Situado a los pies del funicular que conduce a la cima del Tibidabo, se emplaza el nuevo local del exitoso grupo Buenas Migas, que fusiona el arte de las focaccias genovesas con el de los postres ingleses.
Con un diseño del arquitecto Víctor Hernández Garrido, este proyecto nació con la idea de diluir los lindes entre exterior e interior, llevándolos a un diálogo constante, donde los clientes ya notasen la calidez del local incluso antes de haber entrado.
La línea de establecimientos, de carácter acogedor e informal, buscaba transmitir esta atmósfera cálida y cautivante a cada usuario, así como aprovechar al máximo la naturaleza volumétrica del local y su relación con el paisaje exterior.
Se forjó como premisa principal conectar al máximo el local espacialmente, dándole a la luz natural la tarea protagonista de ser el elemento unificador de todas las zonas, permitiendo al cliente disfrutar de visuales de prácticamente todo el proyecto, estuviera en el punto que estuviera.
Contrastando con esta uniformidad espacial se trabaja con la diferencia de niveles, tanto del suelo como del techo, formando así una fusión de tres ambientes con caracteres diferentes, enriqueciéndose mutuamente.
Desde el acceso, se puede ver como todos los ambientes dialogan entre sí. Una mesa comunitaria de madera de estilo rústico da la bienvenida al local y conduce a la zona de atención al público, donde el falso techo es rebajado en altura y se tiñe de un color cálido oscuro para dar al visitante una sensación acogedora y de confort.
Esta zona está delimitada por unas vitrinas de vidrio y estructura de latón, establecida bajo una línea de lámparas Buffer lamp de Pols Potten, haciendo de este espacio la imagen insignia del local, que Buenas Migas traslada a todos sus establecimientos.
El núcleo del local está recogido entre dos bancos continuos distanciados y contrapuestos, ofreciendo fluidez de distribución y de recorridos, así como una mayor transparencia desde el exterior al interior, pudiendo acceder visualmente a todo el local desde la calle.
En este espacio, caen suspendidas desde el alto techo unas lámparas de origami, alterando la iluminación general ofreciendo a cada una de las mesas una atmósfera singular.
Estas lámparas Bell Origami de papel están hechas a mano, enfatizando de esta manera el carácter handmade de la cadena de establecimientos. La sencillez del material que las conforma las convierte en elementos activos dentro del local, ya que la calidez de la imagen que ofrecen varía dependiendo de la luz natural que incida sobre ellas.
La distribución de todo el local se desarrolla con una misma base, las sillas Gradisca de Billiani, proporcionando un hilo homogéneo que une los distintos ambientes, exceptuando la mesa central, que haciendo uso de unas sillas recuperadas se da más personalidad a este punto.
Alterando la cota del suelo del local se conforma el tercer ambiente, al que se accede mediante una escalera del mismo material que la nueva cota, hormigón sin pulir, que junto con la pared de ladrillo original de la finca aportan un aire industrial y fresco a este volumen.
En el nexo de unión de estos ambientes se utiliza otra pieza característica del mobiliario de estos establecimientos, las butacas Torres Clavé de Mobles 114, creándose en esta zona un mirador volcado, donde mirar al resto del local a través de la barandilla estilo constructivista.
Unos apliques ballesta de aluminio se sitúan sobre la pared, para acentuar este estilo industrial, además de contrastar la propia textura del ladrillo.
El banco continuo en L hace de contrapunto a lo industrial en este ambiente reforzándolo con calidez, por medio de su dibujo en espiga de diferentes maderas agrestes recuperadas.
La idea del proyecto de difuminar el límite entre exterior e interior del local cristaliza cuando las aberturas de los arcos laterales se abren completamente, ya que se han diseñado para que cuando se desee puedan plegarse y prácticamente desaparecer.
Para más información visiten: Buenas Migas
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