Se dice que no hay característica más neoyorquina que la de estar en perpetua transformación. Así que Óscar y Andrea, los propietarios de las hamburgueserías madrileñas New York Burger han sometido sus dos locales a un cambio de imagen para mantenerse fiel al espíritu de la ciudad de los rascacielos.
Y si ahora está de moda el Meatpacking District, con sus fábricas, mataderos y plantas de embalaje reconvertidas en tiendas, bares, lofts y hoteles, el New York Burger adopta un perfil industrial y sesentero, aunque sin perder la calidez que siempre los ha caracterizado.
La idea surge del estudio de Sandra Tarruella, aunque los propietarios se han encargado directamente de la ejecución. El mobiliario y la luz los elementos más distintivos.
El primer New York Burger abrió sus puertas en la calle General Yagüe en 2009, sometiéndose a un cambio decorativo en 2010. Este local está dividido en dos plantas con capacidad para 50 comensales en la baja y 20 en la superior. El segundo, en la calle Recoletos, se inauguró en 2011. En este caben hasta 70 personas en la principal y 20 en la inferior.
La remodelación ha respetado la zona de barra del restaurante de Recoletos si bien en los dos locales han sido redistribuidos para lograr un programa funcional “más ordenado, espacioso y sereno donde la amplitud visual y la riqueza de texturas y calidez de los materiales aportan el confort al cliente”, explica el equipo de Tarruella.
El mobiliario es clave en el interiorismo. A través de la cuidada selección de piezas pero también gracias a dejar la arquitectura en un segundo plano. Este se ha conseguido pintando los espacios en un tono piedra que integra los muros de ladrillo, los techos acústicos, las paredes y los arrimaderos, creando un contenedor más neutro y, de paso, más cálido.
Las sillas Navy, diseñadas en 1944 por encargo de la marina estadounidense y en colores rojos y grises, son una de las señas de identidad de la nueva imagen de los locales y, obviamente, un guiño a la ciudad de Nueva York.
Persianas y lámparas son otros de los elementos protagonistas. Ambas son vitales para que la iluminación proporcione un ambiente acogedor. Por ejemplo, las cortinas de librillo de madera, las cuales filtran la luz natural. Este efecto se ha buscado incluso en las plantas donde no había aperturas creando falsas ventanas retro iluminadas por detrás las cortinas.
La iluminación artificial también aporta calidez mediante recursos como la luz indirecta detrás de los respaldos y el empleo de lámparas de sobremesa en muebles auxiliares. También mediante las instalaciones eléctricas a la vista en las que se combinan lámparas industriales de tipo tortuga y lámparas suspendidas de pantalla metálica en color negro azulado. Estas últimas refuerzan el estilo contemporáneo del lugar y prolongan la vista de los comedores.
El ladrillo visto, la tarima y el revestimiento de algunas paredes y techos en madera de roble aceitada enfatizan la sensación de calidez.
Para más información visiten: New York Burger, Sandra Tarruella
Vía: diarioDESIGN
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