

La luminosidad del local es clave en esta comunicación. Primero porque la luz natural que entra por la fachada de vidrio enfatiza los colores elegidos. Y segundo porque al tratarse de un restaurante abierto sólo durante el día, la percepción que reciben los comensales y los transeúntes queda determinada por la luz que entra y sale del restaurante, llegando a definir el espacio.
Madera, metal y una combinación de azules, amarillos y verdes son los otros encargados de dotar de personalidad al local. La intención es crear un espacio abierto, sostenible y cómodo pero con un toque industrial que añada cierta contemporaneidad al lugar y un poco de contraste.

El amarillo contrarresta con sillas de color azul y cojines del mismo color para los bancos. Aquí se han buscado formas más confortables para compensar la rigidez de la mesas.
El verde es sólo para el techo, a través de las plantas que cuelgan de las macetas blancas suspendidas boca abajo.
Las plantas y la madera que recubre los pilares y varias de las paredes son las encargadas de añadir el elemento sostenible que otorga naturalidad al lugar.
El contrapunto de los paneles de madera son los conductos metálicos, las lámparas de escritorio – también amarillas – que cuelgan de las paredes y el revestimiento metálico de la barra.

Es esta planta la comunicación con el exterior es menor, pues desde fuera no puede verse el interior, si bien los cocineros y el resto del personal sí pueden gozar de las vistas de la ciudad.
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Vía: diarioDESIGN
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