miércoles, 19 de enero de 2011

Pastelería Pomme Sucre, Oviedo de Francesc Rifé

Este local, destinado al uso de pastelería, parte de una sutil, profunda y, en cierta manera mágica consideración, tanto del producto a exponer como de los componentes que ayudan a su formación, incorporando imágenes más propias de una joyería, en atención a una consideración casi litúrgica de sus valores gatronómicos.



Esta es la primera tienda de un conjunto de franquicias que se inicia en Oviedo, para seguir en otras ciudades españolas, de la mano del maestro pastelero gijonés Julio Blanco. La pastelería está distribuida en dos plantas: en la primera, con aproximadamente unos 35 m2., se sitúa la tienda, y en la planta sótano, con otros 35 m2., el obrador y el almacén, además de un baño y una cámara frigorífica.

El proyecto es tan básico como su pretensión de relacionar los tres productos clave de la pastelería: la harina, huevo y cacao. Su traducción material la constituyen la opalina blanca, las resinas amarillentas y el espejo fumé, respectivamente. El proyecto intenta simbolizar los tres elementos de una forma inteligente y sutil, con el objeto de integrar tanto vitrinas de frío como neutras y teniendo muy en cuenta la iluminación interior, resuelta a base de retroproyección de luz fría, amortiguando de esta manera los vatios de calor que dañarían el producto expuesto. Las vitrinas han sido diseñadas como cajas acristaladas suspendidas, con una importante tecnología interior para evitar el fenómeno de la condensación incorporando una base de pantallas retro-iluminadas con LEDs. La opalina blanca también se ha utilizado para retro-iluminar la marca así como para revestir todo el techo.

Se accede a la planta sótano por una escalera limitada por cristal transparente gris fumé como continuación de la pared de espejo en el mismo color, creando una situación casi mágica al no desaparecer la noción de qué es vidrio y qué es pared. La zona de espejo fumé está construida a base de pequeños quiebros, imitando las tabletas de chocolate. Frente a esta zona acristalada se encuentra, también suspendida, la zona de caja: un módulo revestido con la misma opalina blanca y apoyado en la parte posterior por un mueble contenedor con el mismo acabado de las resinas del suelo, en el que se alberga cuadro eléctrico, una pequeña cafetera y el menaje auxiliar.

Contrastando con las paredes blancas, se intercalan pequeñas hornacinas en color amarillo, provistas de iluminación interior para destacar los productos envasados de la firma.

La fachada, en contraposición al interior del local, está tratada con revestimiento fenólico en color negro que integra tanto la rotulación como el propio aparador totalmente enrasado y la puerta de cierre nocturno, consiguiendo de esta forma la aparición de un plano completamente liso contrastando con las viejas edificaciones colindantes. 

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