En un tiempo en que el mundo cambiaba con rapidez y los artistas dejaban fluir las ideas más extravagantes en un intento de imitar las caprichosas formas de la naturaleza, nació en el país vecino un movimiento (que llegaría a España posteriormente) llamado Art Nouveau.
El siglo XX, aunque suene a letra de tango, ha sido convulso, violento y rabioso en cuanto a movimientos artísticos se refiere. Villa Majorelle, en la ciudad francesa de Nancy, es un ejemplo perfecto de lo que dio de sí este movimiento que irrumpió con fuerza en Europa a principios del pasado siglo.
Discípulo del gran arquitecto parisino Hector Guimard, Henri Sauvage estudió arquitectura en la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts, llegando a declarase “hijo espiritual del arquitecto racionalista Frantz Jourdain“. Admirador y amigo del ebanista Louis Majorelle, Sauvage llega a Nancy con objeto de construir una casa en un terreno que la esposa de Majorelle había heredado de su madrastra.
Todo un ejercicio de las formas de art nouveau y art deco, que contó con la colaboración de Lucien Weissenburger. Villa Majorelle cuenta con tres plantas con múltiples ventanas en semi-círculos y motivos florales que cubren el exterior y el interior.
Las formas vegetales en hierro forjado, el revestimiento del mobiliario o la majestuosa escalera, son antológicas. El propio ebanista Louis Majorelle decide instalar su taller en el tercer piso, en la bajocubierta a dos aguas, con una ventana con forma de arco con espectaculares vistas sobre la hermosa bahía de Nancy.
A día de hoy, Villa Majorelle continúa siendo uno de los edificios más visitados de Francia, ya que cada una de sus estancias, así como sus exteriores y los pequeños detalles, en puertas, ventanas y muros son una muestra perfecta de lo que supuso el art nouveau en la historia de la arquitectura y el diseño.
Vía: Decoesfera
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