lunes, 16 de octubre de 2017

Arquitectura neoclásica

La arquitectura neoclásica es un estilo arquitectónico que produjo el movimiento neoclásico que comenzó a mediados del siglo XVIII, por una reacción contra el estilo barroco de ornamentación naturalista así como por el resultado de algunos rasgos clasicistas nacidos en el barroco tardío. Se prolongó durante el siglo XIX, confluyendo a partir de entonces con otras tendencias, como la arquitectura historicista y el eclecticismo arquitectónico. Algunos historiadores denominan el periodo de la arquitectura neoclásica de la primera mitad del siglo XIX como clasicismo romántico, a pesar del oxímoron (oposición de términos), dado que, además de coincidir en el tiempo con el romanticismo, estilísticamente comparte rasgos con la estética romántica, al añadir cierta expresividad y espíritu exaltado a la sencillez y claridad de las edificaciones clásicas grecorromanas.

Los factores fundamentales que influyeron en el surgimiento de la arquitectura neoclásica fueron los mismos que determinaron el contexto político, social y económico de la época, en que se incluyen destacadamente la Revolución Industrial, la crisis del Antiguo Régimen, la Ilustración, el enciclopedismo, la fundación de las Academias o el despotismo ilustrado. La Revolución Industrial modificó profundamente el ritmo de vida e influyó en nuevos adelantos técnico-constructivos y en el empleo de nuevos materiales. El concepto de economía relacionado con el funcionamiento de los propios edificios cambió algunos esquemas de organización espacial y aun de la relación entre vanos y macizos.

El enciclopedismo, el espíritu precursor de la Revolución francesa, trajo consigo una concepción romántica de la Grecia Antigua. La Ilustración sostenía que la infelicidad del hombre se debían a la ignorancia y a la irracionalidad y por ello el único camino a la felicidad era llevarle la luz de la razón por medio de la educación. En la arquitectura esa educación implicaba el conocimiento de las fuentes antiguas tales como Vitrubio, Palladio, Vignola; por lo que se hizo uso de los repertorios formales de las arquitecturas griega y romana.

Se buscó dar un carácter más científico a las artes, por lo que los artistas debieron ser técnicos más que inventores, e imitadores más que creadores. Este espíritu científico llevó a considerar al arte clásico como un arte progresista, porque estaba desprovisto de adornos sin sentido y buscaba la perfección de las leyes inmutables, sin depender de las impresiones subjetivas e imperfectas del artista.

Aunque las primeras Academias para el estudio de las artes surgieron en Italia ya en el siglo XVI, las fundadas en el siglo XVIII ya estaban matizadas por la Ilustración, lo que les dio un carácter distinto. La Academia fungió como transmisora de las ideas contrarias al barroco y a favor del neoclasicismo y los diversos tratados clásicos y renacentistas de las Tres nobles artes, así como de obras de carácter técnico y científico que racionalizaban su práctica y ejecución. En ese momento el arte comienza a sufrir las consecuencias de una crítica libre, fundada en los principios académicos.

El origen del estilo

La arquitectura neoclásica se quiere heredera de la arquitectura clásica, teorizada por el arquitecto antiguo Vitruvio en su tratado que definió la teoría de los tres órdenes (dórico, jónico y corintio). Vitruvio será la gran referencia de los arquitectos para fundar la renovación de los recursos a las formas antiguas, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta 1850. Aunque en sus inicios en Francia en 1760, la arquitectura neoclásica pretendía haber recurrido a formas griegas más que a las italianas —al punto que llamada goût grec— intelectualmente, el neoclasicismo era un deseo de volver a la "pureza" percibida de las artes de Roma, a la percepción más vaga ("ideal") de las artes griegas antiguas y, en menor medida, al clasicismo renacentista del siglo XVI, que había sido también una fuente para la arquitectura barroca académica.

Se trata de un movimiento internacional que aparece con diferentes manifestaciones, desde América del Norte hasta Rusia. Se declinó en varias corrientes y se pueden distinguir:

la fase del palladianismo, la más antigua, que se desarrolla en las campiñas de Gran Bretaña bajo el impulso de Inigo Jones y de Christopher Wren. Se aplica más bien a edificios aislados, rurales y de forma compacta. Su influencia es más italiana que antigua.

el neogriego (Greek Revival e en Inglaterra), cuyo arquitecto principal en Francia fue Ange-Jacques Gabriel, primer arquitecto del rey bajo Luis XV.

el estilo neoclásico propiamente dicho, en arquitectura, que conocerá un éxito duradero en toda la primera mitad del siglo XIX, tanto para los edificios públicos como privados en Occidente. También se verá reflejado en las artes decorativas entre 1770 y 1830.

el estilo Beaux Arts, que algunos quieren ver como una extensión de los cánones neoclásicos.

Muchos arquitectos neoclásicos de principios del siglo XIX estuvieron influenciados por los dibujos y proyectos de Étienne-Louis Boullée y Claude Nicolas Ledoux. Los muchos dibujos de grafito de Boullée y de sus alumnos representan una arquitectura geométrica que emula la eternidad del universo. Hay vínculos entre las ideas de Boullée y la concepción de lo sublime de Edmund Burke. Ledoux añadió el concepto del carácter arquitectónico, sosteniendo que un edificio debe comunicar inmediatamente su función al espectador: tomadas literalmente tales ideas dan lugar a la "arquitectura parlante".

La crítica ilustrada

La arquitectura puede ser analizada como una rama de las artes social y moral; L'Encyclopédie le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de los hombres. Proliferan así las construcciones que pueden contribuir a mejorar la vida humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., pensadas con carácter monumental. Esta nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura barroca y se volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico de validez universal.

Nacen movimientos de crítica que propugnan la necesidad de la funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798) en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769) propugna en sus obras Essai sur l'Architecture (1752) y Observations sur l'Architecture (1765) la necesidad de crear un edificio en el cual todas sus partes tuvieran una función esencial y práctica y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y no sólo decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con lógica.

Todos los arquitectos parten de unos supuestos comunes como son la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado. Los modelos de los edificios de Grecia y Roma e incluso de Egipto y de Asia Menor, se convierten en referentes que todos emplean aunque desde puntos de vista distintos.

Arquitectura visionaria

Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y, aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios son a veces el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura; entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionar el Cenotafio para Isaac Newton concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico. Ledoux ha dejado edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial de las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular en el Franco Condado o el conjunto de la Villette en París.

Arquitectura pintoresca

Entre uno y otro grupos aparece una tercera categoría, la arquitectura pintoresca, a partir de la creación de los jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se valora la combinación de la naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan las construcciones chinas, indias o medievales. Este juego de formas caprichosas y el aprovechamiento de la luz buscan suscitar sensaciones en el espectador. Horace Walpole (1717-1797) construyó en Strawberry Hill (Londres, 1753-1756) una fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir una novela gótica, una expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También William Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los Jardines de Kew (Londres, 1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento de las arquitecturas orientales.

