La idea surge del estudio de Sandra Tarruella, aunque los propietarios se han encargado directamente de la ejecución. El mobiliario y la luz los elementos más distintivos.
El primer New York Burger abrió sus puertas en la calle General Yagüe en 2009, sometiéndose a un cambio decorativo en 2010. Este local está dividido en dos plantas con capacidad para 50 comensales en la baja y 20 en la superior. El segundo, en la calle Recoletos, se inauguró en 2011. En este caben hasta 70 personas en la principal y 20 en la inferior.
El mobiliario es clave en el interiorismo. A través de la cuidada selección de piezas pero también gracias a dejar la arquitectura en un segundo plano. Este se ha conseguido pintando los espacios en un tono piedra que integra los muros de ladrillo, los techos acústicos, las paredes y los arrimaderos, creando un contenedor más neutro y, de paso, más cálido.
Las sillas Navy, diseñadas en 1944 por encargo de la marina estadounidense y en colores rojos y grises, son una de las señas de identidad de la nueva imagen de los locales y, obviamente, un guiño a la ciudad de Nueva York.
La iluminación artificial también aporta calidez mediante recursos como la luz indirecta detrás de los respaldos y el empleo de lámparas de sobremesa en muebles auxiliares. También mediante las instalaciones eléctricas a la vista en las que se combinan lámparas industriales de tipo tortuga y lámparas suspendidas de pantalla metálica en color negro azulado. Estas últimas refuerzan el estilo contemporáneo del lugar y prolongan la vista de los comedores.
El ladrillo visto, la tarima y el revestimiento de algunas paredes y techos en madera de roble aceitada enfatizan la sensación de calidez.
Para más información visiten: New York Burger, Sandra Tarruella
Vía: diarioDESIGN
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