Barcelona hace ya tiempo que debate la supervivencia del comercio histórico de la ciudad. En el contexto de esta situación social, el arquitecto Tomás López firma un proyecto que ha tratado de enfocar y resolver en clave de ciudad; Sans&Sans es una tienda de té situada en el emblemático barrio de El Born que tiene muy en cuenta, en primer término, la escala y proporción de la intervención, y en segundo, el barrio en el que se ubica, su historia y su memoria. Todo un poso de sabiduría acumulado.
Y por si fuera poco, todos sus productos pueden comprarse en su tienda online.
Actualmente la calle Argenteria, antes Plateria, se ha convertido en uno de los bulevares peatonales a cielo abierto más transitados del barrio del Born, en el centro histórico de Barcelona. La estratégica ubicación de esta calle como puerta de entrada al barrio desde Via Laietana hacia la Basílica de Santa María del Mar forma parte de un recorrido de calles con una densa oferta comercial y cultural, completado por el Passeig del Born, Montcada y Princesa.
El tejido comercial de este barrio tiene su origen en el asentamiento, siglos atrás, de multitud de gremios de la ciudad medieval a la que éstos acabaron traspasando su nombre a las calles que ocupaban. Un nomenclator que permanece vivo y cuya evidencia da una idea de la efervescencia de este barrio y lugar durante el pasado. Desde finales del s.XIX y durante casi todo el s.XX la actividad del barrio vino marcada por ser el entorno del antiguo mercado de abastos de la ciudad de Barcelona, recientemente convertido en centro de atracción histórico cultural, al museizar su subsuelo tras unas largas excavaciones arqueológicas.
El negocio a rediseñar se destina a la venta de té a granel procedente de todo el mundo. Este negocio está regentado por la familia Sans, propietaria a su vez del casi centenario comercio Cafés El Magnífico, ubicado justo en frente del local a intervenir y donde en realidad se inició la venta de té compartida con la del tueste y venta de café a principios de los años 90.
El proyecto, encargado al estudio de Tomas López, “asume un proceso de conversación continuada con la propiedad que abarca un período de casi cuatro años. Gran parte de dicha conversación se fue sucediendo intermitentemente, entre otros métodos, durante el frenético ir y venir por las calles, y otros rincones del barrio, el tránsito desde las dos tiendas de la calle Argenteria y el centro logístico (oficinas y almacén) de la empresa, que aglutina los dos negocios -también dedicados a la venta al por mayor-, instalado detrás de la sede central de Correos. Así como durante los cronometrados tiempos de tueste de café (unos 17’) que Salvador Sans ‘oficia’ en la máquina de tostar, a la vista del transeúnte” precisan desde el estudio.
Este anecdotario es sumamente trascendente ya que para la transformación final de Sans&Sans Casa de Té y su relación con la calle. “Todo este poso acumulado” se empieza a materializar, decidiendo primero ofrecer un sutil intersticio entre interior y exterior. Éste facilita la continuidad -y acceso al interior de la tienda desde la calle Argenteria- con el del barrio y sobre todo con el otro negocio -de venta de café- ubicado en la fachada confrontada. Un sistema de grandes porticones, construidos en hierro y de doble hoja articulada, pretende recoger el antiguo arquetipo del barrio -realizado en madera- aún existente en numerosos comercios, aunque en muchos casos estos han perdido su función original.
La elección de un nuevo pavimento interior, en piedra de 40 cm de ancho y largo libre, también viene dada por las mismas intenciones. El cerramiento de la fachada toma la forma de una puerta automática de vidrio y un paño fijo, cuyos sistemas de motorización quedan integrados en el intersticio.
En relación a la calle, cabe destacar que los vendedores de ambas tiendas, que forman parte de la misma empresa, cruzan constantemente, de modo natural, los cuatro metros que las unen, en función del volumen y concurrencia de la clientela en ambos comercios. Así pues, parte de la calle que separa las dos tiendas se ha convertido en un espacio que ambos negocios han hecho suyo, mediante una sutil apropiación.
