Salvaguardar la arquitectura tradicional debería ser un mandato y más cuando hablamos de joyas como el modernismo catalán. El grupo Norvet nació en 2013 con dicho propósito: “Preservar los lugares que le dan carácter a Barcelona. Aportar al mercado el cariño y la delicadeza que necesita un edificio con encanto”, describen en su web. Y uno de ellos es el que hoy les presentamos: una finca en la calle Margarit construida por Antoni de Facerias i Marimon, un maestro modernista que firmó varios edificios notables en la ciudad.
Junto a un equipo capitaneado por el interiorista y restaurador Daniel Rotmenschy colaboradores externos, entre ellos, Miguel Moragues de Cotacero Taller de Arquitectura, el número 25 de la calle Margarit ha recuperado su carácter, con todos los detalles de la época (baldosas hidráulicas, volta catalana, vigas de madera) pero con el confort del siglo XXI.
La finca consta de diez pisos, la mitad con vistas a la calle Margarit, una calle tranquila con todo el encanto del Poble Sec. La terraza de la cubierta ofrece vistas de toda la ciudad.
Construido en 1903, “el edificio presentaba un estado bastante alto de descuido, tanto a nivel estético como estructural”, nos cuentan. El proyecto requería una rehabilitación estructural, pero puesto que toda la finca está catalogada (fachada, patios y espacios comunes), el trabajo se ha hecho conforme a su estatus.
Reemplazaron los forjados afectados, reforzaron las vigas y crearon un núcleo portante en toda la altura. Las fachadas, por su parte, han sufrido un proceso extremamente detallado de limpieza y restauración “para destacar que es una fachada con un pasado complejo, no una mala imitación del antiguo”.
En cuanto a los interiores, necesitaban ser desvestidos de las varias capas y afectaciones del tiempo. Empezaron limpiando y decapando las paredes para resaltar el dibujo y la textura original al máximo posible. Luego llegó el turno de la reconstrucción o restauración de los dibujos y las reparaciones de incidencias – chorrear, limpiar y tratar los tochos originales y dejarlos vistos; lo mismo para las vigas y voltas catalanas.
“Todo con mucho cuidado, con los mismos materiales de siempre, sin ninguna adición moderna”. Por último llegó la parte de la instalación del parquet de madera, el pavimento hidráulico etc.
Cabe destacar que el diseño interior fue pensado en sintonía con todo el edificio. “Hemos querido integrar los elementos originales dentro de la imagen, no crear una sensación de contraste entre el exterior y el interior”.
También era importante que los elementos de carpintería y cocinas no robasen protagonismo a los materiales originales, de modo que están pensados como un fondo neutro que ayuda a destacar la particularidad de los otros.
Por otra parte, puesto que no se trata de un simple ejercicio de restauración sino de un proyecto para que sea habitable en la actualidad, era preciso dotarla de las comodidades de hoy en día: ascensor, aire acondicionado, aislamientos, etc. Pero, evidentemente, intentando pasar lo más desapercibidas posibles. Por ejemplos, las ventanas son nuevas pero del mismo material y color que las originales.
El resultado no sólo ha proporcionado la recuperación del edificio sino también un proceso de aprendizaje para los jóvenes colaboradores al trabajar codo con codo con los artesanos veteranos. “Nadie conoce más la autenticidad que la gente que se dedica a la conservación de los valores locales; los carpinteros que devuelven la gracia de puertas antiguas o los herreros que pulen y abrillantan los elementos metálicos”.
Vía: diarioDESIGN
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