

El esquema de la vivienda respondía a los típicos pisos del Eixample: espacios de planta alargada con estancias a lo largo de un pasillo, techos altos con sus magníficos rosetones y molduras, y suelos de baldosa hidráulica coloreada pero a la vez discreta y elegante.
En la reforma se conservó la distribución original para mantener todos estos elementos y adaptar los espacios a los usos y necesidades de una vivienda del siglo XXI. Cada una de las estancias se trabajó individualmente, haciéndolas más funcionales y prácticas. También se tuvo muy en cuenta el trabajo en conjunto para mantener la homogenidad del piso.
El pavimento de baldosa hidráulica, los techos altos y las paredes de ladrillo se encargan de darle esa homogeneidad visual y material a la vivienda. Además, en el baño y la cocina, se utilizan los materiales encontrados al entrar en la vivienda: mármol y cerámica.

Para reivindicar la memoria del piso, en estos espacios se colocan accesorios y puntos de iluminación de porcelana de la época, y se reutilizan los marcos de los cuadros de la antigua propietaria.
Por otro lado, la homogeneización cromática de las paredes, pintadas todas de blanco, acentúa la diversidad del dibujo del pavimento que ha recibido un tratamiento especial con el fin de resaltar sus colores originales, ganar en dureza y en impermeabilidad. Las puertas y las ventanas se han conservado pero se han mejorado sus propiedades térmicas y acústicas.
El resultado es un proyecto que integra los materiales originales del piso en una vivienda que se adapta a las necesidades funcionales de hoy en día. Una vivienda reciclada, moderna y robusta.

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