Neorromano y neogriego

Marcadamente historicista en su búsqueda de las fuentes clásicas, el neoclasicismo arquitectónico se encontró con dos posibles vías, que fueron exploradas alternativamente en Francia y Alemania. En Francia, especialmente a partir del Imperio Napoleónico se encontró en el arte imperial romano el modelo idóneo para sus fines propagandísticos y de enaltecimiento personal de la figura del emperador (Templo a la Gloria de la Grande Armée (hoy iglesia de la Magdalena), de Pierre Alexandre Vignon, proyectado por el propio Napoleón. En el Reino Unido y en Alemania fueron los modelos griegos los que predominaron (Altes Museum de Berlín, de Karl Friedrich Schinkel, el primer edificio del mundo concebido como un museo desde su construcción).

Neoclasicismo en Europa

Francia

La arquitectura civil francesa considera el Neoclasicismo a partir de la mitad del siglo XVIII con la creación de obras lúcidas y sobrias como la plaza de la Concordia en París y el Petit Trianon en Versalles, ambas de Ange-Jacques Gabriel, en las que todavía se encuentran premisas del clasicismo barroco francés. El proyecto para la plaza de la Concordia, en la época plaza de Luis XV, se remonta a 1753: los diseños originales definían un espacio muy diferente al actual, fruto de los proyectos elaborados en la época napoleónica, con dos palacios que delimitaban un espacio cerrado por una serie de balaustradas. Los edificios estaban claramente inspirados en la perspectiva de Claude Perrault (1613-1688) para la fachada del Louvre. Para la arquitectura francesa, la obra de Perrault para completar el famoso palacio real de París era de hecho un ejemplo de absoluta maestría: su diseño claro y ordenado caracterizado por un frontón central y una columnata de doble altura erigida sobre un masivo basamento, tuvo una influencia considerable en la definición de los nuevos cánones estéticos de la arquitectura. De poco después de la famosa plaza parisina es precisamente el Petit Trianon, construido entre 1761 y 1768, en el que los ambientes interiores se distribuyen de acuerdo a su función y no tanto a los requerimientos estéticos de simetría. El exterior está muy simplificado y privado de excesiva decoración, pero definido por un riguroso orden de grandes huecos acristalados.

La siguiente generación se dirigió hacia una concepción más clásica y severa de la arquitectura. Más de treinta años más joven que Gabriel, Marie-Joseph Peyre (1730-1785) fue a Italia, donde ganó un concurso organizado por la Accademia di San Luca en Roma para una catedral con dos palacios anexos. De vuelta a Francia, diseñó el Hôtel de Neubourg (hoy destruido), una villa para Mme. Leprêtre de Neubourg cerca de París, tal vez el primer edificio francés verdaderamente clásico. La villa se dispuso sobre un estilóbato y está constituida por volúmenes compactos, sin adornos, con una planta en la que se atenúa cualquier énfasis: la disposición de las estancias es simple, no hay entornos de desempeño y las escaleras no se muestran, estando cerradas dentro de un hueco. En 1763, Peyre se dedicó a la casa para el Príncipe de Condé, una implantación menos austera, cuyo elemento más interesante es una columnata que rodea el patio de entrada. Junto a su amigo Charles De Wailly proyectó el Teatro del Odéon de París, construido entre 1779 y 1782, pero reconstruido varias veces después de ser destruido en dos incendios. El aspecto original del teatro era sobrio y severo, con el exterior revestido en bugnato (almohadillado) y la fachada principal apantallada con un pórtico de columnas dóricas.

En ese clima de renovación, se construyeron muchos teatros en toda Francia, incluso en pequeñas ciudades como Amiens o Besançon. En Burdeos, en la década de 1770 se construyó el Gran Teatro, el más bello teatro francés de la época. Proyectado por Victor Louis (1731-1800), consta de un bloque rectangular, con una fachada precedida por doce grandes columnas corintias.

Si Peyre, De Wailly, Louis y, como se verá más adelante, Jean Chalgrin, fueron algunos de los principales exponentes del estilo clásico de finales del siglo XVIII, son de igual importancia artistas como Jacques Gondouin (1737-1818), Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806). Gondouin es recordado por la Escuela de cirugía de París, construida entre 1769-1775. Representa una obra paradigmática para la época, tanto es así que Quatremère de Quincy dirá de ella: «Esta es la obra clásica de finales del siglo XVIII». Su aula semicircular, destinada a acomodar el anfiteatro de anatomía, presenta gradas, paredes curvas y una semicúpula de casetones inspirada en el Panteón de Roma. El éxito de esta obra, que influirá incluso al estadounidense Benjamin Latrobe, proporcionará al autor muchos otros encargos hasta el estallido de la Revolución y su trabajo servirá como modelo para varias salas de reunión por todo el mundo.

Esta preferencia por la volumetría pura va a encontrar en Boullée y Ledoux a sus principales exponentes; y aunque muchos de sus proyectos se quedaron en el papel o, en el caso de Ledoux, fueron destruidos, ambos aspiraban a crear una arquitectura «parlante», es decir simbólica, al punto de comunicar su propia función a través del uso racional de las formas. Boullée construyó muy poco, pero ejerció una gran influencia. Su proyecto más famoso, que encaja en la llamada «arquitectura de la Revolución», fue el cenotafio de Newton, una inmensa esfera que se suponía iba a albergar los restos del gran científico: todo tiene dimensiones colosales y se trata con una expresividad elemental abstracta. En la época napoleónica los conceptos expresados por Boullée encontraron un fiel seguidor en Jean-Nicolas-Louis Durand (1760-1834), profesor en la École polytechnique y el precursor de las teorías sobre el funcionalismo, con la estrecha relación que debía existir entre el edificio y la función.

Los estudios teóricos de Boullée sentaron sin embargo las bases para la afirmación de Ledoux, cuya obra, también influenciada por Piranesi, también se caracteriza por una extrema simplicidad geométrica. Edificó numerosos hôtel y en 1775 comenzó las Salinas Reales de Arc-et-Senans, pensándolas como una especie de ciudad ideal con connotaciones utópicas. El complejo, realizado sólo en parte, se mueve a través de un lenguaje altamente simbólico, típico de la arquitectura de Ledoux; por ejemplo, una de sus más originales soluciones, la de casa de los guardeses del río, la imaginó como un cilindro hueco colocado alrededor del río.

En los años prerrevolucionarios, Ledoux fue responsable de los peajes de París, ofreciendo un amplio repertorio de soluciones en el diseño de las barreras aduaneras, algunas de los cuales se han conservado; entre éstas la Barrière de la Villette, formada por una cruz griega coronada por un cilindro.

En la discusión de las principales obras neoclásicas francesas del siglo XVIII, también hay que mencionar algunos edificios sacros: una de las primeras manifestaciones de la reacción al rococó fue la fachada de la iglesia de Saint Sulpice, construida en estilo clásico por el fiorentino Giovanni Niccolò Servandoni y después alterada repetidamente en el curso del tiempo.

El mayor ejemplo en el campo de la arquitectura sagrada sigue siendo el Panteón de París, construido originalmente como iglesia de Santa Genoveva y más tarde transformado en mausoleo de la Nación. Del edificio, diseñado por Jacques-Germain Soufflot y construido entre 1757 y 1791, destaca la cúpula inspirada en la de la catedral de San Pablo de Londres y la audaz estructura interna que recuerda, por su ligereza, a las antiguas catedrales góticas. De hecho, durante la construcción de Santa Genoveva, Soufflot y sus colaboradores recorrieron Francia en busca de las piedras más adecuadas y prepararon un laboratorio con el fin de analizar las características de resistencia y elasticidad. El objetivo era hacer la estructura más y más refinada, a fin de reducir los elementos portantes, tomando el ejemplo de las iglesias medievales franceses, y también la capilla de la Sábana Santa de Turín, y de la basílica de Santa Maria della Salute en Venecia.