El nuevo interior es un lugar de cobijo en el que sentirse en un trozo de ciudad acomodada para la venta de algo tan específico como el té, rememorando lo que sucedía, seguramente, un siglo atrás por esas mismas calles. Para ello, el estudio aporta la idea de trabajar la muestra de latas y de otros enseres propios de los diversos requerimientos del programa, a través del concepto de apilamiento como eje vertebrador del proyecto, tal y como sucede en los mercados de abastos tradicionales.
La iluminación crea una atmósfera sugerente que se suma al uso del color y de cuya mezcla resulta una sensación de confort que a su vez reporta una experiencia espacial al visitante. El espacio ofrece una singular proporción volumétrica de forma romboide en planta y con una altura interior libre de más de 3 metros. La presencia de una gran jácena que atraviesa el volumen en su eje transversal compartimenta el techado en dos.
En la primera parte de ese techo queda un antiguo revestimiento de cañizo enyesado y la moldura que lo remata, que se deciden mantener ya que ofrece un artesonado que se encuentra con el mismo dibujo en otros lugares del edificio -cuya construcción data de mediados del s.XIX- en el que se ubica el local -p.ej. en la fachada o la portería de vecinos.
La segunda parte del anterior falso techo, de placas de escayola, se derriba para dejar descubiertas unas toscas vigas de madera ya reforzadas. Esta búsqueda de una honestidad constructiva histórica, acorde al paso del tiempo y el reposo de los hechos vividos entre las paredes del lugar, motiva también otras decisiones.
Por ejemplo, los paramentos que delimitan el espacio perimetralmente quedan expuestos -a partir de la altura en la que finaliza el almacenamiento de producto- con sus texturas constructivas originales, distintos tipos de aparejo en ladrillo macizo, en busca de un pulso más urbano. Asimismo, la microarquitectura surgida en el fondo del espacio se desarrolla de manera autónoma, mediante despieces y pliegues: tras ella queda escondido un pequeño almacén y el aseo para el personal.
Esta pieza, de aire escultórico, toma sus referencias de los particulares embalajes de madera con los que la mercancía llega de ultramar. Éste elemento articula gran parte del programa de usos y además esconde una gran puerta corredera que cierra el almacén y posibilita que el sistema de aire acondicionado sea escamoteado y pase desapercibido.
El otro gran elemento que proyecta la imagen de la tienda hacia el exterior es una gran estantería que muestra hasta 300 latas cilíndricas de 4 kilos llenas de de té -acabadas en metal lacado-. La estantería está construida mediante tableros contrachapado de abeto fijados a una estructura de tubo y perfilaría de hierro. El diseño de ésta gran pieza se acomoda -dibujando una gran curva poligonal en planta que aprovecha el ángulo que forman las paredes perimetrales- mediante un gesto que abraza el espacio y que quiere ser un gran telón de fondo de la actividad llevada a cabo en el mismo.
Frente a la gran estantería de latas se dispone el mueble mostrador de 5 metros,donde enseñar, oler, pesar y empaquetar la mercancía. Éste mueble se ha realizado en madera de fresno maciza y superficies de trabajo en piedra natural y vidrio. En la otra pared longitudinal del local se muestran todo tipo de piezas de menaje para la preparación y degustación de té, en el interior de unas vitrinas conformadas a base de diversos prismas irregulares apilados sobre un limpio volumen que disimula unos grandes cajones extraíbles.
El mueble del escaparate, realizado en madera de fresno, vidrio, acero y piedra natural, ofrece un marco selectivo y a la vez configura una imagen de proximidad y escala humana al viandante. El mismo efecto que busca, también el rótulo de neón suspendido en la entrada. Ya ven, como les decíamos al principio, que Sans&Sans Casa de Té es un proyecto con un gran poso.
Para más información visiten: Tomás López, Sans & Sans
Vía: diarioDESIGN
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