, abrirlos a los dos jardines ya existentes y crear uno nuevo en el interior de la sala. Por otro lado, el nuevo restaurante debía ser limitado en el número de comensales, y debía adecuarse a una cocina más exquisita. El espacio debía ser moderno, pero acogedor, relajado e íntimo.



Desde la calle, una nueva fachada revestida de madera esconde un acceso a través de una rampa estrecha y cubierta de vegetación que desemboca en un gran espacio exterior abierto. Este primer jardín da la bienvenida a los visitantes de forma solemne: establece un diálogo entre la vegetación y el pavimento, y entre la fachada de la antigua torre y los nuevos edificios. En el segundo jardín se alberga el huerto de plantas aromáticas, escondido tras la torre, mientras que el tercero, de marcado carácter minimalista, se ha situado en el centro de la nueva sala del comedor.


La recepción se ubica en el antiguo acceso a 
la Torre, un espacio blanco radiante en el que contrasta la rugosidad del techo original en volta catalana con los nuevos paramentos lacados. Aquí nace el jardín de aromáticas, situado detrás de la torre, a modo de huerto que provee la cocina. Y junto a él, la también nueva bodega: cuatro volúmenes revestidos de viejas maderas que simulan un baile de cajas de vino, y que albergan una aclamada selección enológica.


La cocina se esconde en el corazón de la antigua torre, y consiste en un espacio técnico vestido de negro e inox. Proyectado por el especialista Joaquim Casademont con tecnología punta, incluye detalles tan necesarios para la alta cocina como un fuego directo de la brasa, neveras de control de humedad y temperatura, armarios climatizados o congeladores especializados.

 Todos los volúmenes se unen como si de un solo espacio se tratase. Esta unión da servicio al espacio protagonista: la gran sala, una caja triangular de vidrio perforada por un patio-jardín minimal en el centro, y revestida exteriormente con lamas de madera que la aíslan parcialmente de la calle. La distribución de la sala consigue así dar intimidad a cada mesa, a la vez que toda ella queda unida visualmente. El tráfico alrededor del comedor queda perfectamente organizado de un modo circular.

El proyecto del Celler de Can Roca fue finalista en los premios FAD de 2009.


Vía: diarioDESIGN

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