domingo, 26 de mayo de 2013

Trampantojo

Trampantojo (de «trampa ante ojo», también usado en francés -trompe-l'œil, «engaña el ojo»-) es una técnica pictórica que intenta engañar la vista jugando con el entorno arquitectónico (real o simulado), la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos y de fingimiento, consiguiendo una "realidad intensificada" o "substitución de la realidad". También se utiliza el término "ilusionismo" (no debe confundirse con el arte escénica de ese nombre, que también juega con la ilusión).

Los trampantojos suelen ser pinturas murales de acentuado realismo diseñadas con una perspectiva tal que, contempladas desde un determinado punto de vista, hacen creer al espectador que el fondo se proyecta más allá del muro o del techo (quadratura, di sotto in sù) o que las figuras sobresalen de él. Pueden ser interiores (que representan muebles, ventanas, puertas o otras escenas más complejas) o exteriores (aprovechando la gran superficie de una pared medianera, o los espacios de muro entre vanos reales). También son abundantes los trampantojos de menor tamaño, algunos pintados o taraceados en muebles o simulándolos (trampantojos llamados "de gabinete" -cabinet-, "de alacena" -cupboard- o "de armero"), especialmente en los tableros de mesa (aparentando todo tipo de objetos, como naipes dispuestos para una partida, láminas de esquinas recurvadas sujetas a un fingido tablero con puntas o alfileres -con lo que se incluyen en el género "cuadro dentro del cuadro"-, etc.). Las naturalezas muertas o bodegones (en holandés betriegerje -pequeño engaño-) fueron en los siglos XVII y XVIII un género en el que los pintores recurrieron particularmente a la utilización del trampantojo. Obras esenciales del Renacimiento recurren a este efecto, como la Camera degli Sposi de Andrea Mantegna, las grisallas flamencas, los cenacoli florentinos o la pala di San Zaccaria de Giovanni Bellini. Lo mismo ocurre con muchas obras del Barroco; Las Meninas de Velázquez se exhibió durante muchos años en el Museo del Prado de forma que se hacía al espectador "entrar" en el cuadro, con ayuda de un espejo y de la iluminación real de la sala a través de un ventanal dispuesto de manera idéntica a los del Alcázar representados en el lado derecho del cuadro. En la pintura contemporánea, los surrealistas (especialmente Dalí y Magritte) y los hiperrealistas utilizan el trampantojo con frecuencia.
Las fuentes literarias (Plinio el Viejo y Vitruvio) que recogen datos sobre la pintura griega antigua hablan de trampantojos en ella: Parrasio se consideró superior a Zeuxis por haber conseguido engañar a su rival con una cortina pintada, que este intentó descorrer al tomarla por real, mientras que las uvas pintadas por Zeuxis solo habían conseguido engañar a los pájaros que intentaban comerlas. Agatarco también pintó (hacia 468-458) una cortina sobre un decorado para una tragedia de Esquilo, que suscitó un debate intelectual. El recurso de la cortina (o del quicio, o del propio marco) o la superposición de pequeños elementos que pudieran tomarse por ajenos al cuadro (como puede ser una mosca) son formas características de provocar el efecto ilusionista en los trampantojos.
A pesar de que los trampantojos son más propios de la pintura también existen famosos «engaños» en arquitectura, como el Teatro Olímpico de Andrea Palladio, la Scala Regia de Gianlorenzo Bernini (en el Vaticano), la Galería Spada de Francesco Borromini (en el Palazzo Spada) o la escalera Potemkin en Odessa. En estos casos se trata de contrarrestar ciertas impresiones o modificar la percepción del espacio mediante efectos arquitectónicos, como variar la altura de las columnas o la longitud de los escalones para conseguir, en el caso de las escaleras, que parezcan mucho más largas.
Vía: Wikipedia

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