Un sistema de climatización eficiente exige un control adecuado de la temperatura, un reparto uniforme del calor o del frío, un consumo energético bajo y que no tenga efectos secundarios sobre la salud. “Los suelos radiantes por agua caliente, no por electricidad, cumplen con esas cuatro características”, asegura la arquitecta Mónica Lombana.
Un suelo radiante consiste en una red de tuberías enterrada bajo el pavimento y recorrida por agua caliente, de tal manera que eleva la temperatura del suelo hasta lograr la climatización óptima de la estancia. Su utilización es cada vez más frecuente en edificios nuevos, sujetos a las más estrictas normativas de eficiencia energética. Podemos comprender mejor sus ventajas analizando las características apuntadas por Lombana.
Bajo consumo energético
El sistema trabaja con una temperatura del agua de entre 35 y 45º C, mucho menor que los entre 70 y 90º C de los radiadores convencionales. Por tanto, llega a alcanzar un ahorro de hasta el 20% de energía. “Además puede ser una energía totalmente renovable si se abastece de paneles solares, de una caldera de biomasa o de una fuente geotérmica”, añade Mónica Lombana.
Control de la temperatura
Es otra de sus ventajas, pero también puede ser un inconveniente. Por normativa, el suelo debe alcanzar una temperatura máxima de 29º C, absorbiendo el calor de las tuberías para después transmitirlo a la estancia hasta lograr la temperatura de confort.
Dependiendo del material del suelo, el proceso puede llevar de 6 a 8 horas. Por eso los suelos radiantes son más aconsejables para usos prolongados, logrando una temperatura estable en todas las zonas utilizadas y evitando los picos de consumo. De esa forma también se reduce la factura.
“Es verdad que el sistema de suelo radiante necesita más energía durante más tiempo que una calefacción convencional hasta alcanzar la temperatura adecuada –explica Lombana–, pero nunca pasará de los 45º C. Por tanto, sigue siendo un consumo reducido. Por otra parte, el calor se mantendrá durante mucho más tiempo después de apagar el sistema y eso supone también un ahorro”.
Reparto uniforme del calor
Los radiadores o los equipos de aire acondicionado concentran las calorías en un punto desde el que se distribuyen de forma más o menos irregular a toda la estancia, generando unas zonas más frías y otras sofocantes. Los suelos radiantes aportan calor de manera constante en toda la superficie, sobre todo en la zona baja y no tanto en los techos, donde se necesita menos. Otro motivo que lo hace más eficiente.
Un ambiente saludable
El suelo radiante por agua es el único sistema de calefacción que ha obtenido la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por estas razones:
Los expertos aconsejan que los pies siempre estén más calientes que la cabeza para notar una sensación de bienestar. Este sistema cumple con esa premisa de confort: en la zona baja de las habitaciones se obtiene una temperatura de entre 22 y 25º C, y a la altura de la cabeza disminuye a unos 20.
La diferencia de temperatura entre la superficie y el techo no supera los 6-7º C, de manera que apenas se generan corrientes de aire por convección, por lo que casi no se levanta polvo.
El calor constante y moderado, y la casi ausencia de corrientes logra también que no disminuya la humedad del ambiente y, por tanto, evita la sequedad de las mucosas y de la piel.
No hay objetos ni tuberías a la vista que puedan provocar quemaduras.
Por normativa, el suelo nunca supera los 29º C, una temperatura inferior a la corporal, de manera que no perjudica a quienes padecen problemas de circulación en las piernas.
Vía: El blog de Anida
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