Otra iglesia parisina, la iglesia de Saint-Philippe-du-Roule (1772-1784), es de notar por su nave cubierta por una bóveda de cañón decorada con artesonado y dispuesta sobre un entablamento apoyado sobre una columnata jónica. El diseño se debe al mencionado Jean Chalgrin (1739-1811), pero el edificio quedará distorsionada hacia la mitad del siguiente siglo con la apertura de ventanas a lo largo de la bóveda y la construcción de dos capillas. Sin embargo, el esquema de Saint-Philippe ejerció alguna influencia en la arquitectura de la época.

Entre la arquitectura neoclásica del siglo XIX, ya en época napoleónica, un lugar prominente pertenece a la iglesia de la Madeleine, construida a principios del siglo XIX en un París fulcro del nuevo Imperio napoleónico (se habla de estilo Imperio). Inicialmente diseñada para ser una iglesia de planta basilical, en 1806 Napoleón quiso hacer un templo de la Gloria, cambiando radicalmente el proyecto original y convirtiéndolo en algo similar a un colosal templo romano. Si en el exterior esa relación es evidente, en el interior el arquitecto se limitó simplemente a articular el espacio mediante una serie de bóvedas, inspirándose vagamente en la modularidad de la arquitectura termal romana.

El mismo ascenso de Napoleón coincidió con la construcción de otras imponentes obras públicas destinadas a cambiar la cara de París. En 1806 se comenzó el Arco del Triunfo, diseñado por Chalgrin; en los mismos años François-Joseph Bélanger cubrió el patio de la Halle aux Bles con una cúpula de hierro fundido; Alexandre-Théodore Brongniart diseñó la sede de la Bolsa de París y, entre 1806 y 1810, se erigió la columna Vendôme.

Además, hay que destacar las principales obras urbanísticas de matriz neoclásica en el París de principios del siglo XIX. Se trata de la sistematización de la rue de Rivoli, iniciada en 1801 de la mano de Charles Percier y Pierre-François-Léonard Fontaine. Los dos proyectistas construyeron una larguísima calle recta uniformizada por las perspectivas continuas de los edificios porticados; el trabajo se acabará solo bajo Napoleón III y el Segundo Imperio francés, modificando sin embargo, el diseño original con la adición de grandes cubiertas amansardadas.

Con el fin del imperio napoleónico y la restauración borbónica, los arquitectos franceses se encontraron sin una guía confiable. Las nuevas tendencias surgieron de la Académie des beaux-arts y del Conseil Génèral des Bàtiments Civils [Consejo General de los Edificios Civiles]. Figura dominante de esta fase fue Antoine Chrysostome Quatremère de Quincy (1755-1849), secretario de la Academia durante más de veinte años y partidario convencido del arte clásico. Desde ese puesto, los límites de su gusto, debidos a la excesiva rigidez de sus ideales doctrinarios, emergieron en muchos edificios construidos en Francia en el momento, como en el Palacio de Justicia de Lyon, iniciado en 1835 por Louis-Pierre Baltard y caracterizado por una severa fachada con veinticuatro columnas corintias.

Algunas innovaciones se debieron a Jakob Ignaz Hittorff, sustentador de la teoría según la cual la arquitectura griega debió haber sido rica en color. Sus obras principales, todas en París, son la iglesia de San Vicente de Paúl, la ordenación de la plaza de la Concordia y la Gare de Paris Nord (Estación de París Norte, 1859). En la iglesia de San Vicente, de cuya construcción se hizo cargo en 1830, demostró cómo la arquitectura clásica se podría variar sin desviarse de los modelos antiguos: en el exterior, un pórtico jónico y un frontón quedan flanqueados por dos torres cuadradas; mientras que el interior, dividido en naves de dos órdenes de columnas, está policromado y ricamente decorado, de una forma más afín a la arquitectura paleocristiana que a la clásica: las columnas son de color albaricoque, el registro superior está decorado con frescos y las armaduras de cubierta son de color rojo y azul y dorados, a imitación de las presentes en la siciliana catedral de Monreale. Unos años más tarde se hizo cargo de la reorganización de la plaza de la Concordia, donde añadió estatuas, erigió el obelisco y dispuso la fuente de hierro fundido. En 1859 diseñó la estación del Norte, su mayor logro, cuya fachada presenta sin embargo una mezcla de motivos clásicos en una escala desproporcionada.

Alemania

La obra que introdujo con fuerza el Neoclasicismo en Alemania fue la puerta de Brandeburgo (1789-1793), erigida en Berlín por Carl Gotthard Langhans: es un severo monumento dórico, el primero de su género basado en las reconstrucciones publicadas en la segunda mitad del siglo XVIII de los Propileos de Atenas. Al referirse al modelo ateniense, Langhans tomó una versión del dórico romano simplificada: a diferencia del dórico auténtico, las columnas presentan basamentos y están espaciadas de manera desigual en los pabellones laterales, mientras que aparecen medias metopas al final del friso (los griegos, en su lugar, terminaban el friso con un triglifo). La puerta de Brandenburgo ejerció una influencia considerable en sus contemporáneos: por ejemplo, en el proyecto para la entrada al Downing College de Cambridge (1806), obra del inglés William Wilkins, o en el propileo de Chester Castle, de Thomas Harrison, en el Reino Unido o en los Propyläen de la Königsplatz (que cierran el conjunto de la plaza junto con la Gliptoteca de Múnich y el Staatliche Antikensammlungen) de Leo von Klenze.

Otros trabajos que deben ser considerados son los estudios de Friedrich Gilly. El joven arquitecto construyó poco en su corta vida y nunca visitó Italia, pero después de 1790 preparó algunos proyectos importantes: el diseño para el Teatro Nacional de Berlín y el monumento a Federico el Grande. En particular, en el teatro se advierte el estrecho vínculo con la arquitectura francesa contemporánea de Ledoux: Gilly renunció a gran parte de las decoraciones y reforzó los volúmenes, definidos en su forma por la función específica que tendrían que cumplir. Al igual que Ledoux en Francia y Soane en Inglaterra, Gilly parecía anunciar una arquitectura totalmente nueva, pero no encontrará espacio en la sociedad decimonónica, dominada por los encargos de propietarios de industrias y de minas: hombres de gran riqueza, pero en general culturalmente pobres.

Alumno de Gilly fue Karl Friedrich Schinkel, quien después de un debut neogótico, se acercó al neoclasicismo de origen neogriego, estilo que tuvo mucha fortuna en Alemania. En general la obra de Schinkel, con sus elementos góticos, clásicos y pintorescos, esta más cerca de Inglaterra que de Francia o Italia, pero su interpretación funcional del clasicismo, que volverá una vez más a estar en boga entre 1910 y 1940, fue identificada como un estilo profundamente nacional. A principios del siglo XIX realizó la Neue Wache y otros edificios en Berlín, de formas claras y elegantes que incluso influyeron en la arquitectura de países lejanos, como Finlandia. Otras obras destacadas de Schinkel son el Berliner Schauspielhaus y el Altes Museum de Berlín. En el teatro berlinés, el arquitecto exaltó la funcionalidad de las distintas partes, confiriendo al edificio y a sus marcados volúmenes, una extraordinaria tridimensionalidad: el elemento más próximo a la tradición es la columnata hexastila coronada por un frontón ricamente decorado.

Al funcionalismo de la Berliner Schauspielhaus se contrapone el más clasizante Museo Altes que combina el tema del largo pórtico de la estoa de la antigua Grecia, con la rotonda del Panteón dispuesta en el interior: el resultado es una perspectiva muy dilatada, que confía la propia capacidad comunicativa a una columnata de dieciocho columnas jónicas.

Rival de Schinkel fue Leo von Klenze (1784-1864), cuya fama está ligada principalmente al proyecto del Walhalla (1830-1842), un monumento a orillas del Danubio cerca de Regensburg, y de la Gliptoteca de Múnich (1816-1834). Se trata de dos complejos neogriegos erigidos en las primeras décadas del siglo XIX. Entre los dos, sorprendente por la grandeza, aparece sin duda el Walhalla, el lugar en el que, según la mitología, se reunían las almas de los héroes caídos en la batalla: se trata de un templo períptero en estilo dórico, dispuesto sobre un potente basamento al que se accede mediante amplias escalinatas. La construcción recuerda de una manera extraordinaria al mencionado monumento diseñado por Gilly para Federico el Grande, pero von Klenze confiere a la obra una impresión más romántica: el Walhalla repropone en su interior los bustos de las personalidades más importantes de Alemania, con un bajorrelieve que ilustra la historia de Alemania.

Gran Bretaña

Inglaterra conoció la arquitectura de Andrea Palladio a principios de siglo XVII, gracias a la labor de difusión de Inigo Jones. Desde entonces, la fortuna de la arquitectura palladiana fue tan grande que dominó la arquitectura inglesa hasta que no fue modificada de una manera más elegante por Robert Adam (1728-1792), cuyos trabajos varia entre el Neoclasicismo pintoresco y un neogótico y en versión clasizante.

En todo el siglo XVIII se vio la construcción de numerosas residencias marcadas únicamente por el "estilo italiano", como la Holkham Hall y la Chiswick House, diseñada por William Kent y Lord Burlington. De la colaboración entre los dos surgió la sala de entrada de Holkham Hall (ca. 1734), definida como «uno de los más espectaculares interiores del siglo XVIII». Al modelo de base, derivado de un proyecto no realizado de Palladio, se añadió un ábside una vez más inspirado en las iglesias venecianas del mismo arquitecto italiano; varios detalles, como la bóveda de casetones, se inspiran en las reconstrucciones arqueológicas publicadas en el volumen Edifices antiques de Romedesde 1682. El efecto final es decididamente clásico, para una sala que revela una concepción dramática de inspiración barroca.

El primer espacio interior neoclásico inglés es común situarlo en la sala que James Stuart (1713-1788), un arquitecto arqueólogo al que se ha llamado el ateniense, realizó en la Spencer House en Londres en 1758. Stuart construyó muy poco durante su carrera, pero es más conocido por haber vuelto a descubrir el gusto griego: su templo en el parque de Hagley Hall es el primer ejemplo de neogriego dórico en toda Europa en el que reprodujo el monumento corágico de Lisícrates de Atenas en su monumento a Lisícrates en Staffordshire.

En cambio, en la planificación urbanística son significativas las transformaciones de tendencia clasizantes promovidas en la ciudad balneario de Bath, donde, a partir de la primera mitad del siglo XVIII, John Wood el Viejo hizo una serie de intervenciones inspiradas en modelos del pasado (como el Foro Romano ); el trabajo fue completado por su hijo John Wood el Joven con la adición del Crescent, un cuerpo curvado que se caracteriza por un informe continua y definida por un orden gigante de columnas. Las transformaciones de Bath, influirán, como se vera más adelante, en muchos proyectos urbanos en Inglaterra y los Estados Unidos.

Paralelamente, a partir de 1740, con la afirmación del pittoresco, en arquitectura se difunde la pasión por las ruinas, tanto es así que muchos arquitectos empezaron a idear sus edificios en decadencia, reducidos a la ruina por la acción del tiempo. En esta corriente se inserta el primer proyecto inglés que entra plenamente en el neoclasicismo, el mausoleo del Príncipe de Gales (1751), del escocés William Chambers; sin embargo, el carácter neoclásico de este proyecto se disuelve en la concepción romántica del mausoleo, que fue presentado en la forma que tendría cuando quedase en ruinas.

El pintoresco se originó en el arte de los jardines más que en la arquitectura; el parque inglés derivaba a su vez de los jardines renacentistas italianos, bien laudados por Alexander Pope y el citado William Kent. El primer jardín a la inglesa digno de mención era justo lo que Alexander Pope quería lograr en Twickenham, comenzado en 1719 y que contaba con una zona selvática, una gruta y un pequeño templo con una semicúpula en forma de cáscara. Posteriormente, en el llamado Elysian Field [campo Eliseo] (Buckinghamshire), William Kent diseñó el templo de planta circular de la Virtud Antigua (1734), inspirado en el esquema de Palladio para el Templo de Vesta en Tivoli. El mismo Kent diseñó el jardín de Rousham, en Oxfordshire, análogo al anterior, pero al mismo tiempo más variado y unitario. Entre ambas, la obra de Kent que es el término de comparación del jardín hecho entre 1740 y 1760 en Stourhead, en Wiltshire. El parque, que nace de la fusión de arquitectura, arqueología, poesía, jardinería, topografía y esoterismo, se levantó a poca distancia de Salisbury y Glastonbury, en un valle lacustre, de exuberante vegetación; Aquí se establecieron numerosos santuarios de imitación clásica, como el Panteón de Claudio y Virgilio, terminado en 1754 y adornado en el interior con estatuas de Hércules, Flora y Livia Augusta bajo la apariencia de Ceres, este última procedente de las propias excavaciones arqueológicas de Herculano.

A Robert Adam se le atribuye haber hecho una síntesis entre la tradición inglesa y los gustos europeos. Nacido en Escocia en 1728, visitó Francia e Italia, donde se convirtió en un amigo de personalidades como Piranesi. Y propio de Piranesi es el estilo retórico en el que reproduce sus edificios públicos en el libro The Works in Architecture of Robert and James Adam [Las obras de aquitectura de Robert y James Adam]. Su estilo es una combinación que parte del arte clásico hasta arribar al palladianismo y lo pintoresco. En sus interiores se encuentran muchas referencias a las termas romanos, y también elementos de compromiso entre la arquitectura griega y romana, como la antecámara de la Syon House, donde Adam tomó las decoraciones de la entablatura extraídas del Erecteion, columnas procedentes directamente de Roma y un techo de molde palladiano: en retrospectiva, Adam creó una síntesis no tanto de origen intelectual, sino escenográfica y pintoresca. Otra obra representativa de los hermanos Adam es Osterley Park, con una notable estancia etrusca y un clásico hall de entrada (1775-1780).

A finales del siglo XVIII también se registra la actividad de Joseph Bonomi el Viejo, James Wyatt y Henry Holland. El primero, nacido en Italia, se trasladó a Inglaterra en 1767. Entre sus obras, en las que confluyen precisas reminiscencias arqueológicas, se recuerda la iglesia de Packington Park, en Warwickshire, que muestra afinidad con la arquitectura contemporánea revolucionaria de Ledoux en Francia y de Gilly en Alemania, y es única en la escena inglesa. De formas austeras y sigue siendo, el exterior está hecho de arcilla pura y se aligera por grandes ventanas con un bisel derivación térmica semicircular; el interior parece estar inspirado en el templo de Neptuno en Paestum con columnas dóricas que sostienen la bóveda de cobertura. Probablemente esta disposición interna influyó a muchos arquitectos, entre ellos a James Wyatt.

Wyatt era rival de Adam y se hizo famoso con el Panteón de Oxford Street, en Londres (1770, ya destruido), un edificio destinado al entretenimiento que era una singular versión neoclásica de la iglesia de Santa Sofía de Estambul. Construyó mucho, aunque se le recuerda por sus contribuciones en el campo neogótico y por las grandes restauraciones de las catedrales inglesas; sin embargo, edificó varias casas de campo en estilo neoclásico, como la de Dodington, en Gloucestershire, en la que hay detalles de los mundos griego y romano.

En estrecha relación con el lenguaje de Wyatt y de Adam está Henry Holland, que en su primer encargo importante, el Brooks’s Club en Londres (1776), diseño, detrás de una fachada palladiana, ambientes con sobrias y medidas decoraciones. Dos años más tarde comenzó a trabajar en una mansión en Herefordshire, que fue seguida por las amplias transformaciones de Carlton House, donde se encuentran influencias francesas, ya que franceses fueron los artesanos que se ocuparon de la decoración y del diseño de muebles.

Hasta en el siglo XIX se produjeron resultados notables: ejemplos importantes son el Museo Británico de Londres, el St George's Hall en Liverpool y obras de John Soane (1753-1837). El Museo Británico es un edificio monumental construido desde los años 1820 y protegido por una elegante columnata jónica: el articulado complejo retoma el tema de los templos clásicos y se concentra en su interior en una gran cúpula de hierro fundido por encima de la sala de lectura.

Un poco más tardía es la Sala de St. George de Liverpool, severa construcción destinada a albergar la vida cívica de la ciudad. Esta suerte de basílica civil, no es más que un conjunto de diferentes volúmenes adyacentes entre sí y unidos por un entablamento que se ejecuta en todas las fachadas del edificio. El complejo fue diseñado por Harvey Lonsdale Elmes, pero a su muerte la obra fue continuada por Charles Robert Cockerell, que añadió el volumen de la sala de conciertos, cuya rica decoración clásica contrasta con la sobriedad del exterior.

John Soane se considera casi el representante exclusivo del Neoclasicismo revolucionario inglés. Influenciado por George Dance (1741-1825) y especialmente por Ledoux, saltó a la fama a finales del siglo XVIII por su trabajo en la construcción del Banco de Inglaterra, en Londres, un vasto complejo caracterizado por las cúpulas rebajadas y por una extrema sencillez estructural. Entre sus creaciones merece destacarse la casa que el arquitecto diseñó para sí mismo en Londres (ahora Museo Soane): el diseño original, que no se ejecutó en su totalidad, se creó de la máxima simplicidad, con grandes arcos abiertos en la fachada y por lo tanto muy cerca la arquitectura revolucionariade Ledoux. En contraste, el interior, muy congestionado, claustrofóbico, anula el clasicismo del exterior, revelando un lenguaje muy personal, y más afín a la tradición pintoresca: numerosos espejos (más de 90 en una de las estancias más pequeñas) simulan salas más amplias, la iluminación viene de arriba, mientras arcos gotizantes destacan el sofito de las paredes.

Entre la transformaciones urbanísticas hay que señalar Regent's Park y Regent Street en Londres, diseñado por John Nash. El arquitecto, influenciado por la sistematización realizada en Bath hizo una serie de uniones en el tejido urbano de la ciudad, proyectando habitaciones con columnas, dinteles y frontones, de acuerdo con los dictados del neoclasicismo; sin embargo, el sinuoso recorrido abandona la estaticidad vista en las transformaciones de París, ofreciendo vistas en perspectiva siempre nuevas, combinando en sí mismo también el gusto romántico por el descubrimiento continuo y por lo pintoresco.

En cualquier caso, los mejores proyectistas ingleses de la época sufrieron la fascinación del renacimiento gótico, a menudo asociado con una tradición religiosa, arquitectónica e intelectual que surgió en el centro de Oxford, Cambridge y Londres. En cambio, desde mediados del siglo XIX, en Escocia y el norte del país floreció una intensa temporada neoclásica, reconocible por ejemplo en el Ayuntamiento de Leeds (1853), en la Picton Reading Room de Liverpool (1875) o en las iglesias que Alexander Thomson construyó en Glasgow bajo la influencia de Schinkel y Cockerell.

Italia

Italia prefirió recrear sus modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El modelo del Panteón de Agripa, en Roma, se repite en un gran número de templos, como el de la iglesia de la Gran Madre di Dio, en Turín, y la Basílica de San Francisco de Paula, en Nápoles, ambos terminados en 1831, que reproducen el pórtico octástilo y el volumen cilíndrico del Panteón

La arquitectura neoclásica se desarrolló en Italia a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en el contexto de pequeños estados, a menudo en conflicto entre ellos o dominados por las potencias extranjeras, en la época que precedió al establecimiento del reino unificado bajo Vittorio Emanuele II. Por este motivo el neoclasicismo no se afirmó en la misma forma en todo el país; la ausencia de una cultura unificada y la gran pobreza que se apoderó de la península italiana en el siglo XVIII no eran circunstancias propicias para la producción arquitectónica.

Al inicio del mismo siglo se reveló un corto, pero extraordinario, tardobarroco: en Roma, se hicieron monumentos como la Plaza de España, la Fontana de Trevi y la Plaza de San Ignacio, mientras que en el Piamonte estaban trabajando Filippo Juvarra (1678-1736) y Bernardo Antonio Vittone (1704-1770). La actividad se trasladó entonces al reino de Nápoles, donde Ferdinando Fuga (1699-1782) y Luigi Vanvitelli habían sido llamados para ampliar, respectivamente, el Real Albergo dei Poveri y la Reggia di Caserta; en particular, la Reggia, a pesar de que en el exterior muestra un cierto contenido neoclásico, es considerada la última gran realización y la encarnación de las mejores tradiciones del barroco italiano. La afirmación del Neoclasicismo fue por tanto lenta y difícil, y consistió esencialmente en contribuciones extranjeras, en particular francesas.

A este panorama general se añadió el escaso interés de los estudiosos en confrontar la arquitectura neoclásica italiana, que durante mucho tiempo ha limitado un examen minucioso y sereno. A pesar de las dificultades derivadas de la contexto sociopolítico, el Neoclasicismo en Italia produjo numerosas obras notables. Estudios más recientes han puesto de relieve los rasgos distintivos, peculiaridades y, en algunos aspectos, el carácter unitario de la producción italiana, en sus variantes regionales o incluso locales, en el contexto de ese policentrismo que todavía caracterizaba la península entre los siglos XVIII y XIX.

Contexto histórico

Los complejos acontecimientos que afectaron a las regiones italianas, entre el final del siglo XVIII y principios del siglo XIX, fueron sustancialmente distintos en la fase pre-revolucionaria (siglo XVIII), en la fase revolucionaria que coincidió con la ocupación francesa, y en la Restaurazione, una tercera fase que precedió a la anexión al reino de Italia.

Con la Revolución francesa las relaciones entre los Estados Pontificios y Francia se deterioraron considerablemente. Durante la campaña de Italia de 1796 los territorios de la Iglesia fueron invadidos y la ciudad de Roma fue ocupada. Se declaró la república Romana, el papa Pío VI fue deportado, primero a la Toscana y luego a Francia. El nuevo pontífice, Pio VII, fue capaz de volver a Roma cuando las fuerzas de la coalición prevalecieron sobre las francesas. Al mismo tiempo, Napoleón Bonaparte sustituyó el empuje revolucionario con la idea de establecer un imperio mundial; con el fin de establecer la unidad religiosa, estipuló un concordato con la Iglesia, pero ante la negativa del papa a estar en contra de los enemigos de Francia, los Estados Pontificios fueron reocupados hasta la capitulación final del Bonaparte.

Las primeras hostilidades entre Francia y el reino de Nápoles tuvieron lugar en 1793; en 1796 se concluyó un armisticio, pero en 1799 Nápoles y su reino fueron invadidos por el ejército francés. En la estela revolucionaria, se estableció en 1799 la república Napolitana, que fue reprimida sangrientamente a los pocos meses y que fue seguida por la primera restauración de los Borbones. En 1801, el reino firmó un tratado de neutralidad con Francia, pero la violación del pacto provocó la segunda ocupación francesa de la ciudad y el derrocamiento de Ferdinando IV, con el ascenso al trono de José I Bonaparte. Bonaparte gobernó el estado entre 1806 y 1808, cuando fue reemplazado por Joachim Murat, que permaneció allí hasta 1815, el año de la segunda restauración de los Borbones.

La República de Venecia dejó de existir en 1797. Fue ocupada por las tropas napoleónicas, pero parte de su territorio fue devuelto al Imperio austriaco tras el Tratado de Campo Formio. El cambio de régimen provocó una grave crisis económica. Con el regreso de los franceses las cosas mejoraron; el Veneto fue anexionado al reino de Italia, sin embargo, con el Congreso de Viena el territorio unificado de Lombardía-Veneto quedó bajo el control austriaco.

En 1737 el Gran Ducado de Toscana pasó bajo el Asburgo-Lorena. Con Pietro Leopoldo de Lorena, que fue Gran Duque entre 1765 y 1790, el Estado se interesó por las grandes reformas del comercio, de la administración pública y de la justicia.

A continuación de la ocupación francesa vino la formación del reino de Etruria (1801-1807) y la posterior anexión de la Toscana por el Imperio francés. La restauración de Fernando III de Lorena en 1814, la subida al trono de su hijo Leopoldo II y la anexión de la República de Lucca en 1847 completan la vida política de la Toscana neoclásica.

La Lombardía hacia el final del siglo XVIII todavía estaba sujeta al imperio austríaco, pero en 1797, con el ascenso de Napoleón, el antiguo ducado de Milán se convirtió en parte de la república Cisalpina. Durante la administración francesa, Milán se convirtió en el punto de encuentro de todos los jacobinos y de todos los progresistas italianos. Durante un corto tiempo, la región quedó bajo el control austriaco, pero el 2 de junio de 1800 Napoleón entró en Milán a la cabeza de su ejército. Después de la batalla de Marengo nació la segunda República Cisalpina, que cambió el nombre en República italiana y luego en el Reino de Italia, hasta la caída de 1814.

El reino de Cerdeña, después de la derrota de los piamonteses en 1796 contra el ejército francés en el contexto de la primera campaña de Italia, cedió Niza y Saboya a Francia. En 1800, durante la segunda campaña italiana, Napoleón aseguró la posesión del Piamonte y la Liguria, que mientras tanto se había convertido en la república de Liguria. Entre 1802 y 1805, el Piamonte y Génova se unieron al Imperio francés. Tras el Congreso de Viena, que restauró a la casa Saboya al trono del Piamonte, el reino de Cerdeña se incorporó a la Liguria.

España

En España, el barroco del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, en todas sus expresiones, dejaba una sorprendente serie de monumentos religiosos y de palacios, residencias y colegios. El contraste entre la arquitectura churrigueresca y la modalidad académica o neoclásica fue tan rudo, que parecían fenómenos artísticos en dos mundos opuestos. En la segunda mitad del siglo XVIII, se impuso el gusto neoclásico impulsado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Madrid se desarrollaron grandes proyectos de modificación urbana, el principal diseñado por Juan de Villanueva en torno al Salón del Prado y sus inmediaciones (el Real Observatorio Astronómico, el antiguo Hospital de San Carlos, el Jardín Botánico, el actual Museo del Prado —para gabinete de ciencias—), y otros importantes, como San Francisco el Grande (Francisco Cabezas, Francesco Sabatini —autor también de la Puerta de Alcalá—). Fuera de Madrid destaca la obra de Ventura Rodríguez (catedral de Pamplona, capilla de Nuestra Señora del Pilar), que también diseñó las fuentes monumentales del Prado madrileño (fuente de Cibeles, fuente de Neptuno).

Rusia

En Rusia, la contaminación del mundo occidental tuvo mucha fortuna, sobre todo en San Petersburgo. Allí, hasta aproximadamente 1760, se siguen encontrando espacios al gusto rococó italiano de Bartolomeo Rastrelli. Fue Catalina la Grande quien introdujo el neoclásico en la capital, encargando a un arquitecto francés, Jean-Baptiste Vallin de la Mothe (1729-1800), algunos palacios, como la Academia Imperial de las Artes.

En 1779, Giacomo Quarenghi (1744-1812) aceptó la invitación de viajar a San Petersburgo, donde permaneció durante el resto de su vida, convirtiéndose en el arquitecto oficial de Catalina II; entre 1780 y 1785 transformó San Petersburgo en una ciudad clásica. Construyó muchos palacios y puso de moda un original estilo monumental, de inspiración palladiana, reencontrable, por ejemplo, en el a la vez sobrio y austero palazzo inglese del parco di Peterhof (1781-1789, destruido) más que en el más rico Teatro del Hermitage (1782 -1785).

Al mismo tiempo, también estaba activo el escocés Charles Cameron (1743-1812), autor de la Galleria Cameron en el Palacio de Catalina en Tsárskoye Seló, donde retomó el estilo del inglés Adam y el palacio del Gran Duque Pablo en Pavlovsk, construido en 1781 y 1796. En el parque del palacio de Pavlovsk, Cameron erigió el primer templo dórico en toda Rusia.

La moda del neoclásico que comenzó con Catalina la Grande alcanzó su punto culminante con Alejandro I. El palacio de la Bolsa de San Petersburgo, diseñado por el francés Jean-François Thomas de Thomon en 1804 es un ejemplo significativo de la arquitectura neogriega inspirada en el templo de Hera en Paestum. La Bolsa, erigida mientras Andrey Voronikhin construía la catedral de Kazan, y a la que luego siguieron el inmenso Almirantazgo (de Andrejan Zacharov, 1806-1815, que se hace eco de las proporciones en gran escala de Boullée), la catedral de San Isaac (cuyo dibujo, realizado por el francés August de Montferrand, se basa en el Panteón parisino) y la arquitectura italianizante de Carlo Rossi (por ejemplo, el Palacio del Senado y el Palacio Michajlovskij), hicieron de San Petersburgo, con sus fachadas en estuco coloreado y emergentes detalles en blanco, una de las ciudades más consistentemente neoclásicas de Europa. Junto con Rossi, el arquitecto neoclásico más importante de San Petersburgo fue Vasilij Petrovič Stasov, a quien se deben las extensas casernas y establos incluyendo iglesias con cinco cúpulas y el último juego de la ciudad, el arco de triunfo en la vía a Moscú (1834).

Aunque Moscú fue también afectado por el estilo neoclásico y, aunque con episodios interesantes, nunca alcanzó los resultados de San Petersburgo. El nombre ligado a muchas arquitecturas clasizantes de Moscú es Matvéi Kazakov (1738-1812), que fue responsable del Palacio del Senado en el Kremlin. En lugar de ello, a finales del siglo XVIII, una serie de edificios clasizantes de Moscú son reconducibles al mencionado Giacomo Quarenghi, al cual, a raíz de Kazakov, fue seguido por los arquitectos como Domenico Gilardi (que se remonta al estilo imperial) y Osip Beauvais (activo durante la reconstrucción de la ciudad después del desastroso incendio de 1812).

Escandinavia

La Europa del Norte ofrece un rico repertorio de obras neoclásicas, generalmente de origen alemán o francés. En Dinamarca el Neoclasicismo apareció ya en los años sesenta del Settecento. De hecho, el comedor diseñado por Nicolas-Henri Jardin en el Palacio de Amalienborg (1755-1757) se recuerda como «la estancia más antigua todavía existente decorada en estilo neoclásico por un arquitecto francés». Discípulo de Jardin fue Caspar Frederik Harsdorff, que, por ejemplo, trabajó en la catedral de Roskilde, donde pintó la capilla de Amalienborg (1755-1757) capilla funeraria de Federico IV. Más tarde, con la aparición del estilo neogriego, la figura más interesante fue Christian Frederik Hansen (1756-1845), que llevó a cabo el diseño de la catedral de Copenhague, con la gran bóveda de cañón sostenida por columnatas dóricas que se recuerda al proyecto del interior de una biblioteca de Boullée.

A comienzos del siglo XIX se realiza la planificación de Helsinki, entonces perteneciente al Gran Ducado de Rusia desde 1809. Los principales edificios públicos de la ciudad se deben a Carl Ludwig Engel , que se había comprometido con la plaza del Senado, dominada por la clasizante catedral, por el Palacio del Senado (1818-1822) y por la Universidad. El proyecto inicial de la catedral data de 1818, pero las obras, que se iniciaron en 1830, no se completóaron hasta 1851. La planta es rigurosamente central, compuesta por una cruz griega con cuatro pórticos exteriores: en el centro de la composición se levanta una imponente cúpula, flanqueada por cuatro cúpulas más pequeñas añadidas más tarde. En lugar de ello, en la Universidad Engel construyó una biblioteca con salas de lectura columnadas, conectadas con imponentes escalinatas dóricas, que presentan similitudes con las del Palacio del Senado: en el primer caso, dos filas de columnas soportan los niveles de llegada de las rampas, mientras que en el segundo, sobre las columnas dóricas descansan la bóveda de crucería de la cobertura.

Otras naciones europeas

La propagación del revival clásico fue casi uniforme en toda Europa, aunque con algunas excepciones: España, por ejemplo, no aportó ninguna contribución significativa al Neoclasicismo.

En Viena algunas influencias neoclásicas se registran desde las primeras décadas del siglo XVIII, en la Karlskirche de Johann Bernhard Fischer von Erlach, una obra maestra del rococó austríaco: el edificio está de hecho protegido por un pórtico hexastilo, al cual se apoya en dos columnas coclides inspiradas en la columna Trajana de Roma. Un clasicismo más riguroso se hace sentir en el siglo XIX, con el Theseustempel y el Burgtor, dos complejo neogriegos del ya mencionado Pietro Nobile.

En Polonia, hacia el final del siglo XVIII, se difunde una arquitectura derivada de los modelos revolucionarios de Ledoux, pero un monumento de principios del primer Neoclasicismo se encuentra en la catedral de Vilnius (ahora en Lituania, que en la época estaba unida a Polonia en la Confederación polaco-lituana). En el siguiente siglo Antonio Corazzi fue protagonista de la construcción de varios palacios en Varsovia, mientras que la nobleza polaca encargaba a Karl Friedrich Schinkel algunas residencias en la campiña.

En Praga el Neoclasicismo fue recibida con retraso respecto al resto de Europa, en Hungría la ruptura con el lenguaje barroco ya sucedió en los años 1770: la catedral de Vac, con su pórtico coronado por un ático masivo, data de 1763-1777. En el siglo XIX este estilo culmina en la catedral de Esztergom (de planta central, con una cúpula) y en el neogriego Museo Nacional húngaro en Budapest (este último obra de Mihály Pollack).

Paradójicamente el estilo neoclásico se desarrolla en Grecia solo a mediados del siglo XIX, cuando se presentó para la renovación de Atenas. Intervinieron por tanto proyectictas de diferentes lugares de Europa, sobre todo alemanes, franceses y daneses. Entre las obras más originales destaca el patio redondo del Zappeion, comenzado en 1874 según los planos de Theophil Hansen.

Neoclasicismo en América

Tanto en los Estados Unidos como en Iberoamérica se desarrollaron programas constructivos neoclásicos.

Estados Unidos

Siglos XVIII y XIX

Los orígenes del Neoclasicismo estadounidense derivan de la intensa difusión que había del palladianismo en el diseño de villas rurales.; también desde finales del siglo XVIII se vio el éxito del revival griego. Los arquitectos más interesantes de la época eran Thomas Jefferson e Benjamin Latrobe. El primero, a partir de 1771, comenzó a trabajar en su casa en Monticello, en Virginia, obra particularmente innovadora en comparación con construcciones inglesas contemporáneas. Inspirado por la Maison Carrée de Nimes, entre 1785 y 1789, ejecutó el poco original proyecto para el capitolio del estado de Virginia. Su trabajo más famoso sigue siendo el campus de la Universidad de Virginia, cuyos dibujos definitivos se remontan a 1817: el elemento dominante del nuevo complejo es sin duda la Rotonda, que albergará la biblioteca y que con un porticado vagamente palladiano, combina un cuerpo circular, inspirado en el Panteón. Otra de las características del edificio, reconstruido como resultado de un grave incendio que se desarrolló a finales del siglo XIX, son las salas que se abren al interior, de forma elíptica.

Fue el propio Benjamin Latrobe quien sugerió a Jefferson la solución de la Rotonda. El primer trabajo principal de Latrobe son la penitenciaría de Richmond y la Banca de Pennsilvania, ya desaparecida. A principios del siglo XIX recibió el encargo para completar el Capitolio de Washington, el gran palacio en que habían colaborado muchos arquitectos de la época y con un resultado muy cuestionable. Más tarde, bajo el ala reconstruida del Senado, insertó la Cámara del Tribunal Supremo, en la que el gusto por la geometría y los detalles sugieren una estrecha afinidad con los modelos del francés Ledoux y del inglés Soane. Entre 1809 y 1818 realizó la catedral de Baltimore, sometida enseguida a modificaciones y ampliaciones, pero que permanecerá como su construcción más feliz.

El estilo clásico se consolidó después con las obras de Robert Mills y William Strickland, estudiantes del propio Latrobe. Del primero se recuerdan algunas iglesias de planta central en Filadelfia y Richmond, la enorme columna de Washington en Baltimore y varios edificios en la capital federal del país, caracterizados por severos pórticos. Del segundo, después de la fama alcanzada por el diseño del segundo banco de los Estados Unidos, se tiene el proyecto por la original Bolsa de Filadelfia y el Capitolio de Nashville (1845-1849), dotados con linternas inspiradas en el monumento corágico de Lisícrates.

La primera mitad del siglo XIX finaliza con la construcción de algunos edificios clasiceantes: el Capitolio de New Haven, obra de Ithiel Town, la capitolio de Ohio en Columbus (1838) y el Girard College en Filadelfia, de Thomas Walter.

El neoclasicismo se impone en la escena americana sustancialmente hasta la segunda mitad del siglo XIX. Los últimos trabajos notables son algunos proyectos académicos de los asociados William Rutherford Mead, Stanford White y Charles Follen McKim, como la Biblioteca de la Universidad de Columbia en Nueva York, de 1893, imponente edificio que refleja el esplendor de la arquitectura civil romana siguiendo el modelo del neoclasicismo francés.

El siglo XX

Hacia finales del siglo XIX, el clasicismo puro se convierte en el eje teórico y cultural para la construcción de ciudades enteras como Washington : en la ciudad, concebida como un damero", se dispusieron fríos edificios clásizantes. En Nueva York fueron concebidas enteras porciones de nueva urbanización, que involucró a las áreas dispuestas a lo largo de Wall Street. En este espíritu urbanístico se dispusieron importantes edificios en el viejo estilo. De hecho, en el siglo XX el neoclasicismo se convirtió en el estilo preferido para los edificios gubernamentales: se trata de edificios hechos en clave anti-moderna, que reflejan en el gigantismo la intención de destacar el papel y el prestigio internacional de la nación.

Son numerosos los ejemplos, los más célebres concentradas principalmente en el área de Washington. Por ejemplo, el Lincoln Memorial (terminado en 1922) de Washington es uno de los edificios que tratan de imprimir a la ciudad una impronta destinada a reclacar la similaritud con la Roma imperial. Diseñado como un monumento en memoria del presidente estadounidense Abraham Lincoln, conocido por su lucha contra la esclavitud, el monumento fue concebido a nivel ideal en 1867, pero el inicio de los trabajos fue en las primeras décadas del siglo XX. En el interior del edificio, diseñado por Henry Bacon, se colocaron esculturas y estatuas ideadas según el modelo de las famosas "copias romanas" (estatuas hechas en la época romana que siguen los bronces perdidos de la antigua Grecia), como en el caso de la gran estatua de Lincoln, situada en el centro del mismo monumento.

También en la capital estadounidense, en los años 1930 se levantó el majestuoso Palacio de la Corte Suprema, terminado en 1935. El edificio, cuya fachada frontal muestra una pronao de estilo corinto, fue proyectado por Cass Gilbert, que era entonces ya conocido por toda la crítica de arte internacional por su Woolworth Building en Nueva York, en el momento uno de los rascacielos más altos en el mundo.

El último edificio de este género es el Jefferson Memorial, inaugurado en Washington sólo en 1943. Diseñado en 1939 por John Russell Pope, fue construido a imitación de las villas palladianas y de los templos romanos y griegos. El edificio se desarrolla a lo largo de una rotonda de columnas jónicas que culmina en un gran pronao con vistas al río Potomac. El monumento retoma el modelo de la Rotonda del arquitecto y presidente Thomas Jefferson, al que se dedica el memorial, que había hecho para la Universidad de Virginia. Se trata de un revival muy alejado de las nuevas tendencias de la arquitectura del siglo XX, que desde hacía tiempo ya había abierto nuevas puertas, en una ruptura total con el pasado y sus imposiciones estilísticas (ver por ejemplo la Casa de la cascada, que Frank Lloyd Wright había completado en 1939).

Iberoamérica

A los imperios americanos de España y Portugal llegó el estilo neoclásico a través de proyectos diseñados en Europa o bien realizados localmente por arquitectos europeos o criollos formados en las academias de las metrópolis.

También hay ejemplos de la adaptación al lenguaje arquitectónico local, que durante los siglos anteriores había realizado una síntesis o sincretismo de los elementos europeos y precolombinos en el denominado barroco colonial. Un ejemplo de ello es la Catedral de Tulancingo, México (1788, José Damián Ortiz de Castro).

A criterios más clásicos pertenecen, en Chile, el Palacio de La Moneda (1784-1805) y la Catedral Metropolitana de Santiago (1748-1800), ambas obras del arquitecto italiano Joaquín Toesca.

En México, el Palacio de Minería (1797-1813, Manuel Tolsá) y el Hospicio Cabañas de Guadalajara (1804-1810, del mismo arquitecto).

En Ecuador, el Palacio de Gobierno de Quito (también llamado de Carondelet, 1790 o 1801, Antonio García).

Ya tras la independencia de Hispanoamérica, se desarrollaron programas constructivos en para las nuevas repúblicas. En Colombia se construyó el Capitolio Nacional de Colombia en Bogotá (1847, Thomas Reed, formado en la Academia de Berlín), La Catedral Primada de Colombia en Bogotá (1807-1823) bajo los planos de Fray Domingo de Petrés; en Perú la Catedral de Arequipa (1844, Lucas Poblete).

Argentina, es otro de los países que busca despojarse de su pasado colonial, pero en el contexto de reorganización del país luego de la independencia en 1810, se busca un aspecto de poder que transmita la presencia del Estado inspirando respeto y devoción, incluyendo por supuesto la arquitectura. Sin embargo, no se concibe una imagen propia, sino que se introduce el canon clásico, no en forma de réplica de edificios de la Antigüedad, pero si con una predominancia clásica y mucha influencia de clasicismo francés; que va a perdurar hasta el siglo XX.Brasil, que se convirtió en la sede de la corte de la monarquía portuguesa, independizándose de su metrópoli como Imperio del Brasil, también utilizó los recursos de la arquitectura para la glorificación del poder político, y se optó por recurrir a arquitectos formados en la Real Academia de París. A esta época pertenece la portada de la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro o Academia Imperial (1822) y el Palacio Imperial de Petrópolis (década de 1840).

En lo cultural, se puede verificar un apresuramiento por importar modelos culturales europeos, para reemplazar la tradición colonial. Se trataba de negar todo lo que pudiera recordar la etapa de la subordinación a España. Es lógico que con esta base ideológica la imagen que ofrecían las ciudades resultaran negativas y se necesitara transformarlas.

Vía: Wikipedia